domingo, 6 de marzo de 2022

MUJERES EN MÍ VIDA

 MUJERES EN MÍ VIDA


Tito Ortiz.-


La primera vez que vi una mujer policía fue en El Nodo, estaba dirigiendo el tráfico en pleno Madrid, y aquellos conductores miraban con asombro, hasta el punto de que más de un alcance hubo por despistarse al volante. España estaba cambiando, pero hasta aquí no llegaban esos aires nuevos de sociedad avanzada. Algunos hombres se desternillaban de risa, cuando otros se atrevían a predecir que, en días no muy lejanos las mujeres harían la mili, hoy – afortunadamente – algunas lucen los entorchados de general. 

En Granada, no fue hasta el año en que Tejero y los suyos asaltaron el Congreso, cuando los periodistas fuimos convocados por Antonio Jara, para presenciar la toma de posesión de nuestra conciudadana, Inmaculada Fuentes, primera mujer que accedía a tan alta responsabilidad. Aquellos diecinueve años de un bellezón, con una melena rubia hasta la cintura, pero con uniforme de policía, suponía que muchos inadaptados a los nuevos rumbos sociales, volvieran la cabeza para mirarla, hasta el punto de tropezar con las farolas. Eran los tiempos en los que se iban cambiando las costumbres. Ya no eran Guardias Urbanos – de la porra en mi infancia – ahora eran Policía Locales, pero aun así, hubo cromañones que en su analfabetismo educativo y misoginia, aludieron a ella, indicando que su puesto era el de las faenas de hogar, y no el de autoridad competente.

Tras más de cuarenta años de servicio, Inmaculada es una hermosa realidad de que las cosas han cambiado. No todo lo que debieran, pero algo sí. Disfruta de tu jubilación, que te has ganado con tu esfuerzo y ejemplo de pionera.

ENRIQUETA

Conocí a Enriqueta Barranco, cuando en aquellos años ochenta del siglo pasado, seguía cada mes el embarazo de mí hijo Rafael Carlos, en el Ambulatorio del Zaidín, como antes lo llamábamos. Su profesionalidad, dedicación y entrega, me puso sobre la pista de una mujer que, amaba su profesión, que seguía formándose en los nuevos adelantos científicos de su vocación, con el mismo entusiasmo de los años juveniles cuando empezó la carrera y, con una conciencia de género fuera lo común, para los tiempos que corrían. Desde entonces no le he perdido la pista, la sigo en todas sus actividades, con ese orgullo silencioso de conocerla desde antaño y la valoro como ejemplo de mujer en un tiempo que fue de hombres, y que afortunadamente, ya no lo es tanto. Las cosas se van equiparando, aunque no a la velocidad que a mí me gustaría, pero mientras haya en activo mujeres como ella, la esperanza no está perdida. En era de involución, Enriqueta Barranco sigue en vanguardia, con una militancia y un testimonio ejemplar para futuras generaciones de mujeres importantes en nuestra sociedad. 

Soslayó todas las zancadillas que compañeros de profesión le pusieron para que fracasara en su intento de ser ginecóloga, en un mundo universitario médico machista, y sabe cómo nadie, ponerse al otro lado de la mesa cuando pasa consulta, haciendo desaparecer esa barrera  que suele separar en demasiadas ocasiones al médico del paciente, sabe escuchar al que tiene enfrente y eso en medicina, a veces no es fácil de encontrar. Su militancia femenina inseparable de su profesión, junto a la experiencia adquirida, dan una perspectiva de género a su labor, que la hacen un pilar imprescindible de esta sociedad actual, que no termina de despegar, en determinados segmentos.

DOLORES

Recuerdo con emoción, la primera vez que me enfrente a su pintura, que después plasmé como crítico de arte en el Diario Patria. Desconocía su obra y trayectoria, y debo confesar que, al ver nombre de mujer en aquella invitación para la inauguración de su muestra, preconcebí – craso error -que me enfrentaría a una dicción académica más de, aprendizaje en el bodegón,  paisaje y  retrato, moneda de uso corriente en aquellos setenta, en la asociación de amas de casa en la Gran Vía, o en la sala del Centro Artístico de la calle Mesones, entrando a la izquierda. Pero la sorpresa fue mayúscula, cuando comprobé ante sus cuadros que, tanto en la técnica como en la motivación plástica de lo allí representado, había una genialidad artística de mujer fuera de lo común, abierta a la modernidad, con un lenguaje moderno y proyectado al futuro, con una personalidad única, sin parecerse a nadie, y eso en aquellos años, siendo mujer, ya era la “releche”. La valentía de su creatividad, se abría paso en un mundo mayoritariamente masculino, con una dicción plástica bien diferenciada, orientada al futuro cromático, con valentía y decisión. Dolores Montijano, era en esa Granada aún por despegar en la pintura femenina, junto con María Trinidad Ximénez de Cisneros, “Manini”, la avanzadilla en la futura pintura con nombre de mujer que marcaría toda una época en Granada, poniéndola en el mapa de la actualidad pictórica internacional, pese al silencio que esta ciudad suele ejercer, sobre tan loables e imprescindibles iniciativas, aportaciones indudables al arte moderno con nombre de mujer. De ahí que tenga obra colgada desde, el Museo de Arte Moderno de Madrid, al mismísimo Ermtage, el de Arte Moderno de Santo Domingo. Su paso por el taller de Grabado de la Fundación Rodríguez Acosta, la hizo alcanzar niveles expresivos en el grabado, que resultaron frescos y novedosos en conceptos expresivos, que la han llevado a ostentar un puesto relevante en el mundo de la pintura, generada en esta tierra, con un lenguaje propio e imperecedero y, es que vivir en el Realejo…Imprime carácter, predisponiendo a la creación artística de indudable aportación.

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