martes, 7 de julio de 2020

BOTE, REBOTE Y REBROTE

BOTE, REBOTE Y REBROTE

Tito Ortiz.-

Lleva la provincia granatensis varias semanas, a la cabeza de los rebrotes, que eufemísticamente, estos hijos de la inopia que nos rebotan cada vez que hablan, los llaman ahora “clúster”, en un afán de que nos demos por vencidos y, no rebotemos más, buscando significados con los que camuflar una verdad aterradora. El virus no se ha ido, pero la solidaridad de algunos ciudadanos, sí. Y su responsabilidad, también. No puede salirle gratis a estos desaprensivos que nos infectan a trocho y mocho, realizar barbacoas, botellones, o cualquier celebración que se les antoje a los descerebrados, que por edad y condiciones no sufren la enfermedad, pero sí que nos la contagian a los demás, y a algunos los mandan para el otro barrio, desde la más absoluta y flagrante discapacidad social, carente de todo remordimiento. Pido prisión incondicional y sin fianza para cada uno de ellos, e igualmente, para todos esos artistas que llevan la mascarilla en el brazo, a modo de capitán del equipo, importándoles un bledo lo que pueden aspirar o soltar por esa boca, convertida en ocasiones en, la cloaca de los infiernos cavernosos de Belcebú, que amén de los contagios, ya ha mandado al cementerio en éste país a treinta mil inocentes, que no le habían hecho daño a nadie unos, y  otros que dieron su vida por salvar a los infectados, pereciendo en el intento. Haber olvidado tan pronto lo que hace solo tres meses hemos vivido, me parece el mayor error que estamos cometiendo todos, y algunos ciudadanos, los primeros.
De qué sirven los lutos oficiales, los homenajes a las víctimas, las misas en su memoria, si a la primera de cambio abarrotamos discotecas y chiringuitos, restregándonos todo lo que podemos y más. Si no guardamos la distancia en las playas, ni en la cola del pan. Si aguardamos a que se levanten de la mesa en una terraza, tosiéndoles por encima del hombro en la bebida, es fácilmente comprensible lo de la nueva normalidad, o sea, toda una anormalidad como la copa de un pino, en la que nos estamos jugando la vida, incluso la de algunos que no conocemos, con una carencia de remordimientos, de responsabilidad cívica, que raya en la psicopatía. No me atrevo  a poner aquí algo referido a la solidaridad, la responsabilidad humana o el amor fraterno, porque me temo que el ataque de risa que puedo provocar en, estos desaprensivos que acabo de retratar puede ser tan grande, que algunos puedan contagiarse entre provincias sin necesidad de desplazamiento. Estos cavernícolas que, cada día abren los telediarios y copan las primeras páginas de los periódicos, haciendo de su capa un sayo, despreciando al resto de la humanidad, son los mismos que al principio del confinamiento, ponían panfletos ofensivos en buzones, ascensores y rellanos de escalera, pidiéndoles a las cajeras de supermercados, médicos y enfermeras, que abandonaran sus hogares porque podían contagiarlos a ellos. Gentuza sin corazón, que ni siquiera tienen la decencia de confinarse entre la mierda de un síndrome de Diógenes.

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