UNA DEUDA SIN SALDAR
In memoriam Paco
Carrasco.
Tito Ortiz.-
En aquella semana santa
“pobretica” de mediados de los setenta del siglo pasado, en la que ya no salían
a la calle hermandades como Los Escolapios o Los Ferroviarios, o la de Los
Gitanos tenía que hacerlo de un garaje en la placeta de Cuchilleros, porque no
había iglesia que la acogiera, la cosa estaba tan mal, que el Consejo de
Hermandades sevillano, abrió una cuenta corriente en una sucursal bancaria de
la calle Sierpes, con el fin de impedir que la semana santa de Granada
desapareciera.
Varias eran las circunstancias
que nos habían llevado hasta ese límite. De un lado, las juntas de gobierno
inexistentes, cuyos hermanos mayores se eternizaban en el cargo, sin dar paso a
la juventud que aburrida desertaba de las filas. De otro, el chantaje al que
los costaleros profesionales sometían a las cofradías, dejando los pasos
arriados en mitad del recorrido si no se les suplementaba el sueldo acordado, y,
además, se les entregaba en el acto, dos cartones de tabaco y una damajuana de
arroba con vino. De ahí que no fuera extraño que pasos como La Santa Cena, El
Huerto de Los Olivos, La Cañilla y algunos más, salieran aún con ruedas, para
abaratar costes y evitar el problema de los costaleros.
Los cortejos estaban cada vez
más menguados, algunos pasos se iluminaban con bombillas a baterías bajo la
mesa escondidas, la cuota de hermanos era pírrica, no se pagaba papeleta de
sitio, los morosos eran tantos y tan reticentes, que los propios hermanos
tenían que hacer de cobradores por las casas. La iglesia instituida no nos
dejaba entrar a la Catedral, obligándonos a incumplir nuestros estatutos que
hablan de hacer estación de penitencia en su interior, muchos granadinos se
iban de vacaciones en semana santa, el turismo no venía y la colaboración de la
hostelería era insultante. Recuerdo un año, ya entrada la década de los
ochenta, iba yo acompañando a un grupo de mujeres de la hermandad, que cada año
mendigaban la colaboración de bares, restaurantes y hoteles, para sufragar los
gastos de las hermandades y, cual no sería mi sorpresa, cuando entramos a un
hotel del centro, que todos los años ponía el cartel de “Completo” por la
semana santa y el rumboso de su director, con mucho boato nos dio un billete de
cinco pesetas, exigiendo que le pusiéramos en la puerta la pegatina de que
había colaborado con la semana santa. Esa era la Granada de entonces.
LLEGA EL CAMBIO
El entonces presidente de la
Cámara de Comercio, Luís Curiel, se brindó a presidir una reunión entre la
federación de cofradías, la de hostelería, la de comercio, ayuntamiento y
diputación, de la que saliera un acuerdo para dotar cada año de una subvención
lógica de acuerdo con los tiempos a las hermandades, para que no tuvieran que
mendigar por los establecimientos y, todavía está esperando que se sienten a la
mesa los no cofrades.
Pero un puñado de valientes,
capitaneados por Curro Andrés en la primavera de 1977consiguen poner en pie un
proyecto que muchos tildaron de locura entonces, fundar una nueva hermandad que
sirviera como revulsivo a las ya existentes y, así nació la de Nuestro Padre
Jesús del Amor y La Entrega y María Santísima de la Concepción. Eso unido a la
aparición del cofrade costalero, levantó tantas ilusiones, que incluso se
pudieron recuperar hermandades que ya no salían. El Compadre se encargó de Los
Escolapios y Antonio Méndez de los Ferroviarios.
Los costaleros adscritos a la hermandad
hicieron posible una estación de penitencia sin sobresaltos ni chantajes.
Algunas cuadrillas fueron autodidactas, otras muchas contaron con el
asesoramiento de expertos capataces como Pepe Barrales, Antonio Sánchez Osuna,
José Carranza, Pepe Carvajal, Mario Jorge, Paco Carrasco y “Chico” Ibáñez,
entre otros. Se les fueron quitando las ruedas a los pasos, los varales
externos al Vía Crucis y Los Gitanos y, algo impensable en aquellos años
pretéritos, por fin llegaron las mujeres a la trabajadera y logramos entrar a
la Catedral gracias al hoy cardenal, Antonio Cañizares. Paco Carrasco fue uno
de esos pioneros, que abanderó la nueva semana santa, desde el primer día.
AL MÁS ALTO NIVEL
La semana santa que hoy
disfrutamos, es el resultado del esfuerzo y el tesón de cientos de hombres y
mujeres que, en tiempos tan difíciles, tuvieron el arrojo y el valor
desinteresado de apostar por nuestra semana de pasión sin complejos ante
ninguna otra. Lo que Granada pone en la calle durante ocho días, es el
resultado de la entrega sin límites de hombres y mujeres que, lo dan todo por
nuestra tradición religiosa, desde el desinterés más absoluto, para gloria de
nuestros titulares y la ciudad que los alberga. Paco era uno de los nuestros.
Tenemos cuadrillas de
costaleros/as con númerus clausus, las filas de nazarenos están cada vez más
pobladas, obligando a las hermandades a aumentar la confección de hábitos
nazarenos, la asistencia a los cultos de las hermandades ha pasado de no
existir a satisfactoria, al igual que las actividades de las cofradías durante
todo el año y el funcionamiento de la bolsa de caridad. Ya no es solo lo que
ponemos en la calle que, está al más alto nivel, sino que la vida interna de
las hermandades se produce durante todo el año, implicando a familias enteras
que aportan toda su fe y tiempo libre para engrandecer nuestra semana santa, en
cualquier puesto de la organización de la hermandad, habiendo conseguido
implicar de manera brillante a una juventud deseosa de pertenecer al colectivo
cofrade y aportar sus conocimientos.
En este año en que La Real
Federación de Hermandades y Cofradías cumple sus primeros cien años de
existencia, se me antoja que sería el momento oportuno, para que instituciones
públicas y privadas de la mano, con el máximo organismo cofrade, y la sociedad
granadina al completo, le rindieran homenaje de reconocimiento a, aquellos
hombres y mujeres que en la mitad de los años setenta del siglo pasado,
pusieron los cimientos para tener esta hermosa semana santa que hoy disfrutamos,
gracias-entre otros- a Paco Carrasco.
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