martes, 12 de noviembre de 2019

LA ZANAHORIA

LA ZANAHORIA

Tito Ortiz.-

Una provincia desencantada, indolente, resignada y depresiva – como esta – es lógico que habiéndose dejado llevar por la incompetencia de sus políticos, no espere nada de un porvenir incierto, plagado de dudas y de farsantes. Nuestra clase política es tan previsible, que de vez en cuando, para que no caigamos en el suicidio colectivo, a modo de la zanahoria que se le pone al burro delante para que camine, a nosotros nos hablan de grandes proyectos con los que seremos más ricos y felices, aunque nuestro poder adquisitivo sea cada vez menor, y la vida de mis nietos, mucho peor que la mía, con diferencia. Votes al que votes, aquí da lo mismo. A final de mes las penurias son las mismas, las estrecheces cada vez más alargadas, las hambres más enquistadas y la pobreza más infinita. En solo cuarenta años han hecho de nosotros, un pueblo sin alegría, sin futuro y, con un presente penoso, que nos aboca a la indigencia física, moral y social. Somos  damnificados de una clase dirigente, nacida para enriquecerse con nuestra pobreza. Es una perversión del sistema, que nos ha llevado hasta aquí, para abandonarnos a nuestra suerte, esa que ya está echada.
Pero viendo nuestros próceres el estado tan lamentable en el que nos encontramos, y temiéndose que no lleguemos vivos a unas próximas elecciones para votarlos – que es lo único que les interesa – nos hablan de grandes proyectos ilusionantes como dicen ellos, y vuelven a desempolvar ideas necesarias pero que nadie acomete cuando está en el gobierno. Todo lo más, lo demandan cuando están en la oposición, por ejemplo: Siglos llevan hablando del tren a Motril, un asunto que como el papel, todo lo aguanta, y que por más años que pasen, resulta atractivo y beneficioso. Si se llevara a cabo, claro. Resulta desternillante, que quienes vaticinaron el fracaso estrepitoso del metro de Granada, viendo su craso error, ahora apuesten por su ampliación urgente, vendiéndonos quincenalmente tan loable iniciativa. El asunto de los teleféricos siempre es muy recurrente. Los proyectan con gran facilidad, ya sea del Sacromonte a la Alhambra, o desde el Parque de Las Ciencias a Sierra Nevada, el caso es engatusarnos con lo que sea. Somos tan inocentes, que hasta los creemos cuando desde hace decenios nos hablan de construirnos un gran espacio escénico, en el que representar Aída de Verdi con ejércitos y cuadrigas sobre el descomunal escenario, el más grande de todas las Españas. Nos prometen desde hace tiempo, una bellísima escalera mecánica que desde la calle de Elvira nos suba al Albayzín, y nosotros nos lo creemos. Igual que cuando nos prometen una circunvalación completa, de anillo cerrado como en el resto del mundo, menos aquí, claro. El taxi metropolitano de tarifa y servicio unificado, sin cambiarla cuando llegan a Carrefour, lo prometió en el siglo pasado un político que ha muerto de viejo. Lo mismo que el AVE de doble vía y soterrado. Prometer es tan barato, y como luego nadie pide responsabilidades de lo prometido y no cumplido, mentirle al ciudadano sale gratis. En esta provincia en la que el paro no desciende nunca, sino que aumenta cada mes, en la que existen negocios de restauración con decenas de empleados sin dar de alta en la seguridad social, que trabajan catorce horas diarias y las cobran a euro, o sea, que están de esclavos en un país civilizado y democrático que cree en los derechos de los trabajadores, ponemos el grito en el cielo cuando en países del tercer mundo, niños y mujeres trabajan por una comida al día y duermen en el suelo. Yo lo que quiero es que Pitres sea puerto de mar. 

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