ORGULLO DE CONVIVENCIA
Tito
Ortiz.-
Granada es un ejemplo mundial
de convivencia entre payos y gitanos, desde el siglo XV hasta nuestros días. De
tal forma que, si alguien quiere explicar lo que es ésta tierra nuestra, no
puede obviar las ricas aportaciones que estas dos culturas mantienen desde
entonces. En Granada cavemos todos, nutriéndonos y enriqueciéndonos los unos de
los otros, a través de los siglos. No olvidemos que los gitanos llegaron hasta
aquí, en la retaguardia de los ejércitos cristianos que llevaron a cabo la
reconquista con los reyes católicos, encargados principalmente del herraje de
las cabalgaduras y la reparación del armamento, protecciones y armaduras,
gracias a sus conocimientos de los metales en el arte de la fragua. Un oficio
que una vez asentados aquí, reconvirtieron en tiempo de paz, para la
realización del trabajo de calderero, con un manejo especial del cobre y del
hierro forjado a mano.
Conviví durante muchos años
con, Antonio, hijo de “La Faraona”, casado con Patro, componente del Ballet de
Londres, que vino a actuar a Granada, lo conoció y jamás volvió a su tierra,
formando con él una familia modélica, en aquella casa de vecinos que compartíamos
en el bajo Albayzín. Pues allí, al ser de día, cada mañana, Antonio encaminaba
sus pasos hasta su fragua del Sacromonte, para hacer entre otras habilidades,
las mejores alcayatas gitanas que yo he visto en mi vida. Y que decir de su
hermano Luís, el gran escultor gitano, conocido internacionalmente por su obra,
con especial dedicación al modelado en barro. De sus manos salieron obras de
arte imperecederas, trabajadas desde su casa en la calle Oidores, frente a la
iglesia de San Miguel El Bajo.
LOS MOSQUEROS
Los gitanos granadinos han
trabajado como nadie la cestería de caña, el esparto, los elementos de cobre
decorativo o del menaje de la cocina. Durante muchos años tuvieron en exclusiva
el noble oficio de esquilador, y que decir de la fabricación a mano de tantos
utensilios como el famoso y utilísimo “mosquero”. Un artilugio confeccionado
principalmente por las gitanas del Sacromonte, que los bajaban a “brazaos” por
la Calderería, camino de la Romanilla y el Callejón de Los Franceses, donde los
vendían a peseta.
Una caña como de un metro de
larga, de cuya punta, amarradas con alambre fino, pendían al viento unas tiras
de papel fino, manchadas con salpicaduras de anilina roja, eso era un buen
mosquero, que servía para espantar a las moscas. No las mataba, pero las
asustaba mucho, haciéndolas cambiar de posición. Eran los tiempos en que no
todo el mundo podía permitirse el lujo de ir a la droguería para comprar
“Flies”, que echábamos en aquel tonelito metálico, adosado a un cilindro con
émbolo, que te permitía rociar a las moscas con veneno puro mal oliente. Las
mataba, sí, pero te dejaba un olor en toda la casa, que ya no sabías si era
peor aquello o aguantar a las moscas.
Aquel humilde utensilio fue
precisamente el que utilizó el escultor Pepe Castro Llamas, para ponerle nombre
a la tertulia que mantuvimos durante años en la “Trastienda” de Fernando
Miranda en la placeta de Cuchilleros. Sostenía Castro Llamas que, la cultura de
Granada estaba un poco como esas moscas que giran en círculos a la entrada de
algunos lugares, en constante movimiento, pero sin ir a ninguna parte, y, por
lo tanto, nosotros éramos los llamados a darle una buena dirección a tanta
creatividad, para que llegara a su destino y no se quedara en proyectos no
nacidos.
HAGUERTY Y PEPE HEREDIA
Imposible dejar constancia
aquí, de todos los que en alguna ocasión o asiduamente, pasaron por éste
Claustro apócrifo, al que se accedía después de meritoriaje, tras la lectura de
una tesis doctoral, con clase práctica. De entre las que allí se llevaron a
cabo los domingos, en que Fernando cerraba al público, y solo asistíamos los
pertenecientes a dicho estamento, quedan en el recuerdo, la impartida por el
profesor de la Universidad de Granada, y traductor de árabe, Miguel José
Haguerty, - gitano norteamericano de
ascendencia irlandesa - sobre como encalar debidamente una cueva del
Sacromonte, cuyo ejercicio consistió tras la exposición oral en, provisto de
mono azul, pañuelo atado a la cabeza con cuatro nudos, cubo de cal, no de
pintura blanca, sino de auténtica cal, velada durante la noche en el patio,
como lo hiciera con las armas el caballero de la triste figura, encalar el
retrete del establecimiento situado en patio del local, con brocha de esparto
escobero, a la tradición más ajustada.
De igual manera, consiguió su
doctorado, el profesor de la Universidad de Granada, el poeta, José Heredia,
nuestro Pepe Heredia, recitándonos por primera vez los versos inéditos de su
obra. Pepe
fue el primer gitano español catedrático de Universidad. Escritor, dramaturgo y
poeta, José Heredia Maya, alcanzó metas insospechadas para los de su raza,
dando además muestras de una creatividad, en la que nunca fue ajena su
condición de nacimiento. El autor de “Camelamos Naquerar”, se adelantó a su
tiempo, y contemporáneos.
BARRO PARA LA HISTORIA
La gran Familia Jiménez
Mariscal, unió para siempre en Granada el barro de sus obras de arte, rindiendo
tributo a la raza calé, con la realización de obras imperecederas, dignas de
cualquier museo. La tradición barrista granadina arranca a
finales del siglo XVI, pero sería en el siglo XIX cuando la ciudad se
convirtió, con el impulso del Romanticismo, en uno de los centros españoles de
mayor producción de figuras para el nacimiento, así como de barros devocionales
y de costumbres o tipos populares, y en estos últimos incluimos a los gitanos,
con auténticas obras de arte como la que ilustra esta crónica.
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