domingo, 27 de febrero de 2022

ACEITE DE LINAZA

 ACEITE DE LINAZA


Tito Ortiz.-


Te ganaba en las distancias cortas. Con su voz abovedada, el abrazo franco y la mirada limpia de sus ojos grandes, Carlos Nestares, te llevaba de la mano a la conversación amigable y la charla sincera. Me lo presentó mi padre al inicio de la década de los setenta, cuando le estaba barnizando lo que después conoceríamos todos como el “Restaurante Las Tinajas”. Una obra de ebanistería que llevó a cabo su amigo, Manolo Segura, amante de la bicicleta de carreras, que tenía su taller en la calle, Real de Cartuja, frente a la fachada del Hospital Real. Carlos se interesaba mucho por la técnica que mi progenitor estaba empleando en su establecimiento. Algo novedoso entonces, que consistía en aplicar barniz de yate en las maderas más expuestas a la erosión, como por ejemplo, la barra del bar, y el aceite de linaza para las baldosas de barro, que las protegían de manchas y suciedad. Mi padre ya había empleado con éxito el barniz de barco hacía  mucho tiempo, en madera a la intemperie, como la baranda exterior del Carmen de los Rodríguez Acosta en el Albayzín, con unos resultados de protección en el tiempo, realmente sorprendentes, labor que repitió en el desaparecido restaurante, “La Vidrieras”, ubicado en el final de Recogidas con el Camino de Ronda: Aceite de linaza para proteger las baldosas porosas de barro cocido, y barniz yate para la barra de madera.


LA MANCHA


A poco que uno rasque en la ciencia, resulta sorprendente estudiar las cualidades de este aceite que, se obtiene de las semillas del lino, una planta herbácea de la familia de las lináceas que se ha consumido y empleado para métodos medicinales desde la Antigüedad y cuyo sabor es similar al de las nueces. De hecho, éste aceite es bueno para reducir el Colesterol tan temido en estos tiempos, mejorar la función intestinal, regular la presión arterial, aliviar el dolor menstrual, llegando incluso a ser recomendado para los dolores de la Artritis, entre otras muchas aplicaciones. Y éste mismo producto, protege a la madera y otros materiales empleados en la construcción de agentes externos, y también en la fabricación de barnices. Por eso las marquesinas, puertas, barra  y escaparates de las bodegas, “La Mancha”, presentan ese aspecto inmejorable. Esta creación es fruto del trabajo de mi tío, el tallista, pintor, escultor y dorador, Antonio López Marín, que un día recibió el encargo de Pepe Torres, para realizar algo original y duradero, que persistiera en el tiempo, y que reflejara la grandeza creativa de los artistas granadinos, que todavía tienen mucho que decir, en un mundo ganado en principio por la formica, el realyte o el aluminio, pero que cuando el dueño es una persona sensible y amante de las tradiciones artesanas de su tierra – como es el caso – permite a los creadores, dejar para la historia trabajos que merecen ser reconocidos, en un mundo en el que los plásticos y los poliéster se imponen por su dureza y baratura.


EL BOCADILLO Y SU ENTORNO


No existe mayor placer que tomarse un bocadillo “granaíno” por los dos cantos del pan, como el de alcachofas con anchoas y mayonesa, sobre una gruesa barra de madera barnizada, bajo el noble escudo de la casa, tallado en madera y dorado al efecto, mientras se observan en el espejo enmarcado, los chorreones del jugo de unos jamones colgados de sus correspondientes ganchos, amparados por una pared recubierta de unos mosaicos en greca de cerámica a la cuerda, que recuerdan las viejas escenas de El Quijote, con los que en otros tiempos, estaban tapizadas las paredes de nuestras más excelsas tabernas. En éste ambiente costumbrista, el parroquiano puede degustar otro manjar ilustre de esta tierra como es el bocata de Habas con Jamón, invención claramente granatensis, solo apta para paladares finos, educados en el fondo de nuestras tinajas costumbristas de rancio abolengo, aquí presentes ante el hambriento, que se siente abrigado por la estética de una vieja radio de madera, el paso en miniatura de mi virgen de La Aurora, guapa, guapa y guapa, y los carteles cofrades producto del mecenazgo de tan generoso mesonero.

CASTAÑEDA

Si acaso el sabor del originalísimo vermut, me hiciera salir de aquí en busca de la nostalgia, sin duda recalaría en la calle Almireceros, donde nació la tal bebida, fruto de la invención de un estudiante salmantino que un siglo atrás paso por Granada, y dejó escrita la receta de tan exquisito manjar, compuesta por diecisiete licores distintos, cuya composición ahora se lleva a cabo en tierras cordobesas, siguiendo fielmente lo indicado por el charro que se enamoró de la tierra de la Alhambra. Apostado en la barra, bajo la cabeza del toro, recuerdo cuando entraba con mis padres y debíamos cambiarnos de lugar, porque estaba prohibida la entrada de mujeres, a no ser que se colocaran en un espacio acotado al público, separadas de los hombres, y que tenía su entrada exclusiva por la placeta de la Sillería. Cuando iba solo con mi padre, si podíamos permanecer en el recinto mayor, pero si venía mi madre, teníamos que ponernos enfrente, en el espacio reservado para las mujeres. Eran los tiempos de aquellos mosaicos en los que se advertía a la clientela que, se prohibía terminantemente el cante y que estaba reservado el derecho de admisión. De hecho, presencié más de una vez, como algún parroquiano, llevado por la excesiva ingesta alcohólica, se atrevía a lanzar un quejío como inicio de un cante, y en ese momento, el camarero más cercano, se quitaba el mandil, saltaba la barra, y lo sacaba a empujones del lugar. Las risas eran generalizadas, mientras pedíamos otro vermut.

domingo, 20 de febrero de 2022

LORCA ETERNO E INALCANZABLE

 LORCA ETERNO E INALCANZABLE


Tito Ortiz.-


Si aquellos descerebrados que una madrugada de mediados de agosto le quitaron la vida entre Víznar y  Alfacar, lo hubieran imaginado, seguramente se hubieran disparado a sí mismos, porque aquellas balas asesinas fueron las que le dieron la vida eterna y mítica, de la que hoy gozamos todos. El odio pronunciado de: “Dale café, mucho café”, por un general golpista que aún hoy, para vergüenza de la España democrática, yace a los pies de La Virgen Macarena. El rencor de un comandante enganchado al bicarbonato sódico puro, que murió de Blenorragia y, la envidia recalcitrante de un tipógrafo, miembro distinguido de la CEDA, cuyas hijas se convertirían en grandes actrices y abominarían de él, hicieron que los astros se confabularan, para hacer posible que el crimen fuera en Granada… su Granada.

Existen pocos ejemplos en el mundo de que, una perdida tan incomprensible, continúe siendo llorada con tal magnitud extrapolable a todos los rincones del mundo. Incluso aquellos que nunca le conocieron, ni lo leyeron, siente admiración por él, al pensar en su injustificada muerte, y todos cooperan para que su obra sea inmortal y su vida, un ejemplo vigente de lo que nunca debió suceder.

“GRANADANUEVE”

La otra mañana me acerqué con mi hijo Víctor – como hacemos periódicamente – a la Casa García de Viedma en Armilla, a ver con qué exposición nos sorprendían esta vez, y la sorpresa fue reconfortante. El grupo “Granadavueve”, cuelga sobre sus encaladas paredes, una magna exposición fotográfica de altísimo nivel, centrada en la obra de Federico. Cuando vas subiendo las escaleras, ya escuchas de fondo la voz inconfundible de Lola Flores, recitando como nadie a García Lorca, bueno como nadie no, porque yo he tenido la enorme satisfacción de escuchar sus poemas en la garganta de Curro Albayzín, y eso es canela en rama. Nada más entrar a la sala, un mural escrito por mi admirado, Joaquín Alfredo Abras Santiago, Cronista Oficial de su Lucena natal, nos predispone a degustar con la magia y el embrujo de la fotografía artística en blanco y negro, a un Lorca clásico y a la vez moderno, actual, con su mensaje intacto y  proyección inabarcable. Foto a foto, como si de un juego divertido –como le gustaba a Federico-  el que admira, se adentra en el mensaje plástico y literario que sucede en maridaje perfecto, cuando las bellas artes se cruzan y entremezclan, con un mismo fin: Engrandecer la creación artística, rindiendo público homenaje a quién nos convoca, a través de su mensaje imperecedero

La muestra se complementa con la proyección audiovisual de las pocas imágenes que tenemos de Federico vivo, aquel hombre alegre y divertido, que con “La Barraca”, siguiendo la enseñanza de su mentor, Fernando de Los Ríos, ( Juan ) para la logia masónica, “Alhambra de Granada” de la que formó parte desde 1926, llevó el teatro itinerante, por todos aquellos rincones de la España ineducada.

ES PURO TEATRO

Agonizaba la década de los años sesenta del siglo pasado, cuando un puñado de “Teleclub” granadinos, decidimos organizar una semana de teatro, en el seminario menor de la placeta de Gracia, en cuyo programa no podía faltar una obra de Federico. Aquel fue un acontecimiento importantísimo, en el que la Granada teatral pretendía dar un golpe en la mesa, burlando – en la medida de lo posible- a la censura, ejercida entonces por el delegado del ministerio de Información y Turismo, cuya oficina estaba en la primera planta del edifico en el que una placa, nos recuerda al gran, Álvaro de Bazán, señor de la mar océana, jamás vencido. El teleclub del Albayzín puso en escena una obra de los hermanos Quintero, dirigidos por, De Vicente. El de Haza Grande, donde yo participaba, más comprometido eligió para la ocasión, “El Tintero” de Carlos Muñiz, dirigida por Antonio Velasco, pero el de Cacín, se empeñó en Lorca, y montaron con esmero, “La Zapatera Prodigiosa”. El asunto es que, en este caso, ya no solo había que soslayar al censor, sino a la propia familia de García Lorca, que por aquellos años, tenía prohibido que se representara cualquier obra de Federico, en la ciudad que lo vio nacer, y lo que es peor, morir. Para lograr el permiso de los García Lorca, una comisión se desplazó a Madrid, para hablar personalmente con Isabel, la hermana pequeña del poeta, con tal suerte, que los comisionados, volvieron con la autorización a Granada, pero eso sí,  acatando las condiciones impuestas por la familia del poeta. La obra se representaría, una sola vez, un solo día, y con un horario absolutamente acotado, en una horquilla de solo dos horas vespertinas. Aquella vez, fue la primera en que muchos granadinos vieron una obra de Lorca sobre el escenario.

LA MÚSICA

El pentagrama ha tenido como fuente de inspiración a Lorca, desde conocida su obra o su trágico final. Hasta la fecha han sido innumerables los músicos que se han basado en la obra lorquiana, para rendir homenaje a tan alto creador, hecho desaparecer por la fuerza de las armas, cuando su obra ya volaba sola por el cielo infinito. Hasta el próximo sábado en el Teatro Real de Madrid, se representa con rotundo éxito, “El Abrecartas”, ópera del bilbaíno, Luís de Pablo, quién desgraciadamente, no podrá presenciar el estreno de su homenaje a Lorca, porque ha fallecido hace unos meses, cuando ya había conseguido poner su proyecto en pie, tras cinco años de trabajo. Han pasado 86 años de su asesinato y, Lorca está más vivo que nunca. Larga vida a Federico.

domingo, 13 de febrero de 2022

MAÑANA, LENTEJAS

 MAÑANA, LENTEJAS


Tito Ortiz.-


Los italianos tienen de antigua la costumbre, despedir el año comiendo lentejas y me parece que eso es poco. En mi casa se han comido siempre, al menos una vez a la semana, y eso nos ha hecho crecer sanos y fuertes. No hay que olvidar que, las lentejas se consumen desde hace casi nueve mil años, y que en sus variedades de, la rubia castellana, el lentejón, la rubia de la armiña, la lenteja pardina, lenteja beluga o la lenteja verdina, su riqueza en nutrientes va desde, vitaminas del grupo B con su ácido Fólico y todo, hasta hidratos de carbono, hierro, magnesio, sodio, potasio, fósforo, zinc, proteínas, vitaminas A y E y calcio. Así que como legumbre, es de las más completas que podemos comer, pero con el paso del tiempo, me parece que esa sana costumbre de que las lentejas sean plato habitual en la mesa, la vamos perdiendo, y con ello, el factor riquísimo de su aporte energético. Los nuevos tiempos gastronómicos, incluidas las prisas, la comida rápida y la madre de familia que además trabaja fuera de casa, no facilitan mucho la posibilidad de que, en la mesa encontremos un plato de cuchara, hasta el punto de que hay muchos infantes, que lo desconocen o lo reprueban.

Reconozco que es uno de mis  preferidos, pero eso me llegó con los años, porque durante mi más tierna infancia, las lentejas significaron para mí, perder horas de juego o esparcimiento. Como mayor de cinco hermanos, fui el primero en relevar a mi abuela en la ardua tarea de limpiarlas. Cuando mi madre decía: ¡Mañana lentejas! Yo sabía que me había quedado sin disfrutar de mis amigos en la placeta, porque en unos instantes se me arrimaba una silla a la mesa de camilla, y me plantaban ante un papelón de lentejas compradas en el frangollo, una cazuela para echarlas una vez supervisadas, y un tazón donde ir echando todo lo que contenían las lentejas que no era comestible. Limpiarlas antes de echarlas en remojo toda la noche, era condición sine qua  non para no tener una ingesta accidentada. En aquellos años cincuenta, las lentejas traían toda clase de bichos muertos, algunas ya venían mordidas por otros animales, otras presentaban un color negruzco poco recomendable para el estómago, a lo que había que añadir los chinos, que no eran esos que ahora tienen bazares de todo a cien, sino piedras normales y corrientes, con las que en forma de granos se asfaltaban las carreteras, entre otras cosas. Algunos tenderos las echaban adrede para que pesaran más. Famosa era en el barrio la escena de aquel vecino, que estando en plena ingesta, se metió una cucharada de lentejas en la boca, y al masticar, se partió una muela, que ya aprovechó para ponérsela de oro, como era la costumbre en familias pudientes.

CASAS DE COMIDA Y FONDAS

En aquellas viejas casas de comida de la Granada de mi infancia, que proliferaban sobre todo, por el centro de la ciudad y próximas a las posadas, se servía por pocas pesetas, un buen plato  de lentejas y una pieza de fruta, con lo que tirabas el día de buenas maneras. Aún no se había implantado, lo que depués conocimos como, primer y segundo plato, pan vino y postre por cinco pesetas, que ya fue un avance hacia los restaurantes venideros. Todavía en la mesa de las fondas, pensiones y casas de huéspedes, por un precio módico a la semana, obtenías una cama, servicio de baño común y pensión completa que incluía un buen plato de cuchara a medio día, y una sopa por la noche, alternándose los días de cocido, con los de potajes y las cenas con unas pescadillas enroscadas, o tortilla francesa, a la que se añadía o una naranja "guachintona" o una pera limonera. Eran aquellos tiempos en los que ni Málaga, ni Almería ni Jaén, tenían Universidad, y nuestas pensiones estaban llenas de estudiantes de las provincias hermanas, junto a opositores de larga duración.

RESTAURANTES

Con el desarrollismo de los años sesenta, la llegada del Seat 600 D, La moto Vespa con sidecar, y la Lambretta, fueron desapareciendo los Biscúter, a la vez que emergían los nuevos restaurantes económicos, que años después se clasificarían por el número de tenedores otorgados a sus cartas de comidas, de las que fueron desapareciendo las lentejas y otros platos de legumbres, al ser considerados como algo pasado y pobretón, incidiendo mucho más en el filete empanado con patatas, y de segundo, unas rodajas de merluza a la romana guarnicionadas con lechuga aliñada, y de postre un flan, como último grito de la modernidad.

La vida da tantas vueltas, y las modas regresan en cuanto te descuidas, hasta el punto de que, yo no he tirado aún mís viejos pantalones de campana, ni mi trenka con capucha y botones imitando a colmillos de animales feroces, porque digo y mantengo, que cualquier día vuelve la moda, y ya estoy vestido para la temporada. Y eso mismo ha ocurrido con las lentejas. Ahora, en nuestra ciudad de mís entretelas, hay un puñado de restaurantes de postín, que te ofrecen cada día de la semana, un buen plato de cuchara, en el que las legumbres han venido a recuperar su trono, injustamente relegado. Cuanta mayor categoría tiene el restaurante, más se esfuerza en servirte unas buenas lentejas con todos sus avíos, un buen puchero con toda su pringá, o unas buenas judías en todas sus variedades, llegando incluso a celebrarse una semana gastronómica en torno a este plato, como hace mi amigo, Gregorio García en su Oleum. La cocina tradicional ha venido felizmente para quedarse, como lo demuestra el plato estrella de mi amigo, Paco del Braserito, con sus huevos rotos con patatas, que era el manjar que mi abuela nos ponía los domingos, solo los domingos, porque al precio que estaban los huevos, no se podía acortar su frecuencia en la mesa.

Aún así, digo y mantengo que, a la plenitud de mi infancia, hay que restarle la cantidad de horas que empleé limpiando lentejas, para evitarle a mi familia,  una infección o visitar de urgencia al dentista, asunto éste por el que todavía, al día de hoy, no he sido debidamente recompensado y por el que aún no he perdonado a mis progenitores. ¡Mí reino, por un plato de lentejas!

martes, 8 de febrero de 2022

COMO HEMOS CAMBIADO

 COMO HEMOS CAMBIADO


Tito Ortiz.-


Atrás quedaron los tiempos en los que mi padre, tuvo que acompañar a mi madre al banco, para autorizarla y que pudiera abrirse una cuenta corriente, porque las mujeres no tenían esa libertad. Entonces los bancos y las cajas fueron cambiando para captar clientas. Había botones que les abrían la puerta para entrar, como aquel chico de La General, que entró a trabajar a la caja con catorce años, y terminó siendo uno de sus últimos directores generales. Y premiaban su fidelidad con toda clase de obsequios. Por domiciliar la nómina, te llevabas a casa un juego de sartenes de última generación, en las que no se pegaba la comida. Por un ingreso mínimo extra, te regalaban una olla exprés, un juego de toallas portuguesas, o la enciclopedia Larousse con todos sus tomos y varios apéndices. Eran los tiempos en los que el director, esperaba a los clientes en el patio de operaciones, solo para darles la mano, desearles un buen día y agradecerles su fidelidad. 

Cuando se implantó la declaración de la renta, tú no tenías que preocuparte de nada, porque el banco te ponía a  disposición a uno de sus trabajadores  para hacértela a coste  cero. Por Navidad reglaban botellas de sidra y al ingresar la paga extra, podías llevarte incluso una bicicleta para los niños como regalo de reyes. En fin, que  entrabas a tu banco o caja entonces, con una sonrisa porque sabías que te trataban bien y eras atendido personalmente, si la cuenta era importante, por el mismísimo director que se sabía de memoria tu nombre, dos apellidos, el de tu esposa y el de tus hijos, llevaba además de tú cuenta, la de tus achaques de salud, tu última visita al médico y los cambios de medicación.

Pero hoy los tiempos han cambiado. No conoces al director por muchas veces que vayas a la urbana que te corresponde. Nadie te abre la puerta, y tampoco te atienden personalmente. En definitiva, tú banco o caja no quiere verte aparecer por allí. Los regalos han desaparecido con la atención personalizada. Los bancos han ido abandonando los pueblos, después han retirado los cajeros automáticos y no quieren saber nada de cómo es tu cara, a pesar de que incluso con la pandemia, cada día podemos leer en Ideal, los miles de millones que han obtenido de beneficio y los dividendos a repartir. Por no ir más lejos, Unicaja confesaba en estas páginas el pasado viernes, que han ganado 137 millones, que la entidad supera los 115.500 millones de euros en activos, y que han alcanzado una cuota del 9% en hipotecas en el territorio nacional. Todo esto sería estupendo, si no supiéramos, que han redoblado las comisiones a sus clientes, las han implantado a los que no tenían, que prosiguen con su plan de cerrar oficinas, y de reducir su plantilla, gracias a la fusión con Liberbank. Un panorama que deja ver a las claras, que la rebelión de los jubilados a nivel nacional, en contra del trato deleznable que se les está dando en sus entidades de siempre, está más que justificado, y que este asunto requiere una respuesta gubernamental, sin más dilación. 

martes, 1 de febrero de 2022

NO NOS CONOCEN

 NO NOS CONOCEN


Tito Ortiz.-


En aquellos primeros años de la década de los ochenta del siglo pasado, mi inolvidable amigo Dámaso, alma mater de Juventudes Musicales en Granada, me encargó la agradable tarea de acompañar a la Joven Orquesta de Colonia, en su gira andaluza haciendo de cicerone. Yo por entonces no hablaba una papa de alemán, cosa que no he corregido con el paso de los años, pero me pusieron a disposición como intérprete a, un componente de la filarmónica que había aprendido español en  una academia de Alemania dirigida por un mexicano. Así que no se pueden hacer una idea, lo que me reía cuando al decirle por ejemplo: Dile a los chicos que a las nueve y media nos espera el autocar en la puerta del hotel. Y de aquel hombretón alto y rubio como la cerveza, alemán, alemán por los cuatro costados, que poseía la voz de bajo al estilo Justino Díaz, se escuchaba la frase: ¡De acuerdo mano, ahoritamismo se lo digo!, todo con la musicalidad de Mario Moreno Cantinflas. Tengo que reconocer que fueron unos días inolvidables, y que en la cena de despedida que tuvimos en el Restaurante Americano, en La Gran Vía con Tinajilla, fueron tan generosos conmigo que hasta solté una lagrimita.

Pero fueron unos días de convivencia, que ni ellos ni yo olvidaremos. Me sorprendió como gente cultivada no tenía ni idea de nuestra tierra, costumbres e historia, sus personajes y peso específico. El día que los llevé a Castañeda y les pedí un “Follasa”, cuando le dije al traductor que les dijera lo que estaban tomando, el espurreo junto con las carcajadas fue descomunal. Los llevé a la Alhambra donde alucinaron, pero más, cuando los subí a La Mimbre y descubrieron por primera vez en su vida la sangría, no había forma de llevárselos de allí, de aquel viejo kiosco de madera pintado de verde. Hasta entonces, algunos creían que Granada era una isla en el Pacífico, cuando conocieron su historia in situ se llevaron una gran sorpresa, la misma o más grande que la que vivieron cuando nos tocó el concierto en el Conservatorio de Sevilla, y a sus puertas nos recibió el pianista y presidente de JJ.MM. Julio García Casas, con el que terminado el acto, fuimos a la Alameda de Hércules, y descubrieron con asombro lo que significaba la experiencia de compartir una cerveza con un cartucho de pescado frito. Había que ver aquellas caras de sorpresa y satisfacción. Como el día que fuimos a Málaga, y en lugar de reservar en un restaurante para comer, me los llevé a “Casa Guardia” para que probaran un vino dulce con una concha fina y su chorreoncito de limón, como se relamían. Aquella tarde, bordaron la Inacabada de Shubert en el teatro Cervantes. En la playa de El Zapillo de Alamería les hice descubrir para su paladar, la gamba roja y el gallo pedro, un placer para los sentidos.

En fin que fue una experiencia que ni ellos ni yo hemos olvidado, y fíjate que han pasado los años, pero a juzgar por los acontecimientos, parece que los alemanes siguen sin conocernos. De otra forma no se entiende que se tiren en parapente y se queden colgados de unos cables de alta tensión. Para colmo, estamos en la era del GPS.