“CANINOTANATOSALA”
Tito Ortiz.-
Esto de cuidar a las mascotas se nos ha ido de las manos. Cuando yo era niño, los perros comían las sobras de casa y algún mendrugo. Ayer en una gran superficie, buscando un abrelatas – porque cada vez que me voy de excursión, me acuerdo de todo el árbol genealógico del que, inventó el “abrefácil” en todas sus facetas y vertientes – dieron mis ojos con metros y metros de estanterías, repartidas en varios pasillos, donde se exponía la colección más variada de comida para perros. Desde piensos para distintas edades, a latitas de multitud de sabores, sin sal, light, total que echando un vistazo por encima, calculé que había más variedad de comida para perros, que para celiacos en tiendas especializadas, lo que me pareció una aberración, porque no es normal que haya humanos que tratan mejor a sus perros que a sus congéneres.
He visto reportajes en la tele de, pasarelas de moda con vestidos de alta costura para perros, con collares de piedras preciosas. Hoteles para canes con suites de lujo, en las que se incluyen masajes por especialistas perrunos, preparación al hecho amatorio, noviazgo en sus dos variedades de lento tradicional, o flechazo. Y boda por todo lo alto, con dos opciones: Ordinaria estilo Belén Esteban, en la que se incluyen interrupciones a voces, pregonando el pescado, y la aristocrática, más en la línea de Sergio Ramos, que lleva de serie modelos horteras para ellos, que evidencien la escasez de educación, cultura y reglas de urbanidad en los contrayentes, familiares y amigos.
Que hay humanos que quieren más a sus perros que a los de su raza, lo demuestran personas como, Pasquale Rizzo, que falleció en 2014, dejándole una fortuna a su perro Tor, de más de siete millones de euros. Había que ver la cara del chucho, sentado frente al notario cuando leyeron el testamento. Carlotta Liebenstein era una condesa alemana. La mujer, decidió dejar toda su herencia de 80 millones de dólares a su perro Gunther. Quizás guiada por la experiencia de, Thomas Martínez que vivía en la calle, en Santa Cruz (Bolivia). Un día, la policía decidió acercarse a Thomas mientras dormía en un banco, para decirle que su antigua esposa (de la cual se divorció unos años antes) le había dejado 6 millones de dólares. Thomas pensó que la policía le quería detener y huyó. Los periódicos se hicieron eco de la noticia y trataron de encontrar a Thomas. Pero lo más curioso es que el paradero del millonario sigue siendo aún desconocido.
Ante humanos que huyen de las fortunas que les son concedidas, es lógico que la gente ahora opte por enriquecer a sus perros, porque entre otras cosas, no tienen oportunidad de huir. Y esto es un nicho de negocio que las funerarias perrunas han descubierto como agua de mayo. Ayer palmó el perro de mi compadre, y cuando avisó a los servicios del ayuntamiento, al instante se personaron en la casa, dos individuos embutidos en sendos trajes negros y chistera en mano, que le ofrecieron la oportunidad de tanatosala velatorio, maquillaje, caja de roble, o de cartón para incinerar – según gustos - más la posibilidad de taxidermia, para inmortalizarlo en el salón junto a la chimenea. Panteón perruno en el cementerio canino, o bien incineración, con la posibilidad de convertir parte de sus cenizas, en un diamante para colgar del cuello o ensortijar. Nicho o columbario, con lápida de mármol labrada por los hermanos Romero, a lo que mi compadre ha dicho que, prefiere que lo envuelvan en plástico y, envasándolo al vació, se lo envíen a su exmujer. Afín de cuentas, ella siempre dijo que quería más al perro.
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