martes, 2 de mayo de 2017
CUESTIÓN DE CIVISMO
CUESTIÓN DE CIVISMO
Tito Ortiz.-
Con lo satisfecho que se queda uno, cuando ejerciendo su profesión de periodista llama la atención de los políticos, y el mal sabor de boca que te queda, cuando hay que llamársela a los ciudadanos. Como buen cateto granatensis, me he dado una vuelta por el Centro Comercial Nevada, para curiosear y comprobar su grandeza, observando con tristeza, que la falta de educación en el ser humano, no tiene límites. En el aparcamiento interior, me he encontrado coches utilitarios, ocupando dos plazas, como si se tratara de un tráiler. En el exterior, repartidos por el suelo a discreción, los carritos de la tienda de bricolaje, con los que se lleva hasta el coche lo comprado, y que en lugar de devolverlos a su lugar de estacionamiento, algunos clientes abandonan en el aparcamiento, porque es mucha molestia llevarlos a su lugar. En ese mismo suelo, montones de colillas de haber volcado el cenicero del coche, pese a que a tan solo unos metros, hay papeleras para todos los gustos y tamaños. Compresas de criaturas humanas, condones, pañales de bebés con su caquita y todo, más una legión de bolsas de chuches, pipas, patatas fritas y otros aperitivos, donde no faltan los consabidos chicles bien pegados al asfalto, que luego te llevas en la suela. Fuera del recinto y en lugares de la capital, veo bolsas de basura doméstica, taponando las papeleras públicas, porque al vecino o vecina, le cuesta mucho trabajo depositarla en el contenedor al efecto, que dista de su portal una decena de metros. ¿Para qué se va a dar esa caminata? Si tiene una papelera al salir de su casa.
En los autobuses, prolifera cada vez con mayor frecuencia, una especie humana que ocupa dos asientos, poniendo los pies donde tienes que sentarte, o bien existe también la modalidad de poner las piernas sobre el respaldo del asiento anterior, de forma que su perfume te llega desde la altura de las orejas, directamente a la Pituitaria vía fosas nasales. Los miras, y parecen humanos, oye. Como los que circulando por el carril interior de una rotonda, te pitan a ti que vas por el de la derecha, porque quieren escapar en línea recta por la primera salida. En éste país, ¿no hay nadie que explique en condiciones a éstos sin mollera, como se circula en una rotonda? Necesitamos con urgencia, una ley que regule la venta de pintura en spray, o que pida el carnet de identidad a los que adquieren aerosoles con los que maltratan nuestros monumentos. Con su filiación, el número y código de barras de cada bote, tenemos localizados a todos los Velázquez y Rembrandt que maltratan nuestras fachadas, y que tanto dinero nos cuesta devolver a la normalidad. Por mucho que lo intento, no acierto a comprender, que pasa por la cabeza del que destroza el retrete de un bar o restaurante, arrancando la tapa, llevándose la escobilla, la bombilla de la luz y hasta el rollo de papel higiénico. Pertenezco a una generación que se divirtió durante mucho tiempo, leyendo las pintadas de los baños públicos, donde me he encontrado auténticas obras del ingenio, la lucidez y la más alta literatura, y me niego a qué lugar tan íntimo y noble, ahora parezca una escombrera bombardeada. ¿Hasta dónde puede llegar el hombre y su maldad infinita?
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