¿A QUÉ VENÍA YO AQUÍ?
Tito Ortiz.-
Hay a la entrada de mi casa,
junto a la bastonera, un mueble a modo de taquillón con un pequeño recipiente
para poner las llaves cuando llegas de la calle. El asunto es que, cuando voy a
salir a veces no están allí, así que comienzo un vía crucis por toda la casa
buscándolas, subiendo incluso a la mesita de noche y, nada que no aparecen,
hasta que por fin escucho la voz de mi santa preguntándome: ¿No las tendrás
otra vez en el bolsillo del pantalón? Y héteme aquí en la ardua tarea de darle
una vez más la razón. Las llevo encima. Suele ocurrirme también con las gafas,
de tal manera que, pongo la casa boca abajo buscándolas, hasta que paso frente
al espejo del salón y descubro con asombro horripilante que las llevo puestas. Esto es para miccionar y no echar
gota.
No es infrecuente en mí que,
al ponerme la camisa sin corbata, se me olvide abrochar los botones del vértice
del cuello, de tal manera, que suelo salir a la calle dispuesto a echar a volar
sin darme cuenta, hasta que alguien me advierte de que llevo bajo el cuello dos
alas de gaviota. Y si de aparcar el coche en parking de varias plantas se
trata, hace ya tiempo que tuve que anotar en una libreta en la que me encuentro
y el número de plaza, porque de lo contrario, más de una vez alguien me ha
visto deambular de planta en planta buscando mi coche. No sé si esto es normal
en personas de mi edad, o solamente en mí, pero el caso es que llevo mucho
tiempo con estos despistes a los que me he acostumbrado, sin saber si serán
síntomas de algo más grave, o simplemente, que ya tengo un pie aquí y el otro
en el campo santo de San José.
COSILLAS SIN IMPORTANCIA
Eso de que se me pierdan los
calcetines en la lavadora lo tengo ya superado, desde el día en que se me
perdió uno poniéndomelos sentado en la cama. Después de buscar por todo el
dormitorio, incluidos los bajos del tálamo, pude observar despavorido que me
había puesto uno encima del otro en el mismo pie. Éste al menos, no se lo quedó
la lavadora.
Suelo salir por las mañanas a
comprar el pan, el periódico, algo de fruta y alguna cosilla que falte en la
casa, porque la compra grande de toda la semana, nos la trae a casa un chico
muy amable de parte de Juan Roig. Pues a base de regresar echando en falta algo
que debía traer, ya he tomado la costumbre de llevarme las cosas apuntadas,
porque de lo contrario, me toca volver a salir. Ya lo decía mi abuela: ¡A este
niño hay que darle rabillos de pasas! Que por lo visto son muy buenas para la
memoria, pero yo por más que las pido en la frutería, no hay forma de que me
las vendan. Tal es el caso, que me he vuelto un consumidor de toda clase de
complementos vitamínicos que anuncian en la tele y, puedo decir al día de hoy
que por muchos botes que me tomo, lo mío es ya de una cronicidad que he sido
desahuciado por la ciencia, conmigo han tirado la toalla.
ESCALERAS ARRIBA Y ABAJO
Fui víctima de la moda hace
casi cuarenta años y, me compré una adosada con tres plantas. Para alejarme del
ajetreo habitual de la casa, instalé mi despacho donde escribo, leo y escucho
música en la tercera planta. No sospechaba entonces que, esa elección iba a ser
la culpable de que mantenga unas piernas en plena forma pues, a base de
subirlas y bajarlas, no necesito ir al gimnasio para nada, estoy en plena
forma. ¿saben por qué? Es sencillo, cuando no se me olvida subirme el tabaco,
se me olvida la pipa, cuando no, el encendedor. Y ya ni les cuento cuando estoy
solo y llama el repartidor de Amazon, tres pisos para abajo, a recoger un
paquete que ni siquiera es para mí, es para la vecina contigua, pero como no
está en casa, ha dicho al joven que sea tan amable y me lo deje a mí, así que
otra vez para arriba, y a retomar este artículo en el que me confieso como una
rara avis. Porque todavía no les he contado, cuando me sorprendo ante el
frigorífico. -yo que estaba viendo tranquilamente en el salón un documental de
la dos – y me digo en voz alta: ¡A qué venía yo aquí! Pues créanme si les digo
que hasta que no me vuelvo al salón y me siento ante la tele, no recuerdo que
había ido al frigo a por un refresco para seguir viendo los delfines y su
hábitat natural.
Así que, quieren que les diga,
que a veces pienso que estoy más “pallá que pacá”, pero lo llevo con solvencia.
Si ustedes me ven, no apreciarán nada extraño, doy el pego. Con decirles que, a
veces me pasa con asiduidad que, paseo por la calle, absorto en mis
pensamientos. Voy poniendo en orden ideas para comentarlas con ustedes mis
lectores cada domingo, y en alguna ocasión casi me ha costado un disgusto
porque, me he cruzado con algún amigo al que no he saludado. Que nadie se lo
tome a mal, porque eso mismo me ha pasado con mi padre y hasta con alguno de
mis hijos. Así que querido lector, si me ve por la calle, no dude en acercarse
y decirme quién soy, o en su defecto, avise al doctor Tomás Martínez Zaldívar,
él sabe de que va esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario