martes, 5 de febrero de 2019

SIEMPRE HEMOS SIDO...

... SIEMPRE HEMOS SIDO... Tito Ortiz.- En casa siempre hemos sido más, de mármol blanco para las lápidas, bien sabido lo tienen los hermanos Romera, que de eso saben más que Lepe, no en vano son proveedores nuestros desde el siglo pasado y el anterior. Pero de un tiempo a esta parte, desde que el ayuntamiento conservador decidió compartir la empresa de los muertos con la privada, las cosas han cambiado mucho. Esto de morirse se ha puesto por la nubes, y en menos que te lo esperas, como no estés atento a la pegatina en el nicho, se produce un desalojo por las bravas, que da con la osamenta de nuestros antepasados en una zona común, habilitada al efecto para los morosos, con tal falta de delicadeza, que me estoy pensando apuntarme a Stop desahucios, para que en caso de alzamiento, vengan a protegerme al campo santo, de mudanza tan expedita. Sobre todo teniendo en cuenta, que mis antepasados adquirieron su derecho de última morada, a perpetuidad, un asunto este que ha sido modificado por el legislador, sin la anuencia de nuestros deudos, a los que por mucho que avisen, llevando tanto años en el más allá, es imposible que les lleguen las notificaciones pertinentes. Sabido es que allí es muy difícil recibir certificados, citas judiciales y multas de la hora. Pero esta empresa nueva que gestiona el cementerio, ha hecho de su capa un sayo y no entiende de barcos, así que ha ya mucho tiempo, emprendió tenaz cruzada con los morosos del campo santo, sin tener en cuenta que muchos de ellos, no tienen ya descendientes vivos, a los que hacer pasar por ventanilla, acoquinando los aranceles pertinentes. De tal guisa que, al ser también la empresa forastera, no sabe de ciertas celebridades locales, que merecerían no ser desalojados de su última morada. Muy por el contrario, merecerían trato adecuado a su dignidad y méritos en vida, y que pudieran disfrutar de su descanso eterno, complementado con el adecentamiento y limpieza de su entorno, en virtud de sus méritos en vida. Me consta que, a poco que estas diligentes criaturas se dejaran asesorar, yo mismo podría facilitarles holgada y certera lista de enterramientos que no solo no deberían tocarse, sino protegerse de por vida, pues no hay que olvidar, que en los cementerios yace una gran parte de nuestro pasado, consistente en los restos mortales de quienes formaron parte de nuestra historia, que duermen el sueño eterno de la paz, y a los que por lo visto, algunos no quieren dejar tranquilos descansar ni después de muertos. Debemos respetar nuestro pasado, y eso empieza por no desalojar de sus sepulcros, a quienes nos precedieron en la vida, dejando tras de sí un rastro venerable y digno de admirar por las generaciones venideras, que ya no saben de una debida y respetable estética funeraria, como dios manda. Por mi edad y alta alcurnia, yo reivindico para tan solemne momento de pasar de una vida a otra, el féretro negro, tallado a mano, con tiradores de plata, forrado en seda blanca y encaje de linda labor que a modo de rostrillo caiga por la frente del finado. Y para su transporte, un artístico y barroco coche de caballos, barnizado en negro oscuro, con cuatro angelotes en cada esquina, y amplios visillos de rica artesanía bordados a ganchillo, más un tiro de caballos negros zainos, enjaezados en el mismo tono, con grandes penachos de plumas sobre la cabeza. Cochero y ayudante en el pescante con librea de riguroso luto y chistera. Hay una liturgia en todo y esto de la muerte, se nos ha ido de las manos.

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