domingo, 26 de octubre de 2025

 


EL MES DE LOS MUERTOS

 

Tito Ortiz.-

 

En mis años de infante, el asunto mortuorio se circunscribía solo al día dos de noviembre. Nada que ver con esta locura que ahora nos embarga con el asunto importado de Halloween, su truco o trato y sus calabazas iluminadas que, copan con multitud de actividades paganas la mayoría de los días del mes que viene. Esta costumbre foránea se nos ha colado -como tantas otras- para que consumamos más y dislocada mente, haciéndonos perder la auténtica esencia de nuestro mes dedicado a los que se fueron.

El Día de los Fieles Difuntos es un día festivo religioso dentro de las Iglesias católicas, en memoria de los fallecidos. Se conmemora el 2 de noviembre y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Las principales iglesias, Ortodoxas Occidentales, Unión de Utrecht, Comunión de Porvoo, así como anglicana y católica, acordaron tener el mismo calendario y días de celebraciones religiosas y santoral para facilitar la asistencia de sus feligreses a sus respectivas celebraciones.

En el libro Segundo de los Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46). Análogamente, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar.

Probablemente a causa de los movimientos milenaristas, alrededor del año 1000, la conmemoración de los Fieles Difuntos, el día 2 de noviembre, se popularizó y extendió por la Cristiandad occidental, especialmente en 998, por idea de San Odilón de Cluny, hasta ser finalmente aceptada en el siglo XVI como fecha en el que la Iglesia celebraría esta fiesta.

AMÉRICA CENTRAL

El Día de Muertos tiene su origen en creencias prehispánicas. La visión del mundo de las culturas de Mesoamérica consideraba la muerte un proceso natural de transición y, a la vez, resaltaba la importancia del camino que los difuntos tienen que seguir hasta el “inframundo” o “Mictlán” en la mitología Mexica y Nahua. La mitología prehispánica consideraba que después de la muerte, todas las personas llegaban al Mictlán y atravesaban sus nueve dimensiones. Sin embargo, después de la Conquista, la tradición cristiana del Día de Todos los Santos adoptó los elementos de la tradición prehispánica de honrar a los muertos, resultando en el Día de Muertos como lo conocemos hoy en día.

El asunto es que, por aquellas tierras, se tiene la creencia de que, por estas fechas, el alma de nuestros muertos vuelve a casa -como los turrones por navidad- y, además, lo hacen por riguroso orden de días y clases, de tal forma que, el 27 de octubre: retornan al hogar las mascotas que murieron. Si ya pusiste tu altar, puedes dejarles su comida favorita, premios y juguetes. Un día después, el 28 de octubre: lo hacen personas que murieron de forma trágica, por violencia o accidentes, algunos de ellos fueron asesinados o atropellados. Muchas familias colocan una flor blanca en las ofrendas como homenaje. El 29 de octubre: llegan las almas de quienes fallecieron ahogados. El 30 de octubre: difuntos olvidados por su familia. Este día se coloca una veladora y un vaso de agua para quitarles la sed y guiar su camino. El 31 de octubre: Se da la bienvenida a los niños que murieron sin ser bautizados y bebés que no nacieron. El 1 de noviembre: es el Día de todos los Santos, cuando llegan las almas de quienes murieron en su infancia, antes de los 12 años. Y el 2 de noviembre: es el Día de Muertos, cuando llegan los demás adolescentes y adultos.

A mi esto de que cada muerto tenga su día asignado para retornar a casa, me recuerda los tiempos de la mili, donde cada hora tenía su toque de corneta con significado distinto; el orden es el orden, aunque se trate del otro mundo, pero si vienen, que lo hagan disciplinadamente, no vayan a hacerlo todos de golpe y a barullo.

DONDE ESTÉ LA TRADICIÓN…

A mi esto de los tanatorios, las tanatosalas, las cremaciones, me resulta muy moderno y despersonalizado. Donde se ponga un buen muerto, velado en el comedor de su casa, con cuatro hachones de cera amarilla de abeja chisporroteando, con el ataúd descubierto como mandan los cánones, las manos entre cruzadas sosteniendo un crucifijo, un pañuelo atado desde la barbilla a la cabeza con dos nudos para que no se le abra la boca, el traje de los domingos y los zapatos nuevos, que se quiten todas las moderneces que ahora se llevan.

Y ya no digamos de la categoría que se le da a una inhumación si se hace en la tierra como siempre se hizo. Nada de nichos y panteones. Un buen hoyo en la tierra donde los dolientes se acerquen a coger un puñado de tierra para echarlo sobre el féretro, y en el que el familiar más cercano, sostenga en sus manos temblorosas, el crucifijo que remataba la tapa del ataúd que, ha sido desclavado por un enterrador y se lo ha entregado como recuerdo, como si se le fuera a olvidar ese día.

A todo esto, familiares y amigos, deben lucir en la manga un brazalete negro de quince centímetros de anchura y, las mujeres, guardar luto durante cinco años.

Esto si es un entierro y no lo de ahora.

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