sábado, 10 de agosto de 2019

LUÍS CROVETTO, CABALLERO DE LA VOLAERA

LUÍS CROVETTO, CABALLERO DE LA VOLAERA

De educación victoriana y modales dieciochescos, Luís Crovetto fue todo un señor.

Tito Ortiz.-

Hubiera sido un gran actor porque, cuando él llegaba se llenaba la escena y las miradas se volvían a su persona. Se lo ganaba a pulso y sin efectismos. Luís Crovetto Martínez te conquistaba en las distancias cortas, porque era dado al saludo opulento y la reverencia palaciega, acompañados de una sonrisa franca, abierta, de brillo en los ojos, palmada en la espalda y voz abovedada. Diríase que su acción, denotaba una personalidad de guardia baja ante los demás, con la franqueza por delante y la preocupación constante y eterna de que todos los que le rodeaban, estuvieran bien y se sintieran arropados e importantes. De trato dinámico y educación victoriana, Luís en su juventud, frecuentó “El Tontódromo” y en el aprendió a bailar con Eduardo y Los Windi’s, en las instalaciones del Real Aeroclub de Puerta Real, junto al Campillo. Romántico, galante y gentil, Crovetto fue siempre un caballero español, de los que se desenvuelven en cualquier ambiente con buenas formas, corrección, y trato exquisito. Trabajo y familia ocuparon siempre su agenda, y de entre sus aficiones, destacan aquellas que guardaban – en su mayoría – relación con sus conocimientos laborales, aunque sus conocimientos iban más allá. Podías hablar con él de música, o, mejor dicho, de todas las músicas. De pintura, sabiendo que tiraba bien de lápiz, y de la literatura de todos los tiempos. También dedicaba algunos minutos al día a, estar bien informado de toda la actualidad, de manera que era difícil cogerle en un renuncio informativo.

ETERNO ESTUDIANTE

Cuando tuvo que elegir su formación, no lo dudó, aún a sabiendas de que se metía en un terreno, que lo obligaría a estar poniéndose al día permanentemente. Un Ingeniero Técnico Industrial, formado en los años sesenta y setenta, corre con el hándicap de manera consciente, de que no dejará de estudiar en su vida, si es que pretende ser un profesional de éxito, como ha sido su caso. En él lo de la formación continuada, formaba parte de su existir, y lo llevó siempre con naturalidad, siempre abierto a las nuevas tecnologías, y los nuevos avances en la investigación de su gremio. Su empresa SOTEC, fue la ilusión de su vida y la niña de sus ojos. De su solvencia profesional no hay ni que hablar, dada su entrega y pasión al trabajo. De ahí que tanto en España, Europa o Estados Unidos, tuviera contactos profesionales, que confiaban ciegamente en su solvencia y capacitación. Tuvo que hacer la travesía profesional de apretar tuercas y soldar con estaño, a incorporar modernos chips con sus placas de silicio y sus microcircuitos electrónicos, pues no hay que olvidar que, durante sus años de actividad profesional, los avances en la tecnología industrial se han disparado más que en todos los tiempos, y a una velocidad de vértigo. Empresario valiente, fue uno de los primeros, junto con su compadre Luís Curiel, que se atrevieron a poblar el entonces desangelado, Polígono Industrial de Juncaril, sufriendo durante décadas sus carencias de infraestructuras, pero nada se le oponía a sus ganas de trabajar y confianza en un futuro mejor.

HILAS Y GRASA

Amante y conocedor de todo aquello que llevara un motor, y mucho más si se desplazaba o incluso, volaba, no era infrecuente verlo con mono azul de mecánico, un manojo de hilas en el bolsillo y grasa en las manos, reparando, acondicionando o perfeccionando objetos tan dispares como un reloj o, una avioneta. Luís Crovetto Martínez, Caballero de La Gran Orden Aeronáutica de La “Volaera”, ponía a punto con total solvencia cualquier artefacto que cayera en sus manos, sin importarle el tiempo que le llevara el asunto. Comandante piloto, gracias al genial Manolo Echebarria, que a tantos ha enseñado a volar, y a Manuel Donaire, junto a Pepe Cuesta señor de los minuteros y segunderos. Y todo con sonrisa franca, irrepetible sentido del humor. Regalando amistad sincera, de esa que siempre queda por mucho que pase el tiempo. Crovetto, está ahora haciendo acrobacias por el cielo, y nosotros, sus amigos, lo tenemos más presente que nunca, porque nos falta. Porque echamos de menos su abrazo, su apretón de manos, su risa a carcajadas y su hombría de bien. Hay gente que no se va nunca… y eso es lo que hay.

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