martes, 28 de septiembre de 2021

AUDITAR AL AUDITOR

 AUDITAR AL AUDITOR


Tito Ortiz.-


Es patente que, cada vez más, nos encontramos en éste país con empresas consultoras a la carta, imparciales al mejor postor, que te auditan lo que quieras y te arrojan el resultado que más convenga a quién paga el trabajo. Últimamente los casos son tan evidentes y descarados, que el Gobierno andaluz debería hacer acto de constricción y sobre todo, transparencia, contándonos a todos el dineral que se están gastando desde que accedieron al poder, en sienes y sienes de auditorías de todo tipo y condición, pagadas por todos nosotros, y que – curiosamente – todas arrojan el resultado de una mala gestión socialista, y un canto de esperanza hacia la privatización de lo auditado, para que sus primos se hagan con el negocio que siendo público funciona.

El cardenal Richelieu encargó auditar a la RTVA, y los resultados de los sesudos auditores, es reducirla, adelgazarla, evitar productoras “pata negra”, enchufes y exceso de plantilla. Peinar canas me permite recordar, que eso mismo le dijeron las auditorias, a su compañera de partido, Esperanza Aguirre, y cuando tomó las riendas de Telemadrid, quitó a los anteriores y puso a los suyos, echó los cimientos para crear un pufo económico y profesional, de unas dimensiones astronómicas, incomparables con lo anterior encontrado, dejando el nivel de profesionalidad por los suelos. Tratándose del partido popular, la culpa siempre es de los socialistas, un discurso tan manido, recurrente y falto de rigor, que ya es una caricatura repetitiva a lo largo del tiempo. La experiencia demuestra que cuando el partido conservador sale de la instituciones, el nivel de enchufismo y corrupción, es muy superior.

Una muestra más de las auditorías a la carta porque, para eso las pagan ellos, aunque sea con nuestro dinero, es la última publicada a cerca de Cetursa. En ésta el asunto huele tan mal, que incluso se permite la empresa auditora, decidir de donde tiene que venir el capital inversor, un asunto éste que ya invita a la hilaridad. Deducen los inteligentes auditores, pagados por el partido popular con nuestro dinero, no solo que se necesita aportación de capital, sino que, y esto es lo grave, éste debe sur privado. Ahí queda eso. Que les importará a ellos de donde venga el capital, si lo que se necesita es que venga. Pero con esta afirmación, el cardenal Richelieau y los suyos, tranquilizan las conciencias, e invitan a los suyos a que inviertan en Sierra Nevada para ir dando pasitos a la privatización, como ya hicieron con la sanidad madrileña y otras empresas  muy apetecibles de capital público. Ésta auditoría, concuerda perfectamente con esos otros estudios de amigachos y parientes, que se empeñan en que el futuro de Sierra Nevada pasa por la ampliación de las pistas y la construcción de hoteles camuflados entre “obritas” de servicios, pero de instalar un hospital en la estación y un parque de bomberos en condiciones, de eso ni hablamos, que tontería.

Respaldar decisiones políticas contra natura, amparados bajo el paraguas de una auditoría encargada a la carta, es algo tan ruin y mezquino, que debería tener consecuencias penales para quién la encarga, la realiza, y puestos a pedir, debería penalizar en las urnas a estos caras, pero eso sí que es pedirle peras al olmo. Que sea una auditoria la que aconseje que, la alhambra absorba a la Fundación Rodríguez-Acosta, es incluso de mal gusto. ¿Dónde queda la imparcialidad?

martes, 21 de septiembre de 2021

TALÍA

 TALÍA


Tito Ortiz.-


En aquellos tres años de prácticas, en el Pabellón Psiquiátrico junto al Hospital Clínico, bajo el blasón académico de Carlos Ruiz Ogara, yo no fui para él más que, un alumno en prácticas ciertamente avispado, que formaba parte de aquel cortejo de batas blancas que, cada mañana, de manera ritual y religiosa, lo seguíamos habitación tras habitación, pasando consulta, revisando evoluciones, modificando terapias, aumentando o disminuyendo la medicación, y dando altas o condenando a la cronicidad a los irrecuperables. Todos le profesábamos una gran admiración, porque la certeza de sus diagnósticos y la eficacia de sus tratamientos, le hacían estar muy por encima de sus compañeros. Escuchar unos minutos hablar a, José María López Sánchez, sobre la mente humana, sus trastornos y síntomas, equivalía a un máster acelerado en Psiquiatría al alcance de unos pocos, que éramos su equipo multidisciplinar. Todos nos preguntábamos como no era catedrático todavía, pero era lo de menos, porque  los que ostentaban esa categoría académica en aquellos momentos, no le llegaban ni a la altura del test de Rorschach.

Era ahorrativo en el movimiento de los labios, hablaba en un tono bajo en ocasiones casi susurrante, lo cual era extraño en un brillante actor y director del TEU, heredero de Martín Recuerda, de José Tamayo, y tantos otros grandes de la escena, pero hizo de la Psiquiatría su pasión y la llevó hasta el extremo. De reconocido prestigio entre sus compañeros y superiores, le recuerdo sanando cabezas muy desequilibradas, como la de aquel catedrático de Psiquiatría que al perder unas oposiciones, también perdió la cabeza, y López Sánchez lo manejó con tal tino, que a los pocos meses, el catedrático volvió a su cátedra, para preparar de nuevo las oposiciones. Cada mañana al pasar consulta, nos obsequiaba con una lección magistral, de esas que no encontrábamos en los libros ni en los apuntes. Ser su alumno fue todo un privilegio.

Mi admiración por José María López Sánchez, tuvo años más tarde la justa recompensa de su amistad, gracias a que un amigo común, José María Guadalupe, mi compañero y maestro, nos sentó a la mesa para hablar de proyectos. Aquellas comidas y sobremesas, hablando de la ciudad y sus gentes, son inolvidables e impagables. Tuve la oportunidad de entrevistarle para Canal Sur, y de esa manera, seguir enriqueciéndome de su sabiduría. Nuestras citas a tres fueron periódicas, hasta que la mente se lo permitió. Curiosamente, la mente, esa que él conocía a la perfección, hasta el punto de dedicar toda su vida a repararla. De su sentido del humor solo puedo decir que ponía a prueba todas mis dotes de observación y audición, porque no subía el tono de voz, ni aplicándole una torsión testicular, ni cambiaba el semblante a la hora de la humorada, con lo cual, o lo enganchabas a la primera, o se te quedaba cara de pánfilo a las doce, como se me quedó a mí, cuando a centenares de kilómetros de  Granada, leí su esquela en nuestro querido periódico. José María López Sánchez, Psiquiatra y hombre de la escena, ha salido entre bambalinas haciendo mutis por el foro, con la discreción de un consagrado, sin quitarle el protagonismo al resto del elenco que permanecemos en escena aún, sin saber por cuanto tiempo. Menos mal que al haberse adelantado a los acontecimientos, cuando de nuevo volvamos a encontrarnos, nos tendrá ya preparados los papeles que nos corresponden a cada uno y, comenzaremos a hacer una primera lectura de la obra… bajo su dirección.

martes, 14 de septiembre de 2021

OTRAS PANDEMIAS

 OTRAS PANDEMIAS


Tito Ortiz.-


Esta pandemia ha venido para quedarse, y el que no quiera verlo, peor para el. Lo mismo que se van a quedar otras que la principal trae consigo. Me refiero a esa nueva visión que nos deja el asfalto y las aceras, salpicados de mascarillas de todos los colores, tamaños y formas, gracias a unos incívicos ciudadanos, que son los primeros en lamentarse y quejarse a la autoridad competente, de lo sucias que están las calles, porque no las limpian. Para mantener las calles en perfecto estado de revista, habría que tener detrás de cada ciudadano desaprensivo e insolidario, un asistente personal, que recoja las mascarillas que se arrojan al suelo, los chicles que se escupen, los pañuelos de papel y las colillas, por nombrar solo algunos de los despojos y restos que lanzamos al medio ambiente de los vecinos, para que carguen con nuestra falta de educación y, nuestros microbios contaminantes que propagan infecciones, enfermedades y dan un aspecto a nuestras calles de, vertedero insalubre, donde bacterias y roedores campan a sus anchas, gracias a la mala educación de las criaturas humanas.

Hasta qué punto la falta de higiene y plaguicidas está copando nuestra sociedad, que en plena sesión parlamentaria andaluza, una rata ha sembrado el pánico entre sus señorías, dejando escenas dignas de una película de Berlanga, ahora que celebramos el centenario del genio valenciano. En esta España de charanga y pandereta, donde un gobierno no es capaz de poner pie en pared contra la pandemia, y las sanciones impuestas a quienes se han saltado la norma, van a quedar en agua de borrajas tras las sentencias que nos vienen en cascada, es imposible pensar que el ser humano tiene algún futuro fuera del caos y la autodestrucción que, nosotros mismos estamos protagonizando. Asistimos con indiferencia a que países” europeos “ legislen contra el colectivo LGTBI, como si el asunto no fuera con nosotros y no se estuvieran vulnerando los derechos humanos. Pensamos que el maná convertido en los fondos europeos, va a solucionar la gran crisis económica, sin percatarnos de que los bancos se van a llevar miles de millones de esa tarta, solo por ser los mediadores oficiales imprescindibles para hacer el reparto del dinero. Una aberración sobre la que ningún gobierno de la vieja Europa ha querido decir ni pío, aceptando que se trata de un impuesto revolucionario, con el descaro más cruel jamás pensado. Los banqueros se llevan por la cara miles de millones de, un presupuesto dedicado a paliar a los más afectado por la COVID, y hasta los sindicatos miran para otro lado, sin poner el grito en el cielo.

No estamos indignados, estamos abandonados a nuestra suerte en un barco que camina sin rumbo, y lo que es peor, sin nadie al timón. Aquella Europa que con tanta ilusión acogimos en nuestra entrada, esperanzados a convertirnos en ciudadanos “normales”, es ahora la que nos obliga a comulgar con ruedas de molino, asfixiando nuestra maltrecha economía, racionando las vacunas que necesitamos, según su criterio, no el nuestro. Revisando a la baja – como siempre – nuestros planes de empleo y estrangulando nuestro sistema de pensiones para que cuando llegues a la jubilación, seas un usuario del banco de alimentos, y en pocos años, vayas rebuscando en los contendores de basura. Esa es la Europa que tenemos, la que nos ha defraudado a todos y la que nos hace preguntarnos cada día ¿Por qué, estamos en ella? Que alguien nos saque por favor.

martes, 7 de septiembre de 2021

LA CAPA, MATA

 LA CAPA, MATA


Tito Ortiz.-


En noches de calor como estas, mi abuelo, Rafael Rubio Carmelino, sentado en la mecedora en el patio del viejo Carmen albayzinero, con el botijo de agua fresca a su vera, y aquel soplador de esparto para abanicarse, que también servía para avivar el fuego en la hornilla de carbón, contaba a sus hijos, Rafael, María Victoria y Antonio, viejas historias de muertos y aparecidos, que siempre ocurrían en frías noches de invierno, bajo una lluvia torrencial, y así de tal guisa, parecía que las tórridas madrugadas, se llevaban mejor, a la espera de que la Torre de la Vela, diera el toque de ánimas, y entonces coger valor para pasar a los dormitorios a intentar coger el sueño, que siempre escapaba por la ventana.

Él utilizaba capa española habitualmente, y es posible que ese sea el motivo por el que yo heredé la vestimenta, de la que me siento tan orgulloso, y que hace ya algunos años, me permitió presidir su asociación en Granada. Y de capa va la historia porque, uno de los sucesos que el abuelo contaba, ante los ojos asombrados de sus hijos tenía mucho que ver con tan elegante prenda de vestir. Decía el abuelo Rafael que, a principio de siglo, una tarde de invierno que amenazaba lluvia, dos amigos subieron al entierro de un familiar al cementerio de San José, y acabada la ceremonia, volvieron sobre sus pasos para coger la Cuesta de Los Chinos, pero al inicio de esta, uno le dijo al otro: Un momento compadre, que el que va de entierro y no bebe vino, el suyo viene de camino, así que vamos a tomarnos aquí en el Kiosco de La Mimbre unos macetazos, vayamos a tonterías.

La tarde se fue oscureciendo, el cielo tomó el color de la panza de una burra, y el agua no se hizo esperar. La lluvia copiosa les embarraba los botines y mientras la esclavina de la capa se convertía en surtidor de agua, los compadres seguían bebiendo y bebiendo, porque con la que estaba cayendo, ¿dónde iban a ir? Y claro, con los efectos etílicos, vinieron los retos y porfías. Todo surgió cuando uno le dijo al otro que, era un cagón porque le temía a los muertos, y éste, lejos de amedrentarse, le dijo a su oponente, que en noche cerrada y con el aguacero que estaba calándolos, no sería capaz de subir a la puerta del cementerio y clavar un papel en el que rezara, que no temía a los muertos y no creía en aparecidos.

Al compadre le faltó tiempo para pedirle al camarero un papel, y quitándole el lápiz de la oreja escribió: ¡No me dais ningún miedo! Después solicitó de éste un clavo, un martillo, y encaminó sus pasos hasta la puerta del cementerio. Embozado hasta la frente, con la lluvia en sus ojos y los efectos etílicos en sus ademanes y pensamientos, clavó el papel en la puerta del campo santo, y cuando se disponía a salir corriendo, algo lo sujetó por la espalda, y fue tal el pánico que falleció al instante. En vista de que las horas pasaban y no volvía al kiosco, su compadre y dos camareros subieron a ver qué pasaba, y se lo encontraron muerto en la puerta. Con el nerviosismo, la borrachera y el miedo, no se dio cuenta de que estaba clavando el papel, pero debajo también estaba fijando el embozo de la capa a la madera, así que al intentar huir, quedó fijado a la puerta y el pánico hizo lo demás.