domingo, 24 de septiembre de 2023

 


UNA DE LAS NUESTRAS

 

Tito Ortiz.-

 

Conocí a Mariola Cantarero en el patio del Monasterio de La Concepción, donde junto a su padre, aguardaba la salida de Nuestro Padre Jesús del Amor y La Entrega, vistiendo el hábito negro de la hermandad. Era una adolescente que estudiaba en el Real Conservatorio de Música de Granada, utilizando su voz como instrumento, y el run run en los corrillos, era de admiración por su trabajo y de sorpresa por los que ya habíamos tenido la suerte de escucharla. Aquella niña cofrade de La Concha, apuntaba muy buenas maneras y según todos los indicios, estaba a punto de dar el campanazo, como así fue.

Años después faltó a su cita con la hermandad de sus amores por razones profesionales, pero no así su padre, con el que yo charlaba a la espera de la salida de penitencia, y me iba poniendo al corriente de todos los avances de Mariola, ya catapultada al mundo profesional del bel canto, asumiendo cada vez más compromisos y de mayor calado operístico. Mientras hablábamos frente a La Alhambra, nos embriagaba el perfume personalísimo del paso de palio de María Santísima de La Concepción, y coincidíamos de que muy pronto, nuestra Mariola, vendría a cantar al recinto nazarí, dentro del Festival Internacional de Música y Danza, como así ocurrió más tarde.

 

TRIUNFOS Y RECONOCIMIENTOS INTERNACIONALES

 

Pronto los públicos la consideraron uno de los máximos exponentes del repertorio belcantista, debido a importantes triunfos en obras como Traviata, Rigoletto o Boheme, insistiendo con trabajo y tesón en la búsqueda continua, de las obras más adecuadas a su evolución vocal, ampliando su repertorio con éstas y otras obras como María Stuarda, Lucrezia Borgia, Anna Bolena, así como Don Giovanni o Cosi fan Tutte. De ahí que los reconocimientos no se hicieran esperar, por lo que fue premiada en diferentes concursos internacionales de canto como, el “Francisco Viñas”, “Operalia´99”, “Pedro Lavirgen” y “A.S.L.I.C.O. 2000”. La rampa de salida para una soprano completa, que además incluía en su repertorio nuestra sin par zarzuela, ya estaba superada y, solo había que cosechar los éxitos, que vinieron y de qué manera.

“Premio ópera Actual”, “Revelación del círculo de amigos del Liceo”, “Premio Imagen de la Ciudad de Granada”, “Ojo Crítico de RNE”, “La Mención de Honor de la Diputación de Granada”, “La Medalla de Oro de la Ciudad de Granada”, así como “La Medalla de Oro de Andalucía”.

 

LOS GRANDES ESCENARIOS

 

Desde la humildad y la constancia que la caracterizan y su capacidad de estudio permanente, Mariola Cantarero debuta en el teatro Carlo Felice de Genova con “Le Comte Ory” de Rossini en el año 2000, y desde entonces se convierte en soprano habitual de los principales teatros de Europa como el Real de Madrid, Liceo de Barcelona, Maggio Fiorentino, San Carlo di Napoli, L´Opera di Roma, Rossini Opera Festival, Hamburgo, Berlín, Zurich, Amsterdam, Strasburgo, y más allá de nuestro continente en la Ópera Nacional de Corea, Oriental Art center de Shanghai, San Juan de Puerto Rico, Santiago de Chile, Ópera de Sao Paulo, Ópera de Detroit, New Jersey. De ahí que su pasaporte tenga sellos de todos los colores, y sus maletas, pegatinas de los más variados diseños. Y todo desde Granada para el mundo. Lo que le ha permitido ser dirigida por las batutas más acreditadas de nuestro tiempo, entre los que se cuentan – entre otros - Zubin Mehta, Alberto Zedda, Jesús López Cobos, Daniel Oren, Bruno Campanella, o Roberto Abbado, a los que podemos añadir, Josep Pons, Juan de Udaeta, Antoni Ros Marbà, Kohn, Enrique García Asensio o Izquierdo, y Ruzafa.

 

TIERRA DE TALENTO

 

Cada noche del sábado, me pongo ante el televisor, para ver como ejerce de jurado, en el programa de Canal Sur, “Tierra de Talento”, y quedo extasiado, al escuchar los sabios consejos que les ofrece a los concursantes, las observaciones acertadísimas para que saquen el mayor rendimiento a sus virtudes interpretativas. Ella que tantas veces ha sido enjuiciada por su arte, sabe mejor que nadie ponerse en el pellejo de los aspirantes, y orientarlos en su labor de perfeccionamiento. Algo que, desde hace años, viene haciendo de manera profesional y con total solvencia, a través de sus cursos internacionales que llevan su nombre, dentro de La Academia Internacional de Música Manuel de Falla, donde recibe alumnos/as de todo el mundo, deseosos de recibir sus enseñanzas, ya muy acreditadas. El auditorio de la Fundación Caja Rural de Granada, se convierte cada año, en la catedral del bel canto, con una profesora realmente magistral, como es, Mariola Cantarero, de la que cabe destacar en su amplia discografía, títulos como,  “Luisa Fernanda” junto a Plácido Domingo en el Teatro Real de Madrid, “Falstaff” dirigida por Zubin Mehta en el Maggio musicale Fiorentino, “La Gazza ladra” del Rossini Opera Festival, “Il Viaggio a Reims” en el Liceo de Barcelona, o “I Puritani” de la Ópera de Amsterdam, entre otras grabaciones.

De su persona destaca con luz propia, la sencillez en el trato, la cercanía con todos, la simpatía que irradia, y su deseo perpetuo de profundizar en el canto, por muy variado que sea el estilo, de ahí sus brillantes incursiones, tanto en canción melódica, como en jazz o flamenco, sin olvidar la colpa con mayúsculas. Se trata de una observadora de otras artes, de las que se nutre y proyecta en todo su hacer, por muy alejadas que se encuentren de lo que viene siendo, una soprano al uso. Muy al contrario, Mariola se implica y estudia otras facetas, lo que la hace una artista completa. Estoy seguro que convendrán conmigo que, Mariola Cantarero, es un lujo de Granada.

 

 

 

 

 

 

domingo, 17 de septiembre de 2023

 


ILUSIONES COLECTIVAS

 

Tito Ortiz.-

 

Los granadinos – en general – tenemos cierta facilidad para empatizar con proyectos comunes y, apuntarnos al carro ilusionante de poner algo en pie, que sirva para compartir aficiones, creencias, en actitudes grupales que nos hacen pertenecer a un colectivo por el que trabajamos altruistamente, en pos de un bien común. El hecho suele conducir a compartir momentos de alegría y satisfacción, llegando incluso a presumir del grupo protagonista al que pertenecemos, sin necesidad de que esto traspase las fronteras. Nos sentimos orgullosos de lo nuestro y se acabó.

Fue Granada, la que tuvo una peña taurina femenina y señera: "La Madroñera", cuyas componentes protagonizaban un espectacular desfile hacia la plaza en coches de caballos, presumiendo de mantilla, peineta, claveles y mantones de manila, cuando en otros puntos de Andalucía, no sabían que era eso. Lo mismo que el cuidado de los patios. Nosotros no hacemos concursos, pero siempre hemos tenido una vecina, o varias que se han encargado de que el patio estuviera de auténtica exposición. Yo recuerdo en mi patio del albayzín, como Carmela, una vecina ejemplar, se encargaba de que aquello pareciera un vergel. Tenía Carmela una tijera, la de limpiar el pescado, que manejaba con la técnica de un cirujano plástico. Había que verla por las mañanas, mientras cantaba con poderío, "Torre de Arena" de Marifé de Triana, como podaba los geranios, hasta dejarlos “espercojaos” y relucientes, o como mimaba con una bayeta impregnada en aceite y agua, aquellas hojas inmensas de “las pilistras!, dejándoles un verde esmeralda brillante para toda la semana, o como en otras ocasiones, esta tarea la hacía con cerveza. Competía Carmela con el padre Mundina - estrella de las flores y sus cuidados en la televisión de la época- y en muchas cosas, o lo rectificaba o le llevaba la contraria, pero nuestro patio albaycinero era una puerta al paraíso. El tallo larguirucho de las clavellinas, en aquellos tiestos de gancho a la pared, parecían fuegos artificiales, repletos de fragancia albaicinera, y Carmela cantaba mientras abonaba la enredadera, con mantillo y canela.

EL LARA

La taberna, tienda y colmao de “El Lara” en la placeta de San Miguel El Bajo, en el corazón del Albayzín, fue siempre epicentro de buen cante, conversaciones sobre arte y, la recurrente, casa hermandad de La Aurora, cuando en Granada no había ninguna, solo “El Campanario” en las Comendadoras de Santiago, y únicamente en cuaresma. Fue en esa taberna junto a la Iglesia de San Miguel, cuando una noche que salíamos de acondicionar el campanario como futura oficina de la hermandad de La Aurora, José Pedro Rojas y Luís Garzón, me hablaron frente a unos chatos de vino costa, de fundar una nueva hermandad en el barrio del Zaidín, hasta entonces ayuno de esta actividad cofrade. José Pedro ya había pulsado el ambiente en su cafetería, y parece que la cosa pintaba bien. Tenía ya incluso algunos incondicionales muy ilusionados. La década de los ochenta no había hecho más que empezar, y se respiraba cierto aire de euforia en la Granada cofrade.

A las posteriores reuniones en la cafetería, se unen Cayetano Junco, Francisco Beltrán, Enrique Robles, Antonio Martos, Miguel Colacio, Serrano Tubio, Agustín Pacetti, Elvira Sánchez y Purificación Alférez, y Cristina, la esposa de José Pedro Rojas Mesa que fue la primera camarera mayor. Éste grupo, con algunos/nas más, puede decirse que es el que tiene la valentía de poner en pie, la Hermandad de La Lanzada y La Virgen de La Caridad.

PREGÓN SIN HERMANDAD CONOCIDA

Mientras Antonio Barbero, andaba a lo suyo con la talla de los titulares, este puñado de gente ilusionada no quería que a su nueva hermandad le faltara de nada, así que pensando en todo, decidieron instituir su propio pregón, y se pusieron a la caza y captura de un valiente, que desde el primer día, merodeaba por las reuniones fundacionales, para que tuviera el atrevimiento de pregonar por primera vez en la historia a su hermandad, con el gravísimo inconveniente de que lo dejaban – al pobre – huérfano de asideros para apoyar su discurso. No había historia de la hermandad, no había titulares, no existía recorrido al que glosar, tan solo las advocaciones de una cofradía que nadie había visto en la calle. Pero me conocían bien y sabían que me gustaban los retos, así que una noche de primavera, me enfundé el chaqué de mi boda, encaminé mis pasos al colegio del Carmelo, y con las piernas temblándome por la altísima responsabilidad, me cupo el honor de ser el primer pregonero de La Lanzada, cuando nadie conocía la hermandad, entre otras cosas, porque nunca había salido a la calle. Son cosas de la edad y la inconsciencia. Si ahora me ofrecieran lo mismo, al instante me exiliaría en Tanzania, para no volver jamás.

BARRIO COFRADE

Es verdad que fue La Lanzada, la primera en convertir al Zaidín en un barrio cofrade. Después vinieron otras que lo han engrandecido, pero tampoco sería justo no reconocer, que jugábamos con algo de ventaja en aquellos años porque, el Zaidín estaba habitado en número considerable, por vecinos que venían del propio Albayzín, el del Realejo y otros barrios viejos de Granada, que ya sabían desde su niñez lo que era contar con hermandades de semana santa muy cerca de su casa, y algunos habían sido cofrades y camareras de las mismas, con lo cual, el asunto fue tan exitoso, que hoy en día, el Zaidín cuenta con una militancia cofrade de altísimo nivel, y sus hermandades por distintas virtudes, son esperadas con gusto en la tribuna oficial cada año, a pesar de su largo recorrido.

Acaba de comenzar un nuevo curso cofrade y, está lleno de ilusiones. Suerte a José Espinel. ¡Vamos a protagonizarlas¡.

 

 

domingo, 10 de septiembre de 2023

LOS MORENTE

 


LOS MORENTE

 

Tito Ortiz.-

 

Aquella era una noche más, en la que Enrique Morente y yo, coincidíamos en el Bar Provincias. Pero algo había en el ambiente que nos hacía presagiar lo contrario. Aquella iba a ser una noche más, pero de cante grande por todo lo alto. A eso de las doce, cuando ya toca decidir si nos vamos a casa o seguimos, yo me temía lo peor, y eso fue lo que sucedió. Enrique me echó el brazo por encima y me dijo: ¿tienes ahí el coche? Yo respondí que el mío no, pero que teníamos el de Antonio Fuillerat, “El Fogonero”. Un flamante Citroën CX Palas, cuya suspensión subía cuando lo arrancabas, como si fuera el mítico Tiburón, de la misma marca. Así que, desde la plaza de las Pasiegas, nos pusimos en un “santiamén” en el Sacromonte.

Entramos en una cueva, nos fuimos a un reservado donde solo estábamos los cabales, y al momento, apareció “El Cascarilla” con su guitarra, y la noche echó a andar por los aires de lo sublime. Enrique me dijo: ¡Examíname! Como si yo fuera el entendido, cuando la auténtica enciclopedia del cante era él. Yo para empezar le dije, un poquito por Marianas, y ahí se dejó ir con la voz y el conocimiento que solo tienen los elegidos. Como cantaor bravo y poderoso, se crecía en el castigo, y yo me despachaba a gusto. Ahora Bamberas, sigue con Mirabrás, unos cantes de columpio. Soleá de los “panaeros”, El polo y la Caña con sus variantes, la seguriya con el cambio de Manolito María. Ahora los cantes de Frasquito, la malagueña de La Trini. El cante por Serranas, de Rafael Romero, “El Gallina”. Ahora los cantes de Paquillo “El del Gas”, la temporera de Manolo Ávila, la soleá apolá del Niño de Jun. Yo ya estaba agotado, y él más fresco que una lechuga, cuando el Fogonero, volvió del servicio y dijo: Son las nueve de la mañana, yo debería abrir mi bar en la calle Navas, tú el despacho de la calle Recogidas, y Enrique… a Enrique lo dejamos en su casa, pero él se quedó. Juagaba con ventaja. Enrique se levantaba todos los días a las tres para ver el telediario, mientras que los mortales teníamos obligaciones temprano. Como podrán ustedes imaginar, es imposible que noches así se olviden.

 

UN CREADOR QUE DEJA ESCUELA

 

Yo podría aburrirles describiendo la capacidad cantaora de Enrique Morente, su conocimiento de los cantes, de la música en general y sus virtudes. Prefiero recordarlo en compañía de “La Pelota” y de sus hijos, en el salón de mi casa, de la calle Concepción, como un amigo más, hablando de lo divino, lo humano y lo cotidiano, porque Morente era, no solo el cantaor más largo de su historia, sino la persona más normal, familiar y cariñosa que ustedes puedan echarse a la cara. Por eso no es casualidad, que sus hijos hayan tomado las múltiples vereas del cante, teniendo en el horizonte, la imagen de un progenitor ortodoxo, con los conocimientos suficientes para avanzar en los tiempos, ajustados a un pentagrama de gloria. Morente ha sido un creador del que se hablará en los siglos venideros, como lo mejor que le pudo ocurrir al flamenco.

Dije hace decenas de años que, Estrella Morente era la única voz en la historia que, aunaba en su garganta, la escuela de Pastora Pavón, “Niña de Los Peines”, y la raíz más profunda y educada de nuestra copla, personificada en Doña Concha Piquer. Filtrada por la modernidad de su padre, el conocimiento de los clásicos y de la música culta. Estrella Morente, ha tenido que tirar de la pesada carga de su apellido, y de las inevitables comparaciones catetas, cuando élla es otra cosa muy distinta, aunque su eco sea el mismo y le corra por las venas el acento y el quejío paterno. Cuando uno escucha a cualquiera de los tres hermanos iniciar un cante, una copla o una canción, es irrenunciable escuchar el eco morentiano del niño de la Cuesta de San Gregorio, que formó a los suyos en los cánones más estrictos y exactos, de la música de todos los tiempos.

AURORA CARBONELL

Esos Jardines de Enrique Morente, en la esquina de General Ricardos, con Clara Campoamor, en Madrid, no hacen más que testimoniar el reconocimiento de los madrileños, a un granadino ilustre que allí conoció a su mujer, formó familia y con ellos retornó a nuestra tierra para que aquí crecieran, al abrigo de esa compañera imprescindible, que es su viuda, y que ha sabido inculcar en sus hijos el amor a su padre y el seguimiento de sus enseñanzas personales y musicales. Una bailaora que abandonó los escenarios para formar una familia ejemplar, de la que debe estar muy orgullosa.

Soleá Morente, es una flamenca de alta graduación, con toda la música moderna y actual de su generación en la cabeza, pero con el gusto de las mejores formas estéticas, hasta el punto de que no renuncia al flamenco, a Mecano, al Jazz, o a Mariola Cantarero. Tiene toda la música en la cabeza y sabe bien qué hacer con ella.

Kike Morente, aquel niño al que le di la alternativa cofrade, en la Hermandad del Huerto de Los Olivos y María Santísima de La Amargura, tiene en su garganta los ecos más frescos y actuales del flamenco, por derecho propio. Su binomio con el nieto de Habichuela, a cuyo estreno asistí hace muchos años en el Carmen de Las Cuevas, ya conformó el presagio de grandes cosas. Es joven, tiene todo un camino de estudio por delante, y a su lado, las personas adecuadas. Podrá conseguir todo lo que se proponga.

domingo, 3 de septiembre de 2023

 


COMO HEMOS CAMBIADO

 

Tito Ortiz.-

 

Esta nueva temporada futbolera estamos viendo una mini apertura a la información, permitiendo que algunos equipos, concedan la extraordinaria benevolencia de escuchar a sus entrenadores durante la pausa de hidratación, dando las instrucciones pertinentes a sus pupilos. No todos lo permiten, y, además, los que acceden a ello optan a una serie de compensaciones económicas.

Si tenemos en cuenta que el negocio del fútbol se ha disparado, gracias a lo que pagan las televisiones por transmitir los encuentros, creo sinceramente que lo de meter una cámara en los vestuarios antes del partido, o hacer declaraciones a los medios, no debería ser una excepción, sino una obligación, pues estos millonarios de pantalón corto, lo son precisamente, por todo el dineral que las plataformas pagan por sacarlos por la tele.

Antes, los periodistas deportivos entrábamos a los entrenamientos, los veíamos completos, convivíamos con jugadores y técnicos en los vestuarios. Ahora se han inventado una zona llamada “mixta”, en la que los periodistas son atendidos por el jugador que designe el club, sin tener en cuenta si ha sido protagonista en el partido o no, si tiene ganas o no. Hay “estrellas” del fútbol que no hacen declaraciones en toda la temporada, no sabemos ni el timbre de voz que tienen, pero los abonos suben todos los años, y las televisiones les pagan cifras millonarias a los clubes, para que sus jugadores no pasen fatigas. Algunos viven en grandes mansiones y en su garaje, tienen una docena de coches prohibitivos para los mortales, pero no se paran ante los micrófonos, para que sus aficionados sepan la voz que tienen. El sistema los ha convertido en multimillonarios mal criados, y a veces, incluso, ineducados.

NO SIEMPRE FUE ASÍ

Durante mis años de redactor deportivo en el programa, “Círculo Central Mundo Deporte 74” a las órdenes de José Antonio Lacárcel, en Radio Popular de Granada, los periodistas podíamos acceder a entrevistar a jugadores y técnicos sin mayor problema. También a los árbitros, que, en esto de no hablar con los periodistas, fueron los primeros en cerrar la boca. Recuerdo el debut de Johan Cruyff con el Barcelona en Granada, en el que atendió a todos los medios sin excepción. Durante el descanso, en la tribuna cubierta del viejo, Los Cármenes, entrevisté al cantante, Bruno Lomas, y a Rudy Ventura, que con su trompeta estuvo todo el partido animando a la afición.

Cuando el Atlético de Bilbao jugaba aquí contra el Granada, los periodistas hacíamos con toda la plantilla, el recorrido que va desde el Hotel Meliá Granada, en Ganivet, hasta la Basílica de nuestra Virgen de Las Angustias, donde todos asistían a la misa de doce. Durante el trayecto andando, nos eran concedidas todas las entrevistas que solicitábamos sin ningún problema.

Con respecto a nuestra plantilla, no solo podíamos hablar con ellos en los entrenamientos. Durante sus horas de ocio en la calle de las Moras, ya fuera en el pub, Chivas, o en la discoteca de enfrente, el “janfor jaid”, los periodistas éramos atendidos por los jugadores con total normalidad.

En el restaurante “Casa Salvador”, cuando estaba en la esquina de San Antón, la hora de la cena o la comida, era momento propicio para hacer nuestro trabajo, ya que en el mítico local, atendidos por mi amigo Antonio, se daban cita la mayoría de la plantilla granadinista, de hecho, él conserva valiosos recuerdos de jugadores míticos del Granada y el Recreativo.

En la calle Sarabia, donde estaban las taquillas para comprar las entradas del fútbol, dos puertas más arriba, en la peluquería de Pepe Barrales, podíamos tropezarnos con cualquier jugador del Granada, hasta el punto de que, uno de ellos, el gran Fernández, hizo durante un tiempo la publicidad de la afamada peluquería, donde por primera vez, eran mujeres las que atendían a los hombres, todo un acontecimiento de modernidad para la época.

GURUCETA

Antes de fallecer en un accidente de tráfico, cuando se dirigía a pitar un partido, el árbitro internacional Emilio Guruceta, de fama mundial, fue el más mediático de los trencillas, por conceder entrevistas sin censura a cualquiera que se las solicitara. Antes que él ya lo habían hecho otros con total normalidad, como Juanito Gardeazábal, también internacional, al que, por cierto, en un partido en el que yo estaba presente en el viejo “Arcángel” de Córdoba, un aficionado del Granada, saltó al campo y le dio una patada partiéndole una costilla, al no estar conforme con una de sus decisiones contra nuestro equipo. Eran tiempos difíciles para el arbitraje, en el que otro compañero, por ejemplo, perdió un ojo cuando un forofo le lanzó desde la grada una manzana, cuando se dirigía a los vestuarios. Pues a pesar de todo, los árbitros de la máxima categoría, y de ahí para abajo, atendían a los periodistas sin ningún problema, incluso en paños menores.

Lo demuestra Juan Ortiz, con la foto que ilustra esta crónica, en la que mi compañero, Javier Tortosa, entrevista al mismísimo, Emilio Guruceta, en los vestuarios, mientras se viste para arbitrar un partido en Granada. La naturalidad reina entre el periodista y el trencilla, que contesta a todo lo que Javier le pregunta en favor de, la información que después se pasará a los aficionados en boca de todos los protagonistas. Eran tiempos de transparencia en el trato de informadores y protagonistas del deporte de élite, cuando el oyente tenía información de primera mano de todos los intervinientes. Hay quién mantiene, que todo esto ha cambiado a peor, desde que los clubes tienen en su plantilla a “responsables de comunicación”, que, al decir de algunos, se encargan de que nadie de los suyos comunique. Vivir para ver.