EL MES DE LOS MUERTOS
Tito Ortiz.-
En mis años de infante, el
asunto mortuorio se circunscribía solo al día dos de noviembre. Nada que ver
con esta locura que ahora nos embarga con el asunto importado de Halloween, su
truco o trato y sus calabazas iluminadas que, copan con multitud de actividades
paganas la mayoría de los días del mes que viene. Esta costumbre foránea se nos
ha colado -como tantas otras- para que consumamos más y dislocada mente,
haciéndonos perder la auténtica esencia de nuestro mes dedicado a los que se
fueron.
El Día de los Fieles Difuntos
es un día festivo religioso dentro de las Iglesias católicas, en memoria de los
fallecidos. Se conmemora el 2 de noviembre y su objetivo es orar por aquellos
fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se
encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Las principales
iglesias, Ortodoxas Occidentales, Unión de Utrecht, Comunión de Porvoo, así
como anglicana y católica, acordaron tener el mismo calendario y días de
celebraciones religiosas y santoral para facilitar la asistencia de sus
feligreses a sus respectivas celebraciones.
En el libro Segundo de los
Macabeos está escrito: «Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos,
para que quedaran libres de sus pecados» (2 Mac. 12, 46). Análogamente, en los
primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que
habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas
plegables, con forma de libro, en las que la Iglesia primitiva acostumbraba a
anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por
quienes se había de orar.
Probablemente a causa de los
movimientos milenaristas, alrededor del año 1000, la conmemoración de los
Fieles Difuntos, el día 2 de noviembre, se popularizó y extendió por la
Cristiandad occidental, especialmente en 998, por idea de San Odilón de Cluny, hasta
ser finalmente aceptada en el siglo XVI como fecha en el que la Iglesia
celebraría esta fiesta.
AMÉRICA CENTRAL
El Día de Muertos tiene su
origen en creencias prehispánicas. La visión del mundo de las culturas de Mesoamérica
consideraba la muerte un proceso natural de transición y, a la vez, resaltaba
la importancia del camino que los difuntos tienen que seguir hasta el
“inframundo” o “Mictlán” en la mitología Mexica y Nahua. La mitología
prehispánica consideraba que después de la muerte, todas las personas llegaban
al Mictlán y atravesaban sus nueve dimensiones. Sin embargo, después de la
Conquista, la tradición cristiana del Día de Todos los Santos adoptó los
elementos de la tradición prehispánica de honrar a los muertos, resultando en
el Día de Muertos como lo conocemos hoy en día.
El asunto es que, por aquellas
tierras, se tiene la creencia de que, por estas fechas, el alma de nuestros
muertos vuelve a casa -como los turrones por navidad- y, además, lo hacen por
riguroso orden de días y clases, de tal forma que, el 27 de octubre: retornan
al hogar las mascotas que murieron. Si ya pusiste tu altar, puedes dejarles su
comida favorita, premios y juguetes. Un día después, el 28 de octubre: lo hacen
personas que murieron de forma trágica, por violencia o accidentes, algunos de
ellos fueron asesinados o atropellados. Muchas familias colocan una flor blanca
en las ofrendas como homenaje. El 29 de octubre: llegan las almas de quienes
fallecieron ahogados. El 30 de octubre: difuntos olvidados por su familia. Este
día se coloca una veladora y un vaso de agua para quitarles la sed y guiar su
camino. El 31 de octubre: Se da la bienvenida a los niños que murieron sin ser
bautizados y bebés que no nacieron. El 1 de noviembre: es el Día de todos los
Santos, cuando llegan las almas de quienes murieron en su infancia, antes de
los 12 años. Y el 2 de noviembre: es el Día de Muertos, cuando llegan los demás
adolescentes y adultos.
A mi esto de que cada muerto tenga
su día asignado para retornar a casa, me recuerda los tiempos de la mili, donde
cada hora tenía su toque de corneta con significado distinto; el orden es el
orden, aunque se trate del otro mundo, pero si vienen, que lo hagan
disciplinadamente, no vayan a hacerlo todos de golpe y a barullo.
DONDE ESTÉ LA TRADICIÓN…
A mi esto de los tanatorios,
las tanatosalas, las cremaciones, me resulta muy moderno y despersonalizado.
Donde se ponga un buen muerto, velado en el comedor de su casa, con cuatro hachones
de cera amarilla de abeja chisporroteando, con el ataúd descubierto como mandan
los cánones, las manos entre cruzadas sosteniendo un crucifijo, un pañuelo
atado desde la barbilla a la cabeza con dos nudos para que no se le abra la
boca, el traje de los domingos y los zapatos nuevos, que se quiten todas las
moderneces que ahora se llevan.
Y ya no digamos de la
categoría que se le da a una inhumación si se hace en la tierra como siempre se
hizo. Nada de nichos y panteones. Un buen hoyo en la tierra donde los dolientes
se acerquen a coger un puñado de tierra para echarlo sobre el féretro, y en el
que el familiar más cercano, sostenga en sus manos temblorosas, el crucifijo
que remataba la tapa del ataúd que, ha sido desclavado por un enterrador y se
lo ha entregado como recuerdo, como si se le fuera a olvidar ese día.
A todo esto, familiares y
amigos, deben lucir en la manga un brazalete negro de quince centímetros de
anchura y, las mujeres, guardar luto durante cinco años.
Esto si es un entierro y no lo
de ahora.
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