CUENTAS PENDIENTES
Tito Ortiz.-
Para aquellos que hicimos la
transición, lograrla, pese a asesinatos como los de Atocha, los del Grapo y la
ETA, nos pareció todo un ejemplo de madurez política, incluida la operación
Galaxia y el golpe de Tejero. También contribuyó mucho, que el mundo nos viera
como ejemplo modélico, porque no todos pasan de una dictadura a una democracia,
sin que haya de por medio una guerra civil, pero como nosotros ya habíamos
pasado la nuestra, la historia nos aprobó la reválida sin tener que
examinarnos. El caso fue que, cediendo unos y otros, pusimos una Constitución
en pie, unos partidos con un sistema opaco de financiación, echándonos a la mar
océana de la política, sin encomendarnos ni a dios ni al diablo.
Pero tuvimos varios fallos,
entramos en política sin levantar todas las alfombras, sin pedir el carné a
determinados militantes, y eso fue contaminando el sistema, hasta que cuatro
décadas después, desde la Jefatura del Estado para abajo, nadie se salva de
mangantes e indeseables. Un asunto grave y descorazonador, que dilapida el poco
crédito que un día tuvimos como sociedad modélica, incorporada a la vieja
Europa de pleno derecho. Nunca antes hemos tenido peor valoración de nuestros
representantes legales, descrédito que ellos solos se ganan a pulso con sus
actitudes e inaptitudes. La clase política actual en España necesita una
urgente regeneración, tiene que volver a la casilla de salida, para frenar el
descontento ciudadano que lleva a polarizar un voto, poniendo sobre la mesa
electoral, un panorama sombrío de extremos políticos, que solo llevan a la
descalificación, el enfrentamiento y la autodestrucción. Cuando políticos
opuestos, en lugar de confrontar ideas, se limitan día tras día a insultarse,
incluso en el interior sacrosanto de la cámara legislativa, es que el país al
que representan está podrido, y en nuestro caso creo que es más que evidente.
No nos ha dado tiempo a
consolidar la democracia, gracias a la incapacidad educativa e intelectual de
nuestros políticos, a su falta de formación académica, humana, y a la ausencia
de su vocación de servicio a la sociedad. Ellos van a lo suyo, y algunos,
incluso roban. No se puede ser más delincuente con carné de partido y acta de
lo que sea. Y, además, para pretextar su razón de ser y existir, trasladan al
ciudadano su crispación y violencia bien sea en nombre de la libertad, tan
manoseada últimamente, o del facherío. Todo les vale con tal de, tenernos
entretenidos en partirnos la cara entre nosotros, mientras ellos se forran y
apoltronan, haciendo ricos a tertulianos televisivos de charanga y pandereta,
que entran al trapo ideológico, previo pago de su importe
La reflexión a todo esto es
deprimente, por muy pocas luces que tenga el ciudadano de a pie. En materia
política, ya lo dijo mi director espiritual, Groucho Marx: Partiendo de la
nada, hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria. Pero acercando el ejemplo
a nuestra tierra, quienes mejor definieron la situación, fueron los famosos
filósofos Ortega Y Gasset, cuando afirmaron que: No se puede hablar de
decadencia española en sentido estricto, porque para decaer hay que caer desde
algún sitio y España no ha llegado a cúspide alguna. Está claro que los
adolescentes de la transición nos han salido listos, tanto que, saben como
comer a cuerpo de rey sin dar golpe ideológico. Mi reino por un minuto de
televisión en prime time.
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