miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL DUQUE DEL ALBAYZÍN

EL DUQUE DEL ALBAYZÍN Tito Ortiz.- Era su consulta, un remanso de paz en la bulliciosa calle Pagés, del Albayzín. Cuando entrabas, el recibidor era humilde, con las revistas atrasadas de la época, pero cuando, don Antonio, “el médico del Albayzín”, te hacía pasar, aquello era otra cosa. Su primer consejo era siempre, que había que tranquilizar los nervios. Que la vida había que tomársela con otra filosofía, que debíamos esforzarnos en aplicar a la cotidianidad, otro “tempo”, para poder sobrellevar la vida de gente pobre y, estresada por el pluriempleo y las obligaciones en casa. Don Antonio, fue un adelantado a su tiempo, detectando en los años sesenta lo que ya iba a ser el mal de nuestros días, el maldito estrés, por mucho trabajo, por muchas obligaciones familiares, por penurias económicas, o por paro contumaz, que prolonga el desempleo y el desaliento en las gentes de bien, machacados por una crisis inventada por banqueros, con la complicidad de unos políticos corruptos, a cuyas casas no ha llegado la estrechez monetaria, porque bien que se han guardado sus señorías, de que los únicos que paguen ésta crisis inventada por ellos, seamos nosotros, los pobres de a pie, mientras ellos nos prometen durante lustros, que nos vana sacar de ésta. ¡Dios nos libre de ésta y de ellos!. Decía don Antonio, cuando te sentaba en su consulta, que ya estaba bien de Optalidones y Bellergal. Que escucharas la música, porque sonaba en el ambiente, un viejo tocadiscos, con un vinilo de 33 revoluciones, con los acordes de los grandes clásicos, antes de que Argenta los hiciera populares en las ondas. Era la de don Antonio, la única consulta de médico con música clásica de fondo, y era además, una consulta barata, porque listo como el hambre de sus pacientes, don Antonio cobraba según veía el nivel adquisitivo del enfermo, así que más de una vez salí de la mano de mi abuela de aquella consulta, sin que nos cobrara un duro, y además, con el cesto lleno de medicinas gratis, para que no tuviéramos que gastar en la farmacia. Era don Antonio un santo, al que media Granada le debe homenaje de cariño, y sobre todo, su barrio del Albayzín, al que tanto sirvió, con el ejercicio de su consulta privada, para pobres de solemnidad de aquellos tiempos, que éramos casi todos. Era don Antonio, un ciudadano ejemplar, con una vocación extraordinaria, por el ejercicio de la medicina enfocado a los más necesitados, y que solía disfrutar cada domingo desde la tribuna cubierta del viejo Los Cármenes, del juego de su Granada. Sólo en éste espacio y, cuando se trataba de sus colores del alma, se permitía don Antonio, sufrir la transformación del doctor, Yekyll a Mister Hyde, y soltar a los aires de Granada, su visión de la actuación arbitral, o de la contundencia física de algún defensa visitante, como por ejemplo, Benito, o el trencilla, Franco Martínez, que fueron objeto de sus decires, en presencia del que esto escribe, que se asombraba por el comportamiento de aquel aficionado enfervorecido, que durante dos horas, hacía olvidar de repente, aquel galeno tan bondadoso, que ejercía la caridad con los pobres en su consulta albaycinera y que tanto bien hizo, desde la generosidad más absoluta, por lo que yo pido para él, reconocimiento noble de que le sea concedido, el Ducado del Albayzín, por haber sido un gran médico, pero sobre todo, por haber dado testimonio con su prójimo, de ser sobre todo, un hombre bueno. Honor y gloria siempre, por los siglos de los siglos a Don Antonio, Él Médico del Albayzín, al que tantos vecinos debemos tanto, algunos, incluso la vida. Y junto a él, quiero también rendir homenaje de reconocimiento a un médico ejemplar de la seguridad social, del ambulatorio de Postigo Velutti, don Faustino, que vivía en la calle del Beso, junto a Plaza Nueva, en la puerta de al lado del Bar de Julio, y que si ya no era hora de consulta, te atendía en su casa a la que fuera, incluidos los Sábados y Domingos, y si además no podías permitirte un practicante, él mismo te ponía las inyecciones, e iba a tu casa si no te podías levantar de la cama. Y todo gratis y con una sonrisa. Como la que te ponía don Juan, Médico militar, que por la tarde pasaba consulta en su casa de calle Elvira, esquina a Joaquín Costa, en el piso que había sido de mí abuelo, Rafael Rubio. Don Juan, te atendía, te cobraba una miseria, o no, dependiendo de sí los semaneros habían pasado ya por tu casa, y no te quedaba ni para comer. Te daba las medicinas que sacaba de aquella vitrina blanca de su despacho, te ponía las inyecciones, te pasaba por la pantalla de rayos X, y te despedía en la puerta con una sonrisa, bueno, media sonrisa, porque don Juan vivía con la pena de no poder tener hijos, y aquello afectaba a la alegría de su rostro, pero no mermó nunca su bondad y generosidad, para con los vecinos pobres del Albayzín y los aledaños de plaza Nueva. Cuanto bueno hicieron los tres por los humildes, y que poco se les ha reconocido. Pero éstas tres batas blancas, merecen un lugar de honor en nuestro recuerdo. ¿Verdad vecinos?.

domingo, 23 de noviembre de 2014

“POLITERCOS” COMO UNA MULA

“POLITERCOS” COMO UNA MULA Tito Ortiz.- Como añoro aquel pesoe ecuménico, de la calle Águila, en el que lo mismo tenían cabida un viejo militante del Partido Comunista en la clandestinidad, perseguido y encarcelado por la Brigada Político Social de Franco, como Antonio Cruz, y la no menos socialista, Virginia, hija del teniente de la Guardia Civil, Prieto, que persiguió a tiros a los hermanos Quero por las calles de Granada, y que la noche del 23 F, vistió gabardina sobre el uniforme frente al Congreso. Un pesoe en el que se abrieron los brazos –entre otros- a los Guevara, y Quero, procedentes del PSP de Tierno Galván. Era aquel pesoe granatensis, un partido en el que todos los socialismos tenían su puesto, todos eran oídos, todos aceptados y todos en apuesta común por los dictados de Pablo Iglesias, - el de Casa Labra de Madrid, digo, no el capitán Poldark,- y la sociedad granadina que entusiasmada, despegaba hacia la etapa más brillante post dictadura. Un pesoe en el que los no militantes, éramos escuchados y consultados, en igualdad de condiciones, a la hora de valorar nuestros juicios y argumentos, sobre los temas más dispares, pero así se tenía en cuenta la voz de la calle, esa que ahora no llega a la Torre de La Pólvora, por el concepto endogámico de no tratarse más que entre ellos, sin admitir el contraste de pareceres como riqueza política e idearia, de las soluciones sociales a los problemas de los ciudadanos. El desconocimiento que de la realidad granatansis hacen gala ahora, es el producto de no rozarse con el contrario, o lo que es peor, no hablarse con el compañero que difiere. Pero el asunto comenzó a torcerse con la revolución de los catetos, y es que, los lados que forman el ángulo recto en un triángulo rectángulo siempre lo fastidian todo, incluso dan lugar a partidos unipersonales, hechos a imagen y semejanza de los mesiánicos disidentes, esos que yo he dado en llamar, “politercos” como una mula, que no admiten disciplina democrática de una organización, y registran la suya propia para eternizarse en la actividad política, rodeados de una corte plebeya, ayuna de inteligencia, y por lo tanto, dúctil como la plastilina, para ser moldeada a imagen y semejanza del guía omnipotente de las siglas. Que algún ejemplo de esto, nos queda por la costa granadina, reivindicando conducciones de la presa ruleña... por ejemplo. Cuando el pesoe pierde la calle – como ahora – ésta cae rendida en los brazos de la derecha. Ya lo dijo Fraga en 1976: “La Calle es Mía”, y aquel ministro de la dictadura que fundó Alianza Popular, para que la heredara su delfín, Antonio Hernández Mancha, era el mismo candidato con el que compartí un plato de morcilla en “Bienvenido” de Huétor Vega, donde nos llevó Kiki Díaz Berbel, para que don Manuel probara el mosto, en presencia de África Gran, Jorge Verstrynge y Kirkpatrick, con su sombrero de ala ancha, que le caía como a un santo dos pistolas, pero es que José Gabriel era así. Y a eso de la hora vespertina, cuando don Manuel había probado la salchicha, los chicharrones, las migas y los alcaparrones en vinagre, todo bien regado del caldo asalmonado de la tierra, vino en gracia el Kiki en imitar a Fraga, hasta tal punto acertado en tono y modismos, que el propio Fraga a punto estuvo de atragantarse con un torrezno, que por poco nos da la tarde. Eran los tiempos de Eladio Fernández Nieto y Arturo Pérez Arcas en el PSA, los de ballesteros o Javier Terrientes con mi inolvidable Pepe Guardia en el PC. Los de, Juan Tapia concejal en el ayuntamiento, de voz recia, que siempre tenía un caramelo a mano para ofrecerte: Niñico, toma un caramelo, niñico. Señores de la política sin distinción de partidos. Personas humanas con la educación por bandera, que sin renunciar a sus convicciones políticas, hacían gala de un comportamiento ejemplar entre iguales y con los contrarios. Ahora los políticos no difieren en sus argumentos, ladran, cada cual, con mayor potencia y desvergüenza, porque ahora no hay que convencer con la razón, hay que humillar al contrario con el ensañamiento propio de quién sin educación ni respeto, se hace oír más por el volumen de su voz, y sus incívicos ademanes, que por lo acertado y conveniente de sus razonamientos. Ahora en política, no priman los argumentos, lo que se lleva es un buen despacho de abogados, para salvar a tanto político corrupto de las garras de la justicia, siempre tan lenta, pero siempre tan segura. Tan falta de medios, premeditadamente, porque al carecer de ellos, y depender éstos de los políticos, no les son concedidos a los señores de la toga, para así, impedir mayor diligencia en sus actuaciones contra la clase política, que es ahora mismo la que copa los juzgados, de un país que ha sido esquilmado por ellos y en compañía de otros, otorgando así a las criaturas de bien tal descreimiento y desconfianza en sus políticos, que algunos ya preferimos ser gobernados por Diego Corrientes o José María “El Tempranillo”. Al menos éstos, robaban a los ricos y lo repartían entre los pobres. Honor y gloria a los bandoleros, antes que a ciertos políticos.