ME SIENTO MAL
Tito Ortiz.-
Desde que el cordobés, Jesús Ramón rige los destinos de la sanidad andaluza, vamos de “bar” en peor, que diría Paco Espínola. El estruendoso fracaso de su plan de choque para acabar con las listas de espera, no tiene precedente en la historia de la sanidad pública, y ya es tarde para echarles la culpa a los socialistas, a pesar de la pandemia, que por cierto, también se le está yendo de las manos, y de qué manera. Ayer pedí cita telefónica con mi médico de familia, porque tengo prohibido ir a mi centro de salud, y me dicen que me llamará dentro de doce días, y que además, es muy posible que como hace unos meses, no sea el quién me atienda, sino un sustituto, que no me conoce de nada, ni mi historial, ni falta que hace.
La sanidad andaluza hace aguas por todas partes, con una sangría permanente y abultada hacia la sanidad privada, pretextando el reducir unas listas de espera que ya traspasan la astronómica cifra del millón de criaturas humanas, que aguardamos pacientemente recibir una asistencia a la que tenemos derecho, minutos antes de que llegue el de la funeraria a tomarnos medida y preguntar si el ataúd es para enterrar o incinerar. Ese es el resultado de la pírrica gestión de Jesús Ramón, por mucho que nos venda, él y su cardenal Richelieu, que los sanitarios contratados para acabar con esto se cuentan por miles. Muy al contrario y nuestro pesar, tenemos que averiguar a hurtadillas, porque a esto no le dan publicidad en la rueda de prensa de los martes del terror tras el consejo de gobierno, que se pone en marcha – una vez más – un plan de choque para acabar con las listas de espera, en el que – que casualidad- se le duplican los millones asignados a la sanidad privada, con respecto a la pública, para paliar el retraso en la asistencia médica de los andaluces, que ya nos pasa como con la asistencia domiciliaria, que morimos antes de que nos llegue.
Estamos hablando de unos ciento treinta millones para que las clínicas privadas asuman lo que no pueden hacer los hospitales públicos, y unos setenta para callar la boca de estos últimos y vean que desde la consejería se piensa en ellos. El despropósito es tan grave y manifiesto, que en cualquier otro país civilizado esta decisión daría con sus responsables en la cárcel y por mucho tiempo. Pero aquí nunca pasa nada. Cuando gobierna el PP., los millones que se desvían a la sanidad privada, sonrojarían a los ilustrados más lerdos, pero aquí se da todo por bien hecho, bajo la promesa de que se aliviarán las listas de espera. Una falacia más y dentro de unos meses un nuevo plan de choque para calmar a las huestes. Los centros de salud permanecen cerrados o a media luz. Para que te cojan el teléfono tienes que hacer una novena a santa Rita abogada de los imposibles, y la oposición… ah, la oposición, ni está ni se le espera. A morir tocan. Ya están doblando por mí.
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