HONOR Y GLORIA A LOS NUESTROS
Tito Ortiz.-
Me cuentan que a la entrada de la gloria, estaba Manuel Benítez Carrasco, esperando a Manolete, por admiración y vecindad. El gran Ramón Montoya, nada más ver entrar al bailaor sacromontano, templó la guitarra, abordando el toque por farrucas, y una vez más, la Juerga en el Cielo, ha durado varios días, y lo que te rondaré morena. Cuando los genios se encuentran en el paraíso de los dioses, la conjunción astral es tan fuerte y poderosa que, la creatividad artística va saliendo a borbotones, dando paso a la sinfonía de “quejios” jondos que han marcado su vida en la tierra. Manuel Santiago Maya, “Manolete”, tenía tan solo ocho años, cuando el mítico, Antonio el Bailarín, recogiendo los posos flamencos de “El Estampío”, abrió su academia, Amor de Dios en Madrid, para que estas nuevas promociones de artistas destinados a la cumbre de las artes, pudieran pasar por ella a instruirse durante su adolescencia, como fue el caso. Cierto es que, Manolete, Gades, El Güito y Mario Maya, pasan por las exigencias clásicas que requiere una formación completa, bajo la docencia de doña Pilar López, hermana de La Argentinita, que no solo les enseña flamenco, sino que, los introduce en la danza española, la escuela bolera y los bailes regionales. Yo he visto a Antonio Gades bailar una jora aragonesa, antes de abordar los palos flamencos en grandes compañías de renombre. Y ese es el secreto de estos artistas que traspasan las fronteras del convencionalismo. Manolete era el último alumno aventajado de una formación académica completa, con la que enriqueció su arte flamenco. Por eso se equivocan los jóvenes que actualmente, se centran exclusivamente en el flamenco, y no abren el abanico a otras músicas de las que se aprende tanto. Su gran aportación al baile gitano andaluz personalizado en la Farruca, no fue lo único de su creatividad artística, pero en su coreografía personal, se aprecian los gestos y movimientos de Pilar Lópes y de Antonio Soler, perfumados con el aroma del Sacromonte que desprende nuestro Manolete que, con una vara de mimbre, está bailando en la gloria.
ESTANISLAO PEINADO
El apellido Peinado está unido de por vida al Albayzín, y a obras en favor de los más necesitados. Miguel y Antonio llegan al barrio para hacerse cargo de la Parroquia de El Salvador, destruida por los trágicos sucesos de nuestra guerra incivil, comienzan su restauración y fundan las escuelas parroquiales para albergar a la chavalería. Le encargan a Estanislao que de clases de música a los niños, y este termina fundando una escolanía de prestigio. Son los años cincuenta, continuamos en la depresión que arrastramos de la guerra, pero en el Albayzín se aprende música y se canta, gracias a los Peinado y muy especialmente, a Estanislao que brega con los más jóvenes.
El éxito de la empresa anima a nuevos y más grandes proyectos y fundan el Coro de El Salvador, una formación de acreditado prestigio con eco temprano fuera de Granada. El coro de Estanislao, ha tenido desde su fundación una colaboración y presencia continuada con nuestro Festival Internacional de Música y Danza. Otras han sido las realizadas en TVE, en el Círculo Medina Elvira de Madrid, en la Cátedra Manuel Manuel de Falla de la Universidad de Granada o en numerosas actividades organizadas por el ayuntamiento de Granada. Las propias palabras de Estanislao Peinado, definen el rigor y la altura de su obra:
“He hecho todo lo posible para que en cada concierto se respeten cada palabra, cada tilde y cada coma. Siempre he seguido a rajatabla la máxima de San Agustín que dice que, si la música no está de acuerdo con el espíritu de la letra, que se calle la música. Y desde luego nunca he caído en la tentación de cantar cosas baratas en el mundo de la música religiosa. No podemos cargarnos lo que hace tantos siglos un monje compuso tras pasar mucho tiempo encerrado en su celda.
Siempre se consideró discípulo de Ruiz Aznar , en lo que respecta a la música y del Padre Manjón en lo pedagógico. Ha sido un lujo de Granada.
AL VOLANTE DE LA VIDA
Aquella niña que tenía que hacer todos los días kilómetros para asistir a la escuela, tenía madera de mujer valiente y pionera. A los niños se les ve venir desde chicos. Por eso ahora el reconocimiento recibido es justo y gratificante. Elena Morón se formó, al mismo tiempo que colaboraba en casa al cuidado del ganado. A la edad adulta, también sufrió los sinsabores de la emigración forzosa junto a su marido. El trabajo en Alemania durante nueve años fue duro, pero tuvo la recompensa del regreso, con la posibilidad de adquirir licencia para un taxi, que la convirtió en la primera mujer taxista, claro que eran años en los que ver a una mujer al volante, despertaba toda clase de recelos, y tuvo que completar su labor dedicándose a la costura, de lo que se deduce, que a Elena nada la retrae, y con su testimonio de trabajo, deja claro que cuando una mujer se lo propone, por muy machista y retrógrada que sea la sociedad, su voluntad va por delante. Su vida es un ejemplo para las mujeres jóvenes que se amedrantan a las primeras de cambio, necesitamos muchas Elenas para romper los techos transparentes. Enhorabuena.