domingo, 22 de enero de 2023

LOS ILIBERITANOS

 LOS ILIBERITANOS



Tito Ortiz.-


El pasado mes de diciembre, se cumplieron 44 años de aquella inolvidable exposición celebrada en el centro Manuel de Falla, que reunió, una vez más, aquella panoja de artistas granadinos, que en 1954, decidieron reunirse como grupo artístico de la tierra, para mostrar al mundo lo mejor de su arte. Eran alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde recibían clases del profesor de Historia del Arte, Marino Antequera, entre los que se encontraban Alfonso Domínguez, José Hernández Quero, José Galán Polaino, Antonio Moleón España, Miguel Moreno, Luis Soriano Quirós y José María Ysmér. En casa de éste último, tuvieron lugar muchas de las reuniones del grupo. Aunque palentino de nacimiento, Ysmér se formó en Granada y junto a otras actividades, destacó como acuarelista de prestigio internacional. Otro lugar de encuentro fue, el estudio de Miguel Moreno en la cuesta de Gomérez, sin olvidar las múltiples reuniones llevadas a cabo en el desaparecido, Café Suizo, de Puerta Real, esquina a Poeta Zorrilla.

Pronto se cumplirán siete años de la exposición que los supervivientes, celebraron en la galería Milenyum de la calle Puentezuelas, con la mirada nostálgica puesta en aquella primera muestra que, protagonizaron como grupo artístico, auspiciada también por Marino Antequera, en 1954, cuando el Centro Artístico Literario y Científico de Granada, se convirtió en la plataforma para dar a conocer al mundo, a los distinguidos integrantes del recién nacido grupo “Los Iliberitanos”.

DIVERSOS LENGUAJES ESTÉTICOS

Pese a tener casi idéntica formación académica, lo que hizo del grupo su mayor atractivo, fue la diversidad técnica y estética de su mensaje en las artes plásticas. En aquella mitad del siglo XX, Miguel Moreno – el benjamín del grupo –  el único escultor entre los convocados, ya despuntaba con una dicción plástica de los volúmenes, avanzada a su tiempo, sin rompimientos con lo académicamente correcto, pero con la frescura de un estilo artístico avanzado, con el que años después ha conseguido el reconocimiento internacional de su obra. Por cierto, que sigo sin ver su estatua de Gallego Burín por las calles de Granada, y creo que ya va siendo hora. 

José Hernández Quero, recibió las primeras enseñanzas artísticas de su vecino, Antonio Moleón, que lo llevó a la escuela de Artes y Oficios de Granada, y ya desde ahí, se proyectó al mundo, habiendo realizado su primera exposición individual, en el desaparecido Liceo de Granada, allá por 1957. En cuanto a Antonio, hay que destacar que ya en 1949, había expuesto en el Centro Artístico, en una muestra homenaje al paisaje granadino, y que su formación técnica le permitía abarcar diversas texturas plásticas, como lo demostró en las pinturas que en su interior, conserva el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada.

Cada uno de ellos tiene una brillante trayectoria en su historial, que los granadinos debemos tener muy presente, para no olvidar el reconocimiento debido a nuestros artistas. Pese a que el grupo se disgregó, como tal, en 1959, por razones de responsabilidades profesionales en otras provincias, nunca perdieron el contacto, y los que por razones de edad, ya no están con nosotros, sirven de nexo de unión con los que afortunadamente, aún viven, para recordarnos la brillante trayectoria de nuestros artistas.

LOS CEMENTERIOS FLOTANTES

Con tan sugestivo título, ha salido de la imprenta en ediciones Carena, la última poesía de mi hermano, Antonio Enrique, que desde su atalaya accitana, conmueve y convulsiona el alma de los sensibles a tan contundente mensaje. Obra de madurez compositiva, con las licencia que le permiten las anteriores, sin renunciar al mensaje eterno de la palabra directa al corazón y la mente, la obra encuadernada en el interior de, “Los Cementerios Flotantes”, requiere del lector una complicidad sin límites para ser entendida, y posteriormente degustada. Obra fresca y contemporánea, que abarca el total de los sentidos, necesariamente abiertos a una nueva dicción y una moderna estética, consecuente con lo que se espera de un autor formado para el siglo XXI. Dispóngase el lector pausadamente, a disfrutar de lo impreso, que a partir de ser leído, se convierte en inquilino perpetuo del alma receptora de tan contundente mensaje, solo apto para paladares finos y muy versados. Absténganse los amantes de los ripios y las rimas. El que avisa no es traidor.

EL PATITO FEO

Me conmueve comprobar como decenas de años después, la herencia del gran Hermenegildo Lanz, colaborador tantas veces de Federico García Lorca y Manuel de Falla, sigue intacta y en progresión constante. En días de belenes, me invitaron mis nietos a ver en el Centro Lorca, “El Patito Feo”, de la compañía Etecétera, y fue todo un disfrute y divertimento. Esta compañía cuarentona, sigue creando fantasías artísticas de un nivel que, traspasa nuestras fronteras, y que hace del teatro de títeres, un espectáculo multicultural, que abarca al gran público, poniéndolo a nuestra disposición con una generosidad artística, envidiable. Con el protagonismo de las marionetas –cristobicas que diríamos por aquí- son ensambladas perfectamente, una brillante narración en escena, y una partitura musical de primer orden, junto al oportuno atrezzo y el manejo acertado de las luces, hacen de este clásico, una versión fresca y moderna, envuelta en el celofán de la justa medida y el buen gusto, que llevan a cabo una docena de profesionales, avalados por la experiencia y el acierto. La horquilla de edad en el patio de butacas era enorme, y a la salida, todos opinaban igual, desde los abuelos a los nietos, pasando por los padres. La satisfacción por lo representado era total, y ese sí que es el mejor aplauso que se le puede dar la compañía Etecétera. Mis nietos han prometido que si me porto bien, me volverán a llevar.

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