martes, 20 de marzo de 2018
LUÍS AMADOR
LUÍS AMADOR
Tito Ortiz.-
Con apellido de torero de arte, esta parada del Metropolitano granatensis, también puede rezumar flamencura, amor cofrade, ilustración universitaria, y granada en zumo para bebérsela como elixir de los dioses. La serpiente verde y blanca atraviesa por aquí la nueva ciudad alhambreña, expandida con cierto gusto y aire cosmopolita, ofreciendo un servicio a los ciudadanos, que ni los más viejos del lugar podrían haber sospechado. El éxito de la implantación del metro ha pulverizado otras maneras interesadas del transporte público, que, hasta su puesta en funcionamiento, ejercían el derecho de pernada, como única alternativa a una movilidad capitalina masacrada por intereses espurios. El asunto estaba tan viciado, que ya ocurría como con algunos políticos corruptos, que hasta que la justicia no les haga devolver de sus propios bolsillos lo robado, seguirán riéndose de la democracia y sus debilidades. Existe un antes y un después en Granada, desde la aparición del metro, y eso es una cuestión irrebatible, y afortunadamente, irreversible, para llanto y crujir de dientes de aquellos agoreros, que vaticinaron su fracaso más absoluto, desde meros intereses partidistas con rédito electoral de futuro, hoy ya amortizado y hasta olvidado. Afortunadamente, una ciudadanía sabia y práctica, ha respaldado sin contemplaciones una infraestructura tan deseada como eficaz. Un metro en el que afortunadamente, cada vez se ve más gente leyendo, que era una de mis esperanzas, y en el que espero no falten los músicos en directo, como ocurre en los autobuses, anunciando el Festival Internacional de Música y Danza. Un metro en el que ya podían estar instalados unos pianos verticales con música en vivo, proclamando el magno acontecimiento que Granada va a vivir a partir del próximo mes de abril. La genial idea de llevar a cabo la interpretación de la integral de conciertos para piano de Mozart, concebida en la mente privilegiada de Miguel Sánchez Ruzafa, y arropada por todos los entusiastas que le siguen en la buenas ideas musicales para Granada, ya debería estar en la mente de todos nosotros y los que nos visitan, incluso en aquellos que no siendo de aquí, pueden ver un bello pretexto para venir, asistiendo a uno, varios o todos los conciertos, de lo que ya es todo un acontecimiento, valorado en su justa medida por quienes de esto saben, aunque una parte de Granada no se ha enterado aún, y lo que es peor, otra no quiere enterarse, por que la idea no ha sido suya. Un deporte muy al estilo granatensis, que suele raer las tripas de quienes no han concebido un proyecto tan extraordinario, de tal envergadura y repercusión, para una ciudad que es musicalmente reconocida y aclamada desde la noche de los tiempos. Entren los pianos al metro y amenicen los trayectos, proclamando a los viajeros, que ésta ciudad será en unos días el epicentro del interés pianístico y musical, con una programación de un nivel tan solvente, que abarca una temporada con solistas y directores invitados, que entre otras cosas, nos va a permitir la recuperación escénica de una mujer tan importante para esta ciudad, como la pianista y una de las primeras mujeres directoras de orquesta, la albayzinera-sacromontana, del Peso de La Harina, Azucena Fernández Manzano, una granadina que conoció el éxito en plena adolescencia, y que voluntariamente escogió el retiro durante demasiado tiempo, privándonos de su capacidad y brillantez artísticas, que ojalá ahora nos regale su prolongación en el tiempo, para deleite de todos los amantes de la buena música, y sus admiradores, entre los que me encuentro desde el primer día.
martes, 13 de marzo de 2018
VILLAREJO
VILLAREJO
Tito Ortiz.-
Una estación del metro en Villarejo es un monumento a la nostalgia. En la Granada de mi niñez, Villarejo era el fin del mundo. Para un albaycinero llegar a Villarejo, era como entonar el Adiós Granada, allí te salías del mundo civilizado. Echabas gasolina para el viaje, te encomendabas a San Cristóbal patrón de los conductores, cuya foto llevabas en el salpicadero junto a la de tu suegra querida. Revisabas la presión de las ruedas, el nivel de agua, del aceite y hala, a la aventura, a comprar pan a Purullena, como Miguel de La Cuadra Salcedo. Pero Villarejo, también era un nudo de vías del tranvía, que entonces vertebraba no sólo la capital sino todos los pueblos del área metropolitana. Villarejo siempre ha tenido tradición tranviaria. Sus cocheras así lo han acreditado históricamente desde que, en 1904, circuló el primer tranvía granadino eléctrico, ya que los tirados por mulos o caballos habían comenzado su andadura, en el último cuarto del siglo XIX. Por lo tanto, Villarejo se merecía una parada de éste moderno metropolitano, que tantas satisfacciones nos está dando, y que ha revolucionado el transporte granadino de tal manera, que en un tiempo récord, ha mandado a la historia la “modernísima” LAC, de infausta implantación y ruinoso resultado para las arcas municipales, cuyos responsables del aciago invento, deberían pasar por los juzgados -cuanto menos- para dar explicaciones de tan negativa inversión, y apresurada puesta en funcionamiento, con vehículos ya desechados en otros lugares, por su vieja tecnología y alta contaminación. Pero, en fin, no quisiera yo atascar los juzgados más de lo que están, aunque pienso que el anterior alcalde, alguna individualidad de su equipo peinada de peluquería, y los responsables de la empresa de transportes urbanos, deberían ilustrar a la ciudadanía, de tan nefastos actos y peores resultados. No vaya a ser -líbreme el Señor de pensar mal de nadie- que se haya obtenido algún beneficio con éste desastre llamado, la LAC. O lo que sería mucho peor, que le hayan tomado el pelo a alguien. Ya lo decía Miguel Gila: ¿Alguien ha matado a alguien?
Villarejo, bien vale una misa, o una parada de metro, porque el lugar rezuma historia de nuestros tranvías, y porque la ciudad ha crecido tanto desde mi infancia, que ya no es la salida de la capital a otras tierras, sino que está dentro de ella, como dentro de los modernos vagones de nuestro actual metro, nos encontramos incomprensiblemente, por la mañana a primera hora, los vestigios que han dejado los usuarios del día anterior. Uno, si fuera mal pensado, podría deducir que algunos vagones, o trenes completos, no se limpian al finalizar el servicio diario, a juzgar por la suciedad acumulada, pero se me antoja imposible. Los usuarios del metro granatansis, nos merecemos que al menos al iniciar la ruta diaria el vagón esté limpio. Cosa distinta es que conforme avanza el día, algunos incívicos dejen constancia gráfica de que han estado allí, pero tampoco vamos a aparcar el tren para que le pasen la bayeta cada dos viajes. Aquí solo vale apelar a la conciencia ciudadana, y al buen comportamiento de los usuarios. Pero que nadie se llame a engaño, si otra mañana de estas me vuelvo a encontrar a primera hora un tren sucio que hace su recorrido, -al más puro estilo asambleario-, pienso arengar a las masas, para que antes de la primera salida de las cocheras, una comisión de usuarios, sea la encargada de revisar los trenes a las puertas de su recinto, e impida su salida, si estos no están en perfecto estado de revista.
martes, 6 de marzo de 2018
CALETA
CALETA
Tito Ortiz.-
La estación del metropolitano en La Caleta no tiene buen bajío. Si te apeas, por un lado, vas directamente al juzgado, y quién sabe si hasta Albolote, con el billete gratis para “El Rejas Palace”. Si lo haces por el otro costado, caes sobre las urgencias hospitalarias, y con un poco de malafollá, en el quirófano. Así que la cosa no pinta nada bien, lo mismo que el futuro de las escaleras mecánicas de las estaciones subterráneas, de las que recuerdo por su especial fragilidad, las instaladas en Alcázar Genil, Recogidas y Méndez Núñez. Quiero desde aquí hacer un llamamiento a los lectores de Ideal, y pedir la colaboración muy especial de, aquellos que siguen mi columna de todos los martes. Debemos echarnos a la calle como auténticos sabuesos, y averiguar cuanto antes, en que desguace o chatarrería, fueron compradas las escaleras mecánicas que se han instalado con total impunidad en el metro de Granada. Unas escaleras que, a pesar de los pocos meses de funcionamiento, desde el primer día están averiadas, y no hay una sola jornada en la que alguno de sus tramos no esté clausurado, mientras una cuadrilla de hombres de gris, las desarman y las arman, para que puedan cumplir su cometido, que no es otro que el de bajar al anden o subir a la superficie a los usuarios del metro granatensis. Debemos saber en qué, “todo a cien”, se han adquirido y pedir responsabilidades, porque no podemos estar años y a años esperando el metro, y cuando nos lo ponen en marcha, lo hacen con unas escaleras mecánicas caducadas, averiadas por tramos desde que se inauguraron, y con otros acompañados de ruidos sospechosos, que te ponen la mosca detrás de la oreja cuando te subes en ellas. Crujen, chirrían, yo diría que algunos peldaños se quejan por seguiriyas, y otros por carceleras, presagiando así, el lugar donde deberían estar los responsables de tamaño desatino.
Y si hay que pedir responsabilidades a los usuarios y reprenderlos, hágase cuanto antes, pues las escaleras mecánicas de nuestro recién estrenado metro están a punto de “petar”, que diría un moderno. Y hablando de ellos/as, a lo mejor hay que poner mayor atención en esos/as usuarios/as que cuando tu vas tranquilamente ascendiendo por las escaleras mecánicas, ellos/as que van muy deprisa a ninguna parte, te echan a un lado para subir a mayor velocidad las escaleras y ganarle tres segundos al tramo. Son criaturas descerebradas y faltas de educación y buenas costumbres, que molestan a los demás sin beneficio alguno, y lo que es peor, olvidan que junto a la escalera mecánica que ellos están maltratando, existe una de obra y fija de color gris, que les permite subir a toda velocidad sin molestar a nadie. Esto debería ser vigilado por los chicos y chicas de amarillo fosforito, encargados del orden y la seguridad en las estaciones. Y habría que pedir responsabilidades penales y económicas, a todos aquellos que apartan a un lado a los pacientes usuarios que suben en las escaleras mecánicas del metro, mientras ellos con sus zancadas, a veces de dos en dos peldaños, hacen sufrir al mecanismo de ascenso “escaleril”, seguramente sometiéndolo a un desgaste erosionante, impropio de la función que este tiene que llevar a cabo, que es subir al viandante tranquilamente, sin que nadie de saltos en los peldaños, que imagino será como darle patadas en los riñones a la estructura. Pónganse desde hoy a disposición judicial, a todos los que atropellan a los humanos y la razón, corriendo por las escaleras mecánicas, mientras las de obra no las utilizan estos/as gamberros/as incívicos/as, cuya lengua Alá confunda.
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