domingo, 22 de junio de 2025

 

Castillo Higueras preside el Corpus de 1982. A la izquierda Eulalia Dolores. Juan Ortiz.-

¿DÓNDE ESTÁ EL CORPUS?

 

Tito Ortiz.-

 

El paseo del Salón, con su monumento a Colón y la reina católica, rodeado de barquilleros con sus cilindros y la ruleta en la tapa, servía de pórtico a las casetas, entre las que destacaban, la de la Renfe, la del SEU, de los estudiantes, la del Real Aeroclub, El Palustre, El Compadre, la de la Policía Armada, con su electricista, Pepe Álvarez, que cada año se inventaba una iluminación, destacando la edición en que unas hélices pintadas de gris, como era lógico, servían de soporte a unos fluorescentes, y la de la Guardia Civil, que fue el asombro de todos, al instalar el año que el hombre llegó a la luna, un enorme cohete espacial en su interior. Las casetas competían en originalidad a la hora de la decoración, y todas tenían música en vivo, con los conjuntos musico vocales de aquí y la provincia. El año que Gelu cantó en la de la Renfe, fue todo un acontecimiento, con Eduardo y Los Windys, en la de los universitarios. Los componentes de La Real Sociedad de Tenis, y la del Tiro de Pichón, tenían un protagonismo especial en este ferial, donde su presencia era imprescindible, como la Asociación de La Prensa con su histórica Verbena en el Carmen de Los Mártires. El ocio y la diversión de este ferial se extendía hasta los jardines de la Biblioteca Pública Municipal, y los cercanos kioscos de Las Titas. No menos ambientado estaba el bar, El Rancho Grande, en el vértice del Humilladero con -la entonces- avenida de José Antonio, y en él, la eterna sonrisa para sus clientes de Rafael, el padrino de bautizo de mi hermano, Falo. Al otro lado del puente de Genil, Gregorio servía el mejor bacalao frito, con permiso del de La Paguana, al inicio de la avenida Cervantes. Y en el Violón, todas las atracciones para los más pequeños. La Noria, los coches de choque, el látigo, el infierno, el tío vivo, y al tresbolillo, los kioscos del algodón de azúcar color chicle.

CORPUS EN EL RECUERDO

Los bomberos hacían guardia con sus camiones autobombas en el lugar para evitar cualquier incidente. También estaban los voluntarios de la Cruz Roja con su uniforme militar, y los empleados de la Compañía Sevillana, por si se producía algún corte de suministro. Era un Corpus de Miércoles a Domingo, en el que no faltaba el castillo de fuegos artificiales en el embovedado, el concierto de la banda militar de la IX Región Militar, dirigida por Julio Marabotto Brocco, y la retreta militar para que al grito de: ¡catetos a su pueblo!, los capitalinos echáramos a los forasteros que, durante estos días, habían disfrutado de un Corpus inolvidable. Y durante todo el recorrido, decenas de fotógrafos que te salían al paso para inmortalizar el momento de alegría, y que después te pedían las señas para llevarte las fotos a casa.

En mil novecientos sesenta, hubo Campeonato de Andalucía en la Real Sociedad de Tenis, exposiciones de floricultura, peces y pájaros en el patio de la Plaza del Carmen, de pintura en La Casa de América, y en El Liceo, lanzamiento de paracaidistas en el Aeródromo de Armilla, concurso de albañilería en el paseo del salón y tiro al plato en Las Conejeras, teatro en las Pasiegas, Baloncesto femenino en el salón, teatro en el Paseo de Los Tristes, festival ciclista de La Unión Velocipédica, teatro Popular en la plaza del Realejo, castillo de fuegos artificiales en la Plaza de San Nicolás, teatro en la plaza Aliatar del Albayzín, carreras de velomotores y microbólidos en el Paseo del Salón, más un concurso de balcones y patios repartidos por todos los barrios, sin olvidar el de altares al paso de la custodia, de tal manera, que en cualquier barrio de la ciudad se olía a Corpus y se sentía el Corpus.

LOS CHACOLINES

Y bajo la Alhambra iluminada, el Dauro, y sobre el, un escenario por el que pasaron desde Antonio Mairena, Alberto Cortés, Mocedades o, Dexter Gordon, con su cuarteto de saxofones, que cada vez que terminaba una pieza, se volvía hacia la Alhambra iluminada, y le ofrecía su saxo en actitud reverente. Zarzuelas y teatro formaron parte del programa, y todavía hay quién recuerda, una actuación extraordinaria de Fernando Delgado y Charo López, haciendo “Maribel y la Extraña Familia, y “Tres Sombreros de Copa”, que estarán en la retina para siempre, en ese lugar privilegiado bajo la torre de Comares. Con los camerinos en el Hotel Reuma, del que se contaban historias de fantasmas nocturnos a la moda de almas en pena. Pues en este lugar, en el Carmen del Granadillo, nació un año antes que García Lorca, Marino Antequera García, testigo hasta su muerte nonagenaria, de toda la historia concerniente al Hotel Reúma.

Estábamos sentados en la Plaza de Bibarrambla, en una de esas farolas con patas siniestras, donde muchas generaciones de granadinos aprendimos a gritar desaforadamente: ¡Chacolín, chacolín, coge la estaca y ven aquí!, para que librara a la princesa del malvado lobo. La de Bibarrambla es la plaza de “Los Cristobicas”, lorquianos, o la de la tómbola benéfica que tuvo a Francis Dumond, señor de las ondas y la palabra, que me enseñó a querer ser locutor, hablando durante 24 horas sin parar, para recoger fondos a favor de los niños hospitalizados en San Rafael, cuando él era la estrella de EAJ-16. Es Corpus en Granada, y las calles huelen a juncia, mastranzo y romero, alfombra divina para que sobre ella pase la custodia, portada por la flor y nata de la costaleria granadina, precedidos por los gigantes y cabezudos que con tanto primor cuidó y mimó mi primo, Enrique Cabrera, que durante años les entregó su vida a los cuatro nobles de la realeza granadina y a los personajes populares que vejiga en mano los acompañan.

Un año más se nos ha ido el Corpus… Y que sean muchos más.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario