jueves, 8 de agosto de 2019

ANTES DE PELLETS

ANTES DE PELLETS

La cáscara de almendra como el combustible de mi infancia

Tito Ortiz.-

Esto de que las modas vuelven, si tu no te mueves del sitio es un hecho más que constatado por este anciano que teclea el ordenador, en no se que parte, del último tercio de mi vida. Y no ocurre solo con el fondo de armario, el sombrero o el reloj de bolsillo, sucede también con las estufas. Hubo un tiempo – yo lo viví – que las estufas desaparecieron de los salones y habitaciones de la casa, para dar paso a modernos radiadores de agua caliente o bombas de calor. Yo nací con un brasero de picón en el comedor, bajo la mesa de camilla, que mi madre pasaba por mi cama antes de acostarme, para que, al contacto con las sábanas, en aquellos inviernos albaycineros, yo no rebotara colgándome de la lámpara del techo. Aquellas sábanas de lienzo moreno, semicongeladas, por cada arruga que encontraras en ellas, te regalaban una hermosa cicatriz en la piel. Noches de frío intenso, con mantas cuarteleras de las que pesan mucho y poco abrigan. Con los años llegaron las estufas de butano, y nosotros pudimos comprar a plazos en Molinero Radio una catalítica, que era la última moda en calor para el hogar. Fuimos la envidia del barrio.

EL PELLETS

En los últimos tiempos, dignísimos luchadores por la energía limpia, la ecología y todo lo que tenga que ver con el medio ambiente, insisten en poner de moda la calefacción en el hogar, utilizando como fuente de energía a un señor llamado, Pellets. Un asunto éste que me ha obligado a estudiar en profundidad tan exquisita fuente de energía, llegando a la conclusión – yo solo – de que bajo la denominación del señor Pellets, lo que se esconde es serrín prensado, desecho del aserramiento de la madera y el desbroce de los campos y las montañas, que los humanos transforman sin aditivos en, diminutos cilindros que prenden bien y rápido dotando de calor confortable la estancia. Ya, dependiendo del tipo de caldera, necesitará chimenea o no, podrás conectarla a los antiguos radiadores, o dejarla en sola en el salón, porque algunos modelos adornan mucho, tanto, que incluso han inventado las que no dan ni calor, o sea, que tu ves allí en mitad de la estancia una vistosa y acristalada estufa con llamas y todo, pero en realidad es un elemento decorativo, que ni calienta, ni leches en vinagre. Pero quedar bonito, aquello queda de dulce, que yo las he visto.

CÁSCARAS DE ALMENDRA

En mi viejo colegio nacional de la Placeta de Ramírez, solo había tres clases. Primero, a cargo de don Juan, cariñosamente le llamábamos a sus espaldas, “El Bigotes”, por el gran mostacho blanco que lucía, junto a una indumentaria clásica donde las hubiera. Botines de caña abotonada hechos a medida. Traje azul marino con raya perdida acompañado de chaleco y reloj de bolsillo. Sombrero a juego y capa española. Pertenecía a la Hermandad de Labradores. Segundo, a cargo de don Andrés y Tercero con Don Cristóbal. Todos con un único libro de texto: La Enciclopedia Álvarez. Y todos con un método de calefacción en invierno, que ya entonces, hace sesenta años, era el prototipo de un aprovechamiento energético indiscutible. En Cada clase había una estufa que utilizaba como combustible, cáscaras de almendra. A los mayores nos hacían responsables de que aquello funcionara, un trabajo que empezaba cuando al inicio del curso, antes de que llegaran los fríos, un camión cargado hasta los topes de tan singular combustible, aparcaba en la puerta del colegio y con espuertas de goma, cargadas sobre nuestras espaldas, subíamos el cargamento a un techado de la terraza que nos servía como almacén del combustible. Nuestra recompensa era que, al terminar, nos dejaban un rato rebuscar entre las cáscaras, alguna almendra entera que llevarnos a la boca, y eso era motivo de alegría y alborozo. El mantener la estufa de clase encendida, requería de un mantenimiento y atención al que se añadía, que sobre el artefacto calefactor, poníamos a calentar una gran perola con la leche en polvo americana, a la que se añadía el agua correspondiente, y removiendo con una gran cuchara de palo, a eso de media mañana, la estufa que calentaba la clase, con la misma energía, hacía posible que pudiéramos tomar un jarrillo de leche caliente, de la que nos mandaban los americanos. Dices tu del Pellets. Dónde se ponga la cáscara de almendra…

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