Castillo Higueras preside el Corpus de 1982. A la izquierda Eulalia Dolores. Juan Ortiz.-
¿DÓNDE ESTÁ EL CORPUS?
Tito Ortiz.-
El paseo del Salón, con su
monumento a Colón y la reina católica, rodeado de barquilleros con sus
cilindros y la ruleta en la tapa, servía de pórtico a las casetas, entre las
que destacaban, la de la Renfe, la del SEU, de los estudiantes, la del Real Aeroclub,
El Palustre, El Compadre, la de la Policía Armada, con su electricista, Pepe
Álvarez, que cada año se inventaba una iluminación, destacando la edición en
que unas hélices pintadas de gris, como era lógico, servían de soporte a unos
fluorescentes, y la de la Guardia Civil, que fue el asombro de todos, al
instalar el año que el hombre llegó a la luna, un enorme cohete espacial en su
interior. Las casetas competían en originalidad a la hora de la decoración, y
todas tenían música en vivo, con los conjuntos musico vocales de aquí y la
provincia. El año que Gelu cantó en la de la Renfe, fue todo un acontecimiento,
con Eduardo y Los Windys, en la de los universitarios. Los componentes de La
Real Sociedad de Tenis, y la del Tiro de Pichón, tenían un protagonismo
especial en este ferial, donde su presencia era imprescindible, como la
Asociación de La Prensa con su histórica Verbena en el Carmen de Los Mártires.
El ocio y la diversión de este ferial se extendía hasta los jardines de la
Biblioteca Pública Municipal, y los cercanos kioscos de Las Titas. No menos
ambientado estaba el bar, El Rancho Grande, en el vértice del Humilladero con -la
entonces- avenida de José Antonio, y en él, la eterna sonrisa para sus clientes
de Rafael, el padrino de bautizo de mi hermano, Falo. Al otro lado del puente
de Genil, Gregorio servía el mejor bacalao frito, con permiso del de La
Paguana, al inicio de la avenida Cervantes. Y en el Violón, todas las
atracciones para los más pequeños. La Noria, los coches de choque, el látigo, el
infierno, el tío vivo, y al tresbolillo, los kioscos del algodón de azúcar
color chicle.
CORPUS EN EL RECUERDO
Los bomberos hacían guardia
con sus camiones autobombas en el lugar para evitar cualquier incidente.
También estaban los voluntarios de la Cruz Roja con su uniforme militar, y los
empleados de la Compañía Sevillana, por si se producía algún corte de suministro.
Era un Corpus de Miércoles a Domingo, en el que no faltaba el castillo de
fuegos artificiales en el embovedado, el concierto de la banda militar de la IX
Región Militar, dirigida por Julio Marabotto Brocco, y la retreta militar para
que al grito de: ¡catetos a su pueblo!, los capitalinos echáramos a los
forasteros que, durante estos días, habían disfrutado de un Corpus inolvidable.
Y durante todo el recorrido, decenas de fotógrafos que te salían al paso para
inmortalizar el momento de alegría, y que después te pedían las señas para
llevarte las fotos a casa.
En mil novecientos sesenta,
hubo Campeonato de Andalucía en la Real Sociedad de Tenis, exposiciones de
floricultura, peces y pájaros en el patio de la Plaza del Carmen, de pintura en
La Casa de América, y en El Liceo, lanzamiento de paracaidistas en el Aeródromo
de Armilla, concurso de albañilería en el paseo del salón y tiro al plato en
Las Conejeras, teatro en las Pasiegas, Baloncesto femenino en el salón, teatro
en el Paseo de Los Tristes, festival ciclista de La Unión Velocipédica, teatro
Popular en la plaza del Realejo, castillo de fuegos artificiales en la Plaza de
San Nicolás, teatro en la plaza Aliatar del Albayzín, carreras de velomotores y
microbólidos en el Paseo del Salón, más un concurso de balcones y patios
repartidos por todos los barrios, sin olvidar el de altares al paso de la
custodia, de tal manera, que en cualquier barrio de la ciudad se olía a Corpus
y se sentía el Corpus.
LOS CHACOLINES
Y bajo la Alhambra iluminada,
el Dauro, y sobre el, un escenario por el que pasaron desde Antonio Mairena,
Alberto Cortés, Mocedades o, Dexter Gordon, con su cuarteto de saxofones, que
cada vez que terminaba una pieza, se volvía hacia la Alhambra iluminada, y le
ofrecía su saxo en actitud reverente. Zarzuelas y teatro formaron parte del
programa, y todavía hay quién recuerda, una actuación extraordinaria de
Fernando Delgado y Charo López, haciendo “Maribel y la Extraña Familia, y “Tres
Sombreros de Copa”, que estarán en la retina para siempre, en ese lugar
privilegiado bajo la torre de Comares. Con los camerinos en el Hotel Reuma, del
que se contaban historias de fantasmas nocturnos a la moda de almas en pena.
Pues en este lugar, en el Carmen del Granadillo, nació un año antes que García
Lorca, Marino Antequera García, testigo hasta su muerte nonagenaria, de toda la
historia concerniente al Hotel Reúma.
Estábamos sentados en la Plaza
de Bibarrambla, en una de esas farolas con patas siniestras, donde muchas
generaciones de granadinos aprendimos a gritar desaforadamente: ¡Chacolín,
chacolín, coge la estaca y ven aquí!, para que librara a la princesa del malvado
lobo. La de Bibarrambla es la plaza de “Los Cristobicas”, lorquianos, o la de
la tómbola benéfica que tuvo a Francis Dumond, señor de las ondas y la palabra,
que me enseñó a querer ser locutor, hablando durante 24 horas sin parar, para
recoger fondos a favor de los niños hospitalizados en San Rafael, cuando él era
la estrella de EAJ-16. Es Corpus en Granada, y las calles huelen a juncia,
mastranzo y romero, alfombra divina para que sobre ella pase la custodia,
portada por la flor y nata de la costaleria granadina, precedidos por los
gigantes y cabezudos que con tanto primor cuidó y mimó mi primo, Enrique
Cabrera, que durante años les entregó su vida a los cuatro nobles de la realeza
granadina y a los personajes populares que vejiga en mano los acompañan.
Un año más se nos ha ido el
Corpus… Y que sean muchos más.