martes, 30 de noviembre de 2021

TRAS LA MASCARILLA

 TRAS LA MASCARILLA


Tito Ortiz.-

Dije en su día, y mantengo, que no hay un solo modelo estándar de malafollá granatensis. Existen variedades arrevistadas de estos personajes, entre los que yo destacaría dos fundamentalmente: El denominado por mí “Oledor de excrementos” que, es ese individuo que al pasar junto a él, observamos que lleva siempre el ceño más fruncido que el corpiño de María Antonieta, en una actitud como si sobre el labio superior, y sujeto por la nariz, portara un zurullo de mierda común. Se distingue también porque al hablar, se nota que está peleado con el mundo y suele soltar exabruptos a modo de contestaciones. Otra variante es la de aquel que, con cara de póker en las reuniones, atento a la conversación, y escatimando todo gesto facial que pudiera delatar lo que va a soltar, apostilla con dardo certero, cargado de humor negro o ironía. Y así podría seguir describiendo hasta siete tipos de malafondingas que tengo censados, pero no quisiera que el espacio concedido para éste artículo, se me fuera en la descripción, impidiéndome llegar a lo que venía.

Me he traído a mí mismo ante el teclado, para hablar de una situación producto de la pandemia, que tiene su etiología en el uso de la mascarilla. Este artefacto protector que portamos – va para dos años – en la cara, al tiempo que nos impide contagiarnos, nos permite una mayor libertad de pensamiento, y lo que es mejor, de palabra. Gracias a la mascarilla, nos hemos desinhibido de tal forma, que nos desahogamos con cosas que antes no verbalizábamos por temor a ser escuchados. La mascarilla nos permite tras el saludo en el portal, llamar malafollá a ese vecino huraño e insolidario, que en las reuniones de la comunidad, no está de acuerdo en nada, y solo asiste para incordiar y molestar. Basta con saludarlo y dejar que se aleje dos pasos para que no oiga nuestra sentencia pronunciada a sottovoce tras la mascarilla. Otra prueba de que ha disminuido nuestra represión oral al llevar mascarilla es que, al cruzarnos con una dama de buen ver, antes de la pandemia manteníamos los labios sellados para no ser tildados de machistas. Ahora, como si nos poseyera el espíritu de Pepe Blanco, mientras hierven los garbanzos del cocidito madrileño en la buhardilla, nos atrevemos a decir – como él lo haría - ¡Vaya hembra de postín!

Está claro que la mascarilla ha venido a liberarnos, y eso se lo tenemos que agradecer a la pandemia. No hay nada más gratificante que, al recibir una orden de tu jefe, como siempre mal dada y a destiempo, en cuanto nos damos la vuelta y lo dejamos atrás, podemos jurar en arameo acordándonos de todo su árbol genealógico, sin que éste se cosque, y eso te relaja una barbaridad. En misa también es muy socorrida, sobre todo para los que fuimos monaguillos preconciliares, de la misa en latín y de espaldas a los fieles. Cuando nos toca rezar el Padre Nuestro, nadie advierte que nosotros seguimos rezando aquel primero en español, y que todavía no hemos adaptado la nueva letra que cambia la oración. Total que, como siga hablando de las ventajas de la mascarilla, no nos la quitamos en la vida, y si no, al tiempo.

martes, 23 de noviembre de 2021

TIRANOS POR LA LIBERTAD

 TIRANOS POR LA LIBERTAD


Tito Ortiz.-


El 29 de septiembre día de San Miguel de 1959, en el hospital de San Juan de Dios, moría mi tío, el pintor granadino, Rafael López Marín, a los 29 años de una hemoptisis, provocada por la tuberculosis que padecía tiempo atrás. El asunto que más preocupó en la familia, fue la coincidencia macabra de que su padre, Rafael Rubio Carmelino, había fallecido también el día de San Miguel, pero unos años antes. Así que cada vez que se acerca la fatídica efeméride, nos miramos unos a otros en la familia a ver a quién le toca este año. Cuando después del entierro entramos en su dormitorio para recoger sus cosas, nos sorprendió encontrar en una caja de carne de membrillo – junto a otros recuerdos – una foto de Fidel Castro y otra del Ché Guevara. La respuesta la tuvimos el día de fin de año, cuando los dos entraron en La Habana, para liberar a los cubanos de la tiranía de don Fulgencio Batista, que curiosamente falleció muy tranquilo en Marbella, en Agosto de 1973.

En aquellos momentos, la esperanza de libertad para el pueblo estaba puesta en el comandante, que una vez subido al trono, algo tuvo que ver el Che, para hacer las maletas y dejarlo solo, sin querer participar en lo que vendría después. Han pasado 62 años y la cosa no pinta bien. Si sumamos el número de exiliados, añadimos el de encarcelados por disentir del régimen y, las cortapisas a la libertad de expresión, asfixiando cada vez más a los periodistas para que no cuenten la verdad de lo que allí está pasando, hasta el observador más imparcial, tiene que reconocer que en Cuba está pasando algo, y no parece ser bueno. Esta manía de matar al mensajero, suele nacer de regímenes dictatoriales que suelen camuflar “su” libertad, bajo el manto de la tiranía más extrema.

Desgraciadamente Cuba no es una excepción. El hecho de ir cumpliendo trienios en la profesión periodística, me hace revivir patrones que se repiten, desde el punto de vista del observador político. Arribar a la presidencia de un gobierno con la máscara de libertad para el pueblo, y convertir paulatinamente ese mensaje, en vasallaje para los ciudadanos al servicio de un dictador, lo estamos viendo muy a menudo últimamente. Daniel Ortega, utiliza la tarjeta de visita del Frente Sandinista de Liberación Nacional, para someter a los nicaragüenses, a la más opaca dictadura, camuflada incluso con elecciones generales amañadas, al más puro estilo de un virrey. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, es otro ejemplo de cómo cerrar la boca a la prensa independiente, para que nadie conozca el altísimo nivel de sometimiento ciudadano, ligado al clamoroso enriquecimiento personal con cuentas en paraísos fiscales. El sufrimiento del pueblo no les importa, centran sus operaciones en cerrar la boca de los periodistas. Hubo un periodista que entró en la embajada de Arabia Saudí, y salió descuartizado por la puerta de atrás. En Rusia los acribillan en el portal de su casa o en plena calle. Cualquier sitio es bueno para matar a un periodista que cuenta la verdad de lo que ve.

lunes, 22 de noviembre de 2021

MIGAJAS

 MIGAJAS


Tito Ortiz.-


No sabemos hasta cuando aguantará en pie el gobierno andaluz, teniendo en cuenta las dificultades que se está encontrando para confeccionar unos presupuestos, que intenten frenar los enormes desequilibrios existentes entre provincias, que condenan a la miseria continuamente a Granada. El asunto es tan flagrante que, hasta el mismísimo partido popular, a través de su consejero de hacienda, Juan Bravo, en un acto de reconocimiento – tal vez de manera inconsciente – ha declarado que no nos preocupemos porque, las empresas que ya no caben en Málaga, se podrán derivar a Granada. El asunto es tan grave, que hasta el propio secretario de política institucional y parlamentaria del PSOE, Alejandro Zubeldia, ha calificado de “inadmisibles” estas declaraciones, en las que el partido que gobierna Andalucía, reconoce la marginación en la que mantiene a la provincia granadina, e intenta equilibrar la balanza, dándonos las migajas que le sobran a Málaga, donde ya no cabe mayor inversión, si la comparamos con nosotros.

El sentimiento de abandono es cada vez más frustrante para los granadinos, hasta el punto de que, hemos hecho de la marginalidad a la que nos someten desde Sevilla, nuestro modus vivendi en el que, remar contra corriente y en inferioridad de condiciones con respecto al resto de la autonomía, es nuestra manera de mal vivir, aceptando las peores cifras del paro, las subidas de los precios y los impuestos, como si de una maldición bíblica se tratara contra la que nada se puede hacer más que resignarse. De todo esto debería sacarnos la oposición socialista en el gobierno andaluz, pero desde hace meses, están más enfrascados en reorganizar el partido que en defendernos. La decapitación de Susana Díaz, ascendiendo con calzador a Juan Espadas, dejar ver a las claras la fractura interna de los socialistas en general y andaluces en particular, como siempre, camuflada bajo el manto de la unidad. Cuando se habla de unidad ante un nuevo líder, el partido está más fragmentado que nunca. Si será grave la crisis socialista en Andalucía que, han tenido que recuperar el cadáver político de Álvarez de La Chica. Ya solo falta que recuperen al Juanma, especialista en amenazar a periodistas por teléfono, cuando éstos no bailan al son que él toca, y de esta forma, viviremos todos eternamente el día de la marmota. Granada no hace más que perder el tren. El último, el corredor Mediterráneo de cuyo proyecto la provincia ha sido borrada de un plumazo. Dentro de doscientos años, seguiremos reivindicándolo como el tren a Motril. Todo un clásico en la marginación provincial, gobierne quién gobierne.

De la representación empresarial en la provincia, mejor ni hablamos. Con decir que todos los cargos recaen en una sola persona, ya está todo dicho, y si añadimos que en lugar de fajarse por conseguir una mayor riqueza para la provincia, se dedica a criticar al Gobierno como si de un militante más del partido popular se tratara, da la impresión de que ha errado en la trayectoria profesional, y tal vez, debería presentar candidatura por el partido conservador, de esta manera su discurso sería más coherente y no llamaría tanto la atención, como su rostro de mal humor cada vez que sale en la foto con Sánchez. ¡Granadinos, estamos abandonados a nuestra suerte! Seguid votándolos.

lunes, 15 de noviembre de 2021

LIBERTAD, A LA INTEMPERIE

 LIBERTAD, A LA INTEMPERIE


Tito Ortiz.-


Vino a visitar Granada a finales de los setenta del siglo pasado, el embajador de EE.UU en España, Terence Thodman. Alto como, Barack Obama, y orondo como Peter Ustinov, sus pasos sobre el salón del hotel Alhambra Palace, hacían cimbrear el suelo centenario, proyectado por el Duque de San Pedro de Galatino, con el visto bueno de su amigo, Alfonso XIII. En principio no estaba previsto que hiciera declaraciones, pero mi director de Patria me mandó a ver que conseguía, y yo, aprovechando mi vieja amistad con James, miembro del FBI, camuflado de su asesor cultural que venía en su séquito, conseguí sentarlo junto al piano durante unos minutos. Mi amigo y yo, habíamos colaborado en el pasado, cuando me dedicaba a esos menesteres.

Tras las preguntas obligadas de.  que le había parecido la ciudad, el Sacromonte y la Alhambra, me permití preguntarle a cerca de una circunstancia que yo advertía en las teleseries de entonces como, “Canción Triste de Hill Street”, en la que un teniente de la policía, vestido de indigente, de esos que se calientan las manos en una fogata hecha sobre un bidón, resolvía casos a base de su trato con los sin techo, y de no revelar su verdadera identidad hasta el punto de que, cuando alguien le preguntaba por su vida, su respuesta era un ladrido extraordinario, al más puro estilo de un pastor alemán. A lo que yo iba era a que, me parecía muy extraño, que el país más rico del mundo, tuviera esa cantidad ingente de personas sin hogar, que vivían en las calles o debajo de un puente tapadas con cartones, comiendo de la caridad de los vecinos o de lo que encontraban en los contenedores.

El embajador, lejos de mostrarse receloso por mi pregunta, la aceptó de buen grado, diciéndome que ese era precisamente uno de los síntomas de la riqueza estadounidense. El país que comandaba el mundo, el que había llegado a la Luna y el de las grandes fortunas, había  - sin pretenderlo – generado una situación no deseada, con una exclusión social, de la que el progreso no sabía salir del todo, tal vez incluso, por la propia voluntad de algunos de los que formaban el colectivo, que en cualquier caso, no podían ser todos, claro. Pero que se estaban poniendo en marcha los mecanismos necesarios, para disminuir esa gran desigualdad en la sociedad más avanzada del mundo. 

Los años han pasado, y los sin techo siguen allí, y lejos de disminuir, hoy son ya multitud. Los norteamericanos no han erradicado la indigencia social. Y nosotros, un país democrático y avanzado, no podíamos ser menos, así que tampoco hemos hecho lo necesario para sacar a los pobres de solemnidad de nuestras calles y portales. Cada año por estas fechas, nuestros políticos nos dicen que están en ello, que trabajan para que nadie duerma en la calle y viva de la caridad, pero nuestras aceras y soportales dicen que no somos capaces de, abordad este problema de países avanzadísimos, donde la riqueza no solo aumenta en el mismo lado de la sociedad, sino que, aleja cada vez más a estas criaturas humanas, de una aproximación a la dignidad del hombre y sus derechos fundamentales. ¡Qué asco de vida!

martes, 9 de noviembre de 2021

TIQUISMIQUIS

 TIQUISMIQUIS


Tito Ortiz.-


Bajando por el paseo central del cementerio de San José, después de haber enterrado a nuestro compañero, Rafael Gómez Montero, acordé con Melchor Saiz Pardo que, con lo tiquismiquis que somos los periodistas para estas cosas, deberíamos encargar a quién escogiéramos, la redacción de nuestro obituario, que una vez escrito, nos lo pasara para rectificar o añadir lo que fuera de nuestro gusto, y así perfeccionar al límite lo que queda para la posteridad concerniente a nosotros en las hemerotecas, con la satisfacción de haberle dado en vida nuestro visto bueno. Porque luego desde el otro mundo, puede que nos guste o no, lo que dicen de nosotros, o consideremos que no refleja en su totalidad nuestro paso por este valle de lágrimas. La única pega que se nos presentaba en ese momento es que, el designado para tan alto menester, falleciera antes que nosotros, con lo cual, había que confeccionar una lista de suplentes, que en caso de fallecimiento, fueran corriendo el turno.

El caso es que, la muerte de Manuel Ocón Rojas, nos ha sorprendido tanto que, no hubo tiempo de poner el mecanismo en marcha, y esto ha quedado a la voluntad de los dolientes. Para Manolo ya hay quién pide placas, calles y  estatuas en parque público, pese a que en su velatorio e incineración, comprobé personalmente ausencias clamorosas, de una parte de la Granada cofrade, coincidente con la que más golpes de pecho se da en estas ocasiones. Pero sería un error clamoroso, reducir la trayectoria de Ocón Rojas a la semana santa. Su militancia en la hermandad alhambreña, La Concha, El Nazareno, Amargura o tres Caídas, y su colaboración con tantas otras, solo son una parte de su vida, en la que también hay que encajar, su actividad belenística, culminada con la representación de La Pasión de Cristo, realizada a ese modo, con figuras exclusivas del gran Manuel Collado, alumno del mismísimo Mariscal, autor de barros inolvidable e irrepetibles en la más añeja tradición granadina.

Con la marcha de Manolo, se nos va también un lector infatigable, autor de varias obras sobre nuestra historia, costumbres y tradiciones, sobre todo, un aficionado cabal al flamenco, de profundos y extensos conocimientos sobre los cantes, como ya dejó patente en su vinculación a la Peña La Platería. Somos pocos los que hemos tenido la suerte de, en “petit comité”, oírle ejecutar una serie de palos del flamenco, ajustados a los cánones ortodoxos de nuestro arte gitano andaluz. Memorable fue aquella tarde en el salón de mi casa con Enrique Morente, en la que ambos nos deleitaron con un hacer exquisito, y de la que yo saqué la idea para inaugurar las actividades de la Càtedra de Flamenco de Mariquilla en nuestra Universidad, con una conferencia sobre “Los Cantes Olvidados”, esos que no suelen hacerse en festivales ni grabarse en discos, y que ilustró con su hacer el propio Enrique, en el salón de Caballeros Veinticuatro de La Madraza, acompañado a la guitarra de Montoyita y Paquito Cortés.

Alguien dijo en el velatorio que, al irse en estas fechas, ya estará montando el belén  – como diría Benítez Carrasco – en la Gloria, junto a sus mejores colaboradores, Jesús Luque y José Carranza, “El Willy”.

martes, 2 de noviembre de 2021

APRENDÍ CONTIGO

 APRENDÍ CONTIGO


Tito Ortiz.-


Cuando a finales de los años sesenta, comenzaron a llegar a las tiendas de recambios de automóviles, las fundas para los asientos de los coches, aquel taller legendario de la calle Ancha de La Virgen, donde el padre de Paquito Cangancho tapizaba a mano, los asientos de los vehículos a motor, comenzó a declinar en clientela, y con su definitiva desaparición, perdimos en el barrio un centro cultural, donde se daba cita toda la Granada taurina, a cualquier hora del día para hablar de toros, y mucho más, si el hijo mayor del tapicero de coches, era ya un matador de novillos-toros que había debutado en Madrid y otras plazas importantes, con absoluta solvencia taurina.

Su padre, alquilaba trajes de torear y todos los trastos necesarios para llevar a cabo la lidia, de ahí que el taller estuviera repleto de todo lo imprescindible. Vestidos de todos los colores y tallas, capotes, muletas, estoques, zapatillas, medias, corbatines, en fin, que en aquellos tiempos en los que un vestido de torear no estaba al alcance ni de los que ya despuntaban, lo habitual era alquilarle los trastos al padre de Cagancho, o al bueno de Antonio, “El Cartero”, que los almacenaba en los bajos del edificio de Correos, con entrada por la acera del Casino. Paquito, algo mayor que yo, me enseñó en un rincón del taller, a limpiar capotes, sacar los estoques del fundón y afilarlos, montar el estaquillador en la muleta, apretando bien el cáncamo para que no se soltara, darle lustre a las zapatillas de torear, y todo esto, mientras su padre y el mío, charlaban sobre la próxima actuación de los “Charlot Granadinos”, con Antonio, “Rubito de Churriana” en el papel de Charl Chaplin, El Diamante Rubio, Vaquerito y mi padre de Cantinflas o Gitana a las banderillas, entre otros muy destacados componentes de aquella cuadrilla de toreo cómico granadina, que entonces se codeaba con el mismísimo “Bombero Torero” o “El Empastre”.

De los momentos que viví con Paquito Cangancho los destaco todos, porque aprendí el mundo del toro, y el valor de la amistad desinteresada, que me demostraría años después, traspasándole esos mismos conocimientos a mi hijo Rafael Carlos, cuando decidió ingresar en la misma cofradía taurómaca. Pasé momentos inolvidables con Paco, entre otros, las eternas charlas taurinas en la cafetería del Hotel Victoria, junto a su amigo y rival, mi compañero Santi Lozano, que también matador de novillos-toros, nunca llegó a tomar la alternativa, y que afrontó con valor una cornada gravísima en la plaza de toros de Granada, logrando salvar la vida, gracias a su valor de caballero legionario, y sobre todo, a las habilidades excepcionales del cirujano jefe, Don Juan Pulgar que en la misma enfermería le aplicó masaje cardiaco, con sus propias manos, una gesta solo apta para valientes, tanto el uno como el otro. De Paco siempre nos va a quedar su amistad, sonrisa franca, capacidad de síntesis para explicar el mundo del toro y sus secretos, y unas condiciones natas para captar a los pillos al vuelo. Un hombre sabio, pero sobre todo, un buen hombre, que en los tiempos que corren… no abundan.