ILUSIONES
COLECTIVAS
Tito
Ortiz.-
Los granadinos – en general –
tenemos cierta facilidad para empatizar con proyectos comunes y, apuntarnos al
carro ilusionante de poner algo en pie, que sirva para compartir aficiones,
creencias, en actitudes grupales que nos hacen pertenecer a un colectivo por el
que trabajamos altruistamente, en pos de un bien común. El hecho suele conducir
a compartir momentos de alegría y satisfacción, llegando incluso a presumir del
grupo protagonista al que pertenecemos, sin necesidad de que esto traspase las
fronteras. Nos sentimos orgullosos de lo nuestro y se acabó.
Fue Granada, la que tuvo una
peña taurina femenina y señera: "La Madroñera", cuyas componentes
protagonizaban un espectacular desfile hacia la plaza en coches de caballos,
presumiendo de mantilla, peineta, claveles y mantones de manila, cuando en
otros puntos de Andalucía, no sabían que era eso. Lo mismo que el cuidado de
los patios. Nosotros no hacemos concursos, pero siempre hemos tenido una
vecina, o varias que se han encargado de que el patio estuviera de auténtica
exposición. Yo recuerdo en mi patio del albayzín, como Carmela, una vecina
ejemplar, se encargaba de que aquello pareciera un vergel. Tenía Carmela una
tijera, la de limpiar el pescado, que manejaba con la técnica de un cirujano
plástico. Había que verla por las mañanas, mientras cantaba con poderío,
"Torre de Arena" de Marifé de Triana, como podaba los geranios, hasta
dejarlos “espercojaos” y relucientes, o como mimaba con una bayeta impregnada
en aceite y agua, aquellas hojas inmensas de “las pilistras!, dejándoles un
verde esmeralda brillante para toda la semana, o como en otras ocasiones, esta
tarea la hacía con cerveza. Competía Carmela con el padre Mundina - estrella de
las flores y sus cuidados en la televisión de la época- y en muchas cosas, o lo
rectificaba o le llevaba la contraria, pero nuestro patio albaycinero era una
puerta al paraíso. El tallo larguirucho de las clavellinas, en aquellos tiestos
de gancho a la pared, parecían fuegos artificiales, repletos de fragancia
albaicinera, y Carmela cantaba mientras abonaba la enredadera, con mantillo y
canela.
EL LARA
La taberna, tienda y colmao de
“El Lara” en la placeta de San Miguel El Bajo, en el corazón del Albayzín, fue
siempre epicentro de buen cante, conversaciones sobre arte y, la recurrente,
casa hermandad de La Aurora, cuando en Granada no había ninguna, solo “El
Campanario” en las Comendadoras de Santiago, y únicamente en cuaresma. Fue en
esa taberna junto a la Iglesia de San Miguel, cuando una noche que salíamos de
acondicionar el campanario como futura oficina de la hermandad de La Aurora,
José Pedro Rojas y Luís Garzón, me hablaron frente a unos chatos de vino costa,
de fundar una nueva hermandad en el barrio del Zaidín, hasta entonces ayuno de
esta actividad cofrade. José Pedro ya había pulsado el ambiente en su
cafetería, y parece que la cosa pintaba bien. Tenía ya incluso algunos
incondicionales muy ilusionados. La década de los ochenta no había hecho más
que empezar, y se respiraba cierto aire de euforia en la Granada cofrade.
A las posteriores reuniones en
la cafetería, se unen Cayetano Junco, Francisco Beltrán, Enrique Robles,
Antonio Martos, Miguel Colacio, Serrano Tubio, Agustín Pacetti, Elvira Sánchez
y Purificación Alférez, y Cristina, la esposa de José Pedro Rojas Mesa que fue
la primera camarera mayor. Éste grupo, con algunos/nas más, puede decirse que
es el que tiene la valentía de poner en pie, la Hermandad de La Lanzada y La
Virgen de La Caridad.
PREGÓN SIN HERMANDAD CONOCIDA
Mientras Antonio Barbero,
andaba a lo suyo con la talla de los titulares, este puñado de gente ilusionada
no quería que a su nueva hermandad le faltara de nada, así que pensando en
todo, decidieron instituir su propio pregón, y se pusieron a la caza y captura
de un valiente, que desde el primer día, merodeaba por las reuniones
fundacionales, para que tuviera el atrevimiento de pregonar por primera vez en
la historia a su hermandad, con el gravísimo inconveniente de que lo dejaban –
al pobre – huérfano de asideros para apoyar su discurso. No había historia de
la hermandad, no había titulares, no existía recorrido al que glosar, tan solo
las advocaciones de una cofradía que nadie había visto en la calle. Pero me
conocían bien y sabían que me gustaban los retos, así que una noche de
primavera, me enfundé el chaqué de mi boda, encaminé mis pasos al colegio del
Carmelo, y con las piernas temblándome por la altísima responsabilidad, me cupo
el honor de ser el primer pregonero de La Lanzada, cuando nadie conocía la
hermandad, entre otras cosas, porque nunca había salido a la calle. Son cosas
de la edad y la inconsciencia. Si ahora me ofrecieran lo mismo, al instante me
exiliaría en Tanzania, para no volver jamás.
BARRIO COFRADE
Es verdad que fue La Lanzada,
la primera en convertir al Zaidín en un barrio cofrade. Después vinieron otras
que lo han engrandecido, pero tampoco sería justo no reconocer, que jugábamos
con algo de ventaja en aquellos años porque, el Zaidín estaba habitado en
número considerable, por vecinos que venían del propio Albayzín, el del Realejo
y otros barrios viejos de Granada, que ya sabían desde su niñez lo que era
contar con hermandades de semana santa muy cerca de su casa, y algunos habían
sido cofrades y camareras de las mismas, con lo cual, el asunto fue tan
exitoso, que hoy en día, el Zaidín cuenta con una militancia cofrade de
altísimo nivel, y sus hermandades por distintas virtudes, son esperadas con
gusto en la tribuna oficial cada año, a pesar de su largo recorrido.
Acaba de comenzar un nuevo
curso cofrade y, está lleno de ilusiones. Suerte a José Espinel. ¡Vamos a
protagonizarlas¡.
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