DESPUÉS DE 1922
Tito Ortiz.-
Muy a pesar de esa otra Andalucía que, cree estar en posesión de la verdad del arte flamenco y posee la autoridad omnímoda para expedir los carnets de provincia más flamenca del mundo, la historia y los hechos dan a Granada como la primera que supo aunar, valorar y exponer la esencia del arte flamenco andaluz y promocionarlo como nadie había hecho hasta entonces. El Primer Concurso de Cante del año 1922, pone a la ciudad de la Alhambra, en el epicentro de la recuperación artística, de un arte universal, hasta entonces, encapsulado en reducidos ambientes, y en ocasiones poco recomendables para una sociedad que, cuando eso que se realiza en la intimidad, se pone sobre un escenario abierto al público, cae rendida ante la expresión artística andaluza más incontaminada, cuyas referencias, lejos de recordarnos otras artes y otras disciplinas, nos devuelven de manera centrípeta a la propia gestación de lo jondo, que sirve para inspirar otras artes y disciplinas.
Dada la internacionalidad de los asistentes a las dos sesiones, su formación y capacidad para divulgar en sus países de origen lo sucedido en la placeta de Los Aljibes, corazón de La Alhambra, el flamenco sale catapultado al exterior, como un fenómeno lo suficientemente atractivo, como para viajar hasta aquí desde muy lejos y conocerlo personalmente. Y en el caso de los artistas participantes, no solo pasaron a la historia del patrimonio inmaterial de la humanidad, sino, que, consiguieron lo que por entonces era un sueño, grabar sus cantes y actuar con la regularidad necesaria como para poder vivir de su arte. Aunque también hubo sus excepciones. Sabido es que el afamado Frasquito Yerbagüena, reconocido por su virtuosismo en los cantes abandolaos, que a la postre, consiguiera un premio de trescientas pesetas de la época en el concurso, fue como todos los ganadores invitado a grabar sus cantes posteriormente, y quiso la historia que el asunto hubiera de hacerse en Barcelona, donde residía la casa discográfica, cosa que a Frasquito no le hizo mucha gracia, por aquello de que eran dos días de tren. Para comprender mejor el final de la historia, hay que tener en cuenta que él era representante de vinos, y su mujer tenía un puesto en la pescadería del mercado granadino, con lo cual, no pasaba por las penurias económicas de sus compañeros cantaores.
De modo que aunque refunfuñando, Francisco Gálvez, cogió el tren para Barcelona. Al llegar a la estación lo recogió un taxi que sin pasar por el hotel, lo llevó directamente a la discográfica, y concatenándose los astros en negativo, el director de la fonográfica lo recibió hablándole en catalán, así que ante panorama tan adverso, El Yerbagüena salió disparado de allí para la estación y regresó a Granada sin grabar un solo cante. Aquel gachó hablaba mu raro. Dijo a su regreso. Así que yo… pa mi casa.
Aunque algunos “biógrafos” de la otra Andalucía lo ningunean, el hecho cierto y comprobado es que, Juana “La Macarrona”, la bailaora más internacional de aquellos años, que ya había recorrido medio mundo y parte del otro, actuó con gran éxito en el concurso de Granada, lo que le valió la revaloración de su arte y nuevas oportunidades en teatros de postín. Y así ocurrió con quienes participaron tanto en el jurado como a título individual fuera de concurso. El éxito de las dos jornadas fue tan extraordinario, que la prensa internacional se hizo eco del primer concurso de flamenco granadino, solicitando la presencia de nuestros artistas fuera de nuestras fronteras. Dadas las excelencias de nuestra Zambra sacromontana, su genialidad y singularidades flamencas, los elencos granadinos se repartieron por el mundo en giras, donde sorprendieron a los más diversos representantes de la cultura en muy distintos países.
Pero como todo no iba a ser un lecho de rosas, al parecer, un mal entendido de Manuel de Falla con El Centro Artístico, pudo ser la causa de que el concurso no tuviera continuidad. Sabemos por correspondencia existente, que los beneficios del primer concurso – si los había – se iban a dedicar a dar continuidad a la Escuela de Flamenco, creada al efecto de mostrar a jóvenes y no tanto, las virtudes de nuestro arte para difundirlo desde su génesis. Un asunto que El Centro Artístico admitió de principio, tal vez pensando que el resultado del concurso sería ruinoso. Pero cuando al hacer las cuentas finales se dieron cuenta que había un superávit de casi nueve mil pesetas de la época, entonces comunicaron a Falla que necesitaban el importe íntegro para crear una biblioteca. Don Manuel se vio decepcionado porque aquello no era lo acordado, y en un último intento de negociación, llegó a proponer que las nueve mil pesetas se entregaran a los pobres, pero el Centro se plantó en sus trece, y la escuela de flamenco se esfumó.
La trascendencia del concurso granadino, tiene hoy día su proyección más internacional, en la influencia que tuvo nuestro arte, sobre creadores de otras disciplinas que van desde la música clásica, a la danza, la pintura, la literatura o la fotografía, aunque el primer beneficiado de aquel evento fue el propio flamenco, que a partir de entonces, y con el respaldo social de algunas élites que hasta entonces le había dado la espalda, fue ascendiendo de los colmaos a los teatros, del cuartito de los cabales a las plazas de toros, de la venta del arte para los señoritos, a la consideración de los profesionales como intérpretes de algo único y misterioso: El flamenco.
No obstante, la repercusión del primer concurso fue tan grande y aplaudida por la intelectualidad, que a trancas y barrancas, al año siguiente se consiguió celebrar una segunda edición, aunque esta vez en el céntrico Corral del Carbón, y con menor aporte económico, por lo que su trascendencia se esfumó pronto y la brillante iniciativa de Falla, Lorca y los suyos, no volvió a repetirse jamás en Granada. Pero la experiencia granadina de dignificar el arte flamenco en su globalidad, no cae en saco roto. Ese mismo año de 1923, los ecos del concurso de Granada doce meses antes llegan hasta Huelva, la cantaora jerezana, "La Pompi", que toca todos los palos pero que borda las saetas y las bulerías, es contratada para actuar en el Concurso de Cante Jondo celebrado en la Plaza de Toros durante los días 21 y 22 de julio de 1923. Este festival tenía como objetivo conservar los cantos propios del pueblo andaluz. El programa abrió ambas noches con la actuación de La Pompi y Caracol padre, tras ellos intervinieron diversos cantaores importantes en aquella época, acompañados siempre a la guitarra por el Niño de Huelva, Morales y Currito de la Jeroma. El mensaje de lo ocurrido en Granada, había calado, y comenzaba a dar sus frutos.
Son muchos los intelectuales y empresarios que tienen conocimiento y valoran la importancia del paso de gigantes que se ha dado en la ciudad de La Alhambra para dignificar nuestro arte andaluz y promocionarlo a otros escenarios, equiparándolo con cualquier otra faceta artística que lo merezca, de ahí que aunque con menor éxito, en años posteriores surjan iniciativa parecidas, en distintos puntos de Andalucía y el resto de España, que no llegan a cuajar como la celebrada en Granada. Sirva como muestra la llevada a cabo en 1927, en el Monumental Cinema de Madrid, donde se lleva a cabo con suerte dispar, un llamado, "Certamen Nacional de Cante Flamenco", en el que por cierto también actúa "La Macarrona", pero que no logra continuidad en el tiempo, ni los resultados académicos y de recuperación que tuvo el concurso de Granada. Tendríamos que esperar hasta 1956, cuando Córdoba, recoge esa antorcha flamenca de Granada, y da a luz su Concurso Nacional de Cante, que intentaría ser eclipsado años más tarde, por la Bienal de Flamenco de Sevilla y… lo consiguió.