Tito Ortiz.-
Que nadie te engañe. La única ventaja que tiene estar más cerca de los setenta que, de los sesenta, son los viajes del IMSERSO, los descuentos de la agencia del Corte Inglés, y que algún adolescente de los pocos que quedan educados, te ceda el asiento en el bus o en el metro. Lo demás todo son desventajas y deterioros varios. Sirva como ejemplo algo tan pueril como morderse la lengua. Y no hablo de callar ante una felonía más de nuestros políticos, sino de ese momento inesperado y sorpresivo, en el que los dientes aprisionan la lengua por sorpresa y, soltamos un ramillete de blasfemias, mientras por unos minutos, somos incapaces de articular una palabra medianamente entendible, como si la lengua se convirtiera en una alpargata de paño viejo dentro de la boca. Durante nuestra juventud o adolescencia, cuando te mordías la lengua, en décimas de segundos una reacomo cción de tu cerebro se ponía en marcha, de tal forma que los dientes no llegaban a aprisionarla del todo, y como un resorte, el maxilar se soltaba para no dañar al órgano responsable de tantas cosas entre otras, la palabra. Ahora cuando te la muerdes, los reflejos son tan lentos, que te das cuenta cuando notas el sabor de la sangre en la boca, y el dolor insoportable invade todo tu cuerpo, hasta el punto de, hacerte temblar las piernas y buscar algo para sentarte. Un disparate si tenemos en cuenta que, lo que te duele a rabiar es la lengua y no el culete. ¿Por qué a los viejos, cada vez que nos pasa algo, siempre hay un buen samaritano con la puñetera manía de sentarnos donde sea, si a lo mejor lo que nos ha pasado es que se nos ha quedado encajada una ceja, a lo Carlos Sobera? Morderse la lengua sin querer al masticar un chicle o un pistacho, no es un accidente. Es un castigo divino por algo malo que has hecho en esta vida, y que - según mi abuela – tienes que pagar antes de irte de ella, porque lo del purgatorio y el infierno no se ajusta a la realidad, vamos que no existen. De aquí se va uno limpio como la patena.
Siempre me ha llamado la atención la habilidad de la lengua para zafarse de las acometidas de los dientes, ya sea durante la masticación o la oralidad, y librarse así de los mordiscos. Esa perfecta capacidad de retracción, para mantenerse a salvo y así no sufrir las acometidas de los incisivos y los caninos, es propia de un órgano inteligente y perfectamente engranado para salir indemne de dos acciones que, el cerebro lleva a cabo con rapidez inusitada y de la que en pocas ocasiones somos conscientes. De esta manera es fácil comprender, como políticos de tres al cuarto, que son la mayoría de los que nos representan, cada vez dan peor imagen de la correcta utilización de la lengua. Para empezar, la mayor parte no saben valorar la importancia de un silencio a tiempo, que sin duda es una victoria. Un buen porcentaje de sus señorías, no tienen la formación mínima exigida para ejercer sus funciones, de ahí que sea fácil descubrir sus carencias, porque por la boca muere el pez. Castos oídos y ciudadanos juiciosos, valoraríamos mucho si gran parte de nuestros políticos se mordieran la lengua, antes de hacer el ridículo nacional, ya sea en un telediario o en el hemiciclo. Estamos de nuevo en campaña, y estoy seguro que a lo largo de las próximas semanas, nuestros políticos nos darán, razones más que suficientes para que se hubieran mordido la lengua. Que pena de nivel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario