AL RASO
Tito Ortiz.-
La otra noche, cuando más frío hacía y agua caía, decidí hacer un experimento para poder escribir este artículo con conocimiento de causa y, no “tocar” de oído. Me abrigué hasta parecer un embozado “velazqueño”, cogí mi paraguas de doble varilla familiar, y me hice a las calles del centro, cuán antropólogo en prácticas o becario incentivado. Lo observado no me sorprendió. Portales, soportales, cajeros, bancos de parques o paradas de autobús, en cada rincón donde poder guarecerse, bajo cartones y mantas ennegrecidas por el uso y la carroña, había vida. Quiero decir, que bajo esos bultos había criaturas humanas de todas las edades y condiciones sociales, que por una razón u otra, han terminado viviendo al raso en las calles, entre otras cosas, porque no hay plazas en los albergues que la administración pone para estos casos. Y héteme aquí, que me impaciento, me arrebato y me enfurezco, porque un año más, la llegada del frío, de la lluvia y hasta de la nieve, les ha cogido por sorpresa, a esa caterva de incompetentes a los que pagamos sueldos millonarios, para que solucionen nuestros problemas, sobre todo, los de los más desfavorecidos. ¿Cómo es posible que a estos incompetentes, cada año les coja esta situación por sorpresa y como nueva? Desde que el mundo es mundo, sabemos que hay gente que no tiene un techo bajo el que cobijarse, que vive en la calle, y que los albergues no tienen plazas para todos. ¿Tan difícil es, prever la ampliación de estas instalaciones, para evitar el bochorno anual de tener seres humanos durmiendo a la intemperie?
La lista de espera para dormir en un camastro, he comprobado que llega incluso a los seis meses. Pasado ese plazo ya será verano, con lo cual podrá dormir “cómodo” en un banco de cualquier parque, habrá muerto de frío o de hambre, o habrá sido presa de esos hijos de su madre, que les dan palizas durante la noche, les invitan a comida envenenada o para perros, o les echan gasolina por el cuerpo y les meten fuego, porque esa es la juventud que hoy estamos criando. Pero nuestros políticos de sueldos millonarios no pueden solucionar esto, porque cada año, les coge por sorpresa el hecho de ver indigentes durmiendo bajo cartones. ¡Oh! Albricias, hay un ser humano bajo el embalaje de un frigorífico. ¿Cómo es posible? Y tras su sorpresa y asombro, el político llegará a su despacho, encargará un informe, nombrará una comisión que investigue las circunstancias, y cuando los años pasen y ya tenga toda la información, él ya no estará en el cargo, el mendigo habrá muerto y el cambio climático habrá suprimido el frío y la lluvia, con lo cual, ya no hará falta que nadie haga nada, por los miles de seres humanos que cada noche duermen al raso, mientras los millonarios con actas de parlamentario o concejal, duermen a pierna suelta cada noche con calefacción en sus casas. Yo no quiero quitarles esos privilegios a los ineptos que nos desgobiernan. Lo que pido a gritos es que ni un día más haya un ser humano durmiendo al raso. Si esto se repite desde hace dos mil años, ¿hasta cuándo va a ser una sorpresa para nuestros representantes políticos? Con este panorama, no debe extrañarnos que la otra noche uno de los sin techo, agarrara un adoquín y destrozara los cristales de un par de coches, para poder dormir calentito en los calabozos de la policía. Si esto no es suficiente para hacer reaccionar a nuestros “sorprendidos” dirigentes, deberían dimitir en masa.