martes, 20 de febrero de 2018
UNIVERSIDAD
UNIVERSIDAD
Tito Ortiz.-
Llamarle “Universidad” a esta estación del Metropolitano, solo porque está en la puerta de la Escuela Técnica de Ingenieros de puertos, canales, túneles, puentes, subterráneos y voladizos, me parece excesivo. A mí me resulta como un apeadero, donde jóvenes mochileros se dejan la vista en el móvil, y con ayuda de los cascos el sentido de la orientación. La misma que hemos perdido en la familia y en la sociedad en general, consintiendo que los niños y adolescentes no imputables, se hagan los amos de las páginas de sucesos en los últimos tiempos, protagonizando crímenes y violaciones, ante el horror de todo un país que se ha quedado sin herramientas jurídicas y psicológicas, para combatir unos episodios dignos de una película de terror. Lo que hacen nuestros niños es simplemente imitar el comportamiento de los mayores, que no hemos sido capaces de hacerles ver donde termina la ficción y comienza la realidad. Donde lo aceptable y lo punible. Estamos criando a una juventud que en plena pubertad ya no tiene dios, patria ni rey. Que no obedece a los padres porque no nos escuchan, porque hacen lo visto en la Tablet, sin el menor sentimiento de culpa, que es una de las características principales de los psicópatas. No muestran empatía con las criaturas humanas, solo por los videojuegos. Ya no son los terroristas del espray de pintura contra el patrimonio, que Calatayud podría condenar a que limpiaran sus fechorías, se nos han convertido en auténticos delincuentes sin sentimiento de culpa, que lo mismo matan, que violan, o roban, a una sociedad que los ha dejado crecer asilvestrados, abocándolos a un sin futuro que ya está aquí. Si somos capaces de reconducir ésta lacra, necesitaremos tantos años como para acabar con la violencia de género, que ya se nos antoja un imposible. Los hemos dejado sin horizonte y ya estamos pagando las consecuencias. Todos somos responsables. Cuando un niño ve como su padre le pega al médico de cabecera y, su madre hace lo mismo con su maestra, piensa que ancha es Castilla. Creo que es el peor ejemplo.
Desde la parada de “Universidad” lo que si podemos ver es el campanario del monasterio de San Jerónimo. Él fue un gran estudioso del Latín y del Griego, y le debemos una Biblia recopilada que ha llegado hasta nuestros días, que a más de uno nos ha servido como herramienta fundamental para comprender muchas cosas. Lástima que en ella no encontremos consuelo para tanto despropósito en la ciudad de La Alhambra, como, por ejemplo, que un exalcalde esté imputado junto a sus incondicionales por asuntos de urbanismo, en el que su propia casa no es un ejemplo. Que los vuelos en nuestro aeropuerto – después de venderlos a bombo y platillo - aparezcan y desaparezcan como el Guadiana. Que las chumberas de nuestra tierra se nos estén muriendo, después de siglos formando parte de nuestro paisaje más internacional. Que mujeres con un ramito de romero, acosen a nuestros turistas y les lean la buena ventura, dando una imagen poco internacional de la ciudad de la belleza y el arte que es Granada. Ya podríamos ir copiando para todas nuestras carencias, del gran éxito – contra todo pronóstico hostil y político – que ha supuesto la puesta en marcha del metro, pese a que nuestra felicidad nunca es completa, porque si de raíles hablamos, echamos de menos desde hace años los del tren, de alta velocidad o no, pero Granada necesita un tren cuanto antes. Granada vive en si misma tan prisionera, que solo tiene salida por las estrellas. Ay, Carlos, cada día estás más vivo.
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