viernes, 23 de agosto de 2019

¡¡BARQUILLOS DE CANELA!!

¡¡BARQUILLOS DE CANELA!!

Con este pregón están rellenos, gran parte de los recuerdos de mi infancia, que discurren por las calles del centro histórico de Granada  y el Paseo del Salón.

Tito Ortiz.-

Hombres de chaqueta blanca inmaculada, con una bandeja repleta de barquillos sujetos por una goma, los pregonaban desde el Zacatín a La Carrera, hasta llegar al paseo del Salón, donde en el lugar que hoy se encuentra la desproporcionada fuente de Las Granadas, se hallaba el monumento a Colón y la reina católica que hoy preside el inicio de la Gran Vía, formando una T invertida con Reyes Católicos. Junto a la reja que protegía el conjunto monumental, se apostaban criadas con niños de la mano, soldados que disparaban sus requiebros con promesa de vicaría, y los barquilleros más acreditados del lugar, con su cajón ruleta que tanto nos encandilaba. Mi inocencia de niño hacía un mundo de ilusión del momento en el que mi padre, que ya había entregado los dos reales al hombre, me daba permiso para hacer girar la ruleta a ver si tenía suerte y me tocaba un barquillo. Y la suerte siempre estaba conmigo, porque cayera en el número que cayera, cuando la rueda dejaba de girar y se paraba, yo dejaba de respirar deseando escuchar al barquillero la famosa frase: ¡Campeón que suerte tienes! Aquí está tu barquillo.

UN MANJAR

Los barquillos son unos dulces de masa de trigo horneados sin levadura y endulzados con azúcar y miel. Su presentación es, plana, fina y, por la forma del molde, adquirían un perfil acanalado similar a un barco, de donde viene su nombre. También, se presentan en forma de canuto. Se trata de una oblea que a todos los niños nos ha gustado, y que conseguíamos siempre como premio a nuestro buen comportamiento, buenas notas, o efeméride notable. Su fabricación artesanal, sobre las redondas láminas metálicas al fuego requerido, permiten que cada artesano confeccione la masa con los ingredientes tradicionales, pero ya sea por el equilibrio entre ellos o el tiempo de fuego, se puede asegurar, que, existen tantos barquillos distintos como artesanos los hacen. Tradicionalmente, los barquilleros llevaban sus cestas con barquillos y una ruleta en la que los compradores podían probar suerte. El juego consistía en dar vueltas a una rueda que apuntaba a diferentes números. Si había varios participantes, el que sacaba la cifra menor, pagaba todos los barquillos. Si era una sola persona, pagaba unas monedas y tenía derecho a llevarse un barquillo en cada jugada, salvo cuando caía en la casilla del clavo, en cuyo caso perdía todo lo ganado.

TRADICIÓN Y CASTICISMO

Los barquilleros en Granada fueron desapareciendo de nuestras calles, aunque en otros lugares, como Madrid, se han reconvertido en personajes a proteger con gran aceptación entre los turistas. Además, la figura del barquillero ha sido muy arropada y promovida por el teatro castizo y tradicional, y muy especialmente, por la zarzuela, cuyo género musical ha introducido a estos personajes con su dulce oblea, formando parte de sus argumentos. Incluso creadores prestigiosos como el mismísimo maestro Chapí, le dedicó toda una obra al singular personaje del barquillero.
“El barquillero” como decíamos, es una zarzuela en un acto, y tres cuadros, en prosa y verso con un texto original de José López Silva y José Jackson Veyán, con la música del genial, Ruperto Chapí, que fue estrenada  el 21 de Julio de 1900 en el Teatro Eldorado de Madrid. La obra muestra el buen fin de los amores de Socorro y Pepillo (El Barquillero), obstaculizados por Lunaritos, un chulo al que, como tiene “chismitos” ve con buenos ojos Prudencia, y protegidos por el cabo de caballería Melgares. Este esquema tan simple es aprovechado por los libretistas para hacer una magistral pintura de tipos netamente humanos, como la presuntuosa e interesada Prudencia, el chulo Lunaritos, el simpático y algo creído cabo Melgares, pero sobre todo luce la nobleza y simpatía de los protagonistas. En la obra destacan tres números fundamentalmente, el dúo de Pepillo y Melgares “Mi oficio es el oficio más desahogao”, que nos ofrece un paseo por diversos ritmos hispanos  como la marcha, el pasodoble, la polka, la habanera o el zapateado; la romanza de Socorro “Cuando está tan hondo” inspiradísima y de gran mérito y, la serenata de barquilleros “A falta de bandurrias” que para algunos es el número grande de la obra y con el que consiguió Chapí su aspiración de que el público saliera a la calle tarareándolo. ¡Al rico parisien!

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