CORONACONFINAMIENTO
Tito Ortiz.-
Me debato como toda persona consciente de este país, entre la pena por las cifras de muertos e infectados, y la gran oportunidad que me ofrece el confinamiento, de ponerme al día en tareas pendientes, como leerme los libros que se acumulaban en mi mesa, de manera especial, los de aquellos amigos que siempre esperan mi opinión, confiados en mi juicio y opinión. Por fin he terminado la obra que sobre Mariana Pineda, me envió Manuel de Pinedo, apreciando en ella, no solo el conocimiento del personaje y sus tristes circunstancias, sino la maestría de alguien a quién conocí dirigiendo el grupo de teatro Popular en aquella década de los setenta, con obras de su pluma como “Urbano Grandier“o “Cérceris y Bupréstido”, cuando compartíamos el teatro del Centro Artístico para nuestros ensayos y estrenos. Avanza el virus, y con el, la oportunidad de archivar la correspondencia acumulada en el cajón, de entre la que destacan, las postales de Juan de Loxa, unas desde su casa en Madrid, y otras desde la calle de Reyes Católicos, con maniquíes en el balcón. Releerlas, es como disparar dardos al alma ante la rotundidad de su ausencia, pero la vida sigue y a veces, hasta con pandemias que nos permiten parar y meditar, cuando estábamos sumergidos en la vorágine de un mundo rápido y a destiempo.
A mí, el virus y su confinamiento me está haciendo mucho bien. Me está acercando de manera irreversible a las cosas que importan, y al poco o mucho tiempo que me queda por estar aquí. Estoy valorando mucho las cosas, las estoy jerarquizando, y estoy repartiendo los abrazos pendientes, por si el dichoso virus no me diera la oportunidad, a partir de mañana, que diría Alberto Cortés, con quién compartí un par de copas, aquella noche del Corpus en el paseo de Los Tristes, tras una espléndida actuación bajo la Alhambra, mientras lo entrevistaba para, Radio Popular de Granada y el Diario Patria. Y agradezco que mi admirado, Paco Sánchez Montes, me haga partícipe de la felicitación a modo de reconocimiento que da a todos los periodistas de bien, que cada uno en su medio, hacen posible que todos estemos informados con honestidad y sin amarillismos, de la tragedia histórica que estamos viviendo. Yo, porque pertenezco al colectivo y, se me vería el plumero, pero si no, convocaría todos los días un aplauso para los periodistas que día a día, están al pie del cañón informándonos puntualmente de la hecatombe, aunque fuera a las dos de la mañana en la puerta del “Oxford 2”. Espero el final del confinamiento, para volver a tomar café en el, Bernina de Recogidas, con Antonio Perera y, aprender de su certero análisis de la situación de este país, que siempre reacciona tarde ante las desgracias, aunque más vale tarde que nunca. También tengo pendiente media tostada con Pepe Cantero, lector impenitente de esta columna, que al tiempo, profesa un amor eterno por la gente de la radio, que tanto le admiramos.