PATRÓN DE GRANADA
Tito Ortiz.-
Aunque toda su historia está cuestionada, incluso por sesudos teólogos, ya sea la leyenda o lo que fuere, se dice que el uno de febrero del año cincuenta y cinco de la era cristiana, San Cecilio sufrió martirio hasta la muerte en la hoguera, arriba en nuestro Sacromonte, donde se veneran sus reliquias. Según una tradición cristiana medieval recogida en la leyenda de los siete varones apostólicos y el Códice Emilianense, documentos del siglo X basados en textos más antiguos, fue uno de los siete varones apostólicos, discípulos del apóstol Santiago, enviados a evangelizar a Hispania por san Pedro y san Pablo. Es considerado primer obispo de, Ilíberis y desde finales del siglo XVI venerado como patrono de Granada y su archidiócesis.
Así las cosas, los granadinos cristianos lo tenemos como tal, le rendimos culto, y aunque su día no sea fiesta local como en otros tiempos, la festividad se pasa al domingo siguiente, para darnos la oportunidad de subir las siete cuestas, visitar las catacumbas, y si el tiempo acompaña, echar un día de alegría y regocijo, recuperando tradiciones gastronómicas como las de saborear unas buenas “salaiyas”, habas verdes y tiernas de nuestra vega, y una raspita de bacalao, para aquellos que gustan de las emociones fuertes. Del control de avituallamiento se encarga la casa consistorial, con el reparto gratuito del condumio, y aquí recuerdo con emoción y cariño, aquellos años en los que mi inolvidable, Manolo Ocón, ayudado por una patrulla de funcionarios municipales, entusiastas de nuestras tradiciones, se encargaba de estas cosas, para que los granadinos pasaran un buen día, junto a la Abadía sacromontana. En aquel grupo de colaboradores desinteresados, siempre contábamos con la colaboración de Pepito el de “Los Diamantes” de la calle Navas, que se tiraba todo el día haciendo cientos de tortillas “Sacromonte”, como plato imprescindible por la festividad y el lugar, con la ayuda de voluntarios como, Jesús Luque, Antonio Valdivia, los hermanos Ortiz y José Carranza, “Wily”.
LITURGIA Y MÚSICA
En aquellos años de la transición política, cuando los socialistas llegaron al poder en la plaza del Carmen, capitaneados por, Antonio Jara, no fueron pocas las voces agoreras, que fueron publicando por los mentideros, que “estos” rojos, acabarían con la subvención municipal a la semana santa, y que no aparecerían en ningún acto religioso. Y nada más lejos de la realidad. En aquel ayuntamiento estaba como responsable de muchas cosas, el comunista, José Miguel Castillo Higueras, que una de las primeras decisiones que tomó con la anuencia de la nueva corporación, fue la de triplicar la asignación económica que hasta entonces recibían las hermandades, y la asistencia de la corporación, a cuantos actos religiosos tuvieran lugar como, San Cecilio, La Virgen de Las Angustias o El Corpus. Incluyendo como colaboración de la casa consistorial, la presencia de la Banda Municipal, donde destacaba la presencia de Carlos Atienza, como joven percusionista, y que hace pocos días se nos ha ido prematuramente, dejando un hueco imposible de llenar, en los corazones de quienes tuvimos la fortuna de gozar de su amistad. El ayuntamiento también incluía las actuaciones del Grupo Municipal de Coros y Danzas, que nos ofrecía la oportunidad de recordar todo nuestro folklore autóctono, incluido nuestro imprescindible, baile de “La Reja.” Y por supuesto, como dejan testimonio de la época, las fotos de ORFER, la corporación bajo mazas, asistía a los oficios religiosos en la Abadía, con gran protocolo y total solemnidad.
OTROS PATRONOS
Hay quién mantiene, que antes de san Cecilio, nuestro Patrón fue, San Gregorio Bético, Obispo de Elvira, en la provincia de Baética, de donde deriva su sobrenombre; murió alrededor del año 392. Primero vemos a Gregorio como obispo de Elvira (Iliberis) en 375; Lucifer de Cagliari lo menciona en su “Libellus precum ad Imperatores” (Migne P.L., XIII, 89 ss.) como el defensor del Credo Niceno. Demostró ser de todos modos, un ardiente oponente del arrianismo, defendió el Credo Niceno en el Concilio de Rimini, y se negó a entrar en ningún trato eclesiástico con los obispos arrianos Ursacio y Valente. De hecho, tomó la opinión extrema, junto con el obispo Lucifer, que era ilegal hacer avances a los obispos y sacerdotes que alguna vez se habían manchado con la herejía arriana, o mantener ninguna comunión religiosa con ellos. Todo apunta que fue un hombre de carácter, y que en algún momento ejerció nuestro patronazgo, antes de que se decidieran por san Cecilio. También hay nómina de “copatronos”. No son pocos los que adjudican este cargo de honor a, nuestro venerado San Juan de Dios. Cercana la Navidad de 1533, Juan llegó a Granada. Era un lugar bullicioso, hervidero de razas, encrucijada de culturas y creencias, paso obligado de los comerciantes, aventureros y pillos que deseaban partir hacia las lejanas tierras descubiertas por Colón.
Puso tienda en la Puerta Elvira, donde estuvo ejercitando su oficio de librero. Juan cambió de vida, y así, el 20 de enero de 1534, Granada hacía una fiesta en la ermita de los Mártires, en lo alto de la ciudad, frente a la Alhambra, en honor de san Sebastián. Predicaba un excelente varón, maestro en Teología, llamado el maestro Juan de Ávila. Sabía transmitir la palabra de Dios, certera y penetrante. Fue a escucharle mucha gente y, entre ellos, Juan. Salió de allí, transformado y decidido a emprender nuevo estado, dando voces, pidiendo a Dios misericordia, arrojándose por el suelo, lastimándose y haciendo duras penitencias. Los muchachos corrían detrás de él dándole gritos: “¡Al loco, al loco!”. Y a partir de ese momento, Granada fue su destino y su cruz.