AÑO DE BIENES
Tito Ortiz.-
El pasado sábado día uno de enero, se celebró –como todos los años- el Día del Guardia Urbano, donde la generosidad de los granadinos se apreció una vez más, en la cantidad de regalos que se fueron acumulando, tanto en Puerta Real, el cruce de Colón con Reyes Católicos y la plaza del Triunfo. Allí, junto al pódium donde se suben para regular el tráfico, pintado de blanco con líneas rojas, se fueron acumulando a lo largo del día, bienes comestibles tan dispares como, jamones, tripas de salchichón y chorizo, cajas surtidas de mantecados, botellas de sidra, pollos y pavos vivos, hogazas de pan de Alfacar y todo tipo de dulces navideños, que harán felices a su familias en estas fiestas tan entrañables. Los guardias lo agradecían con una amplia sonrisa, uniformados con su gabán tres cuartos azul marino, su correaje blanco, salacot y guantes a juego. El sueldo de guardia urbano no da para muchas alegrías, y una vez al año es bueno que los granadinos colaboremos con quienes tanto hacen por nosotros.
Esta hubiera sido la crónica de Ideal en aquellos años de mi infancia, que aún se conservan en las hemerotecas, para recordarnos –como dicen Les Luthiers- que, “cualquier tiempo pasado fue anterior”. Afortunadamente, hoy día nuestros policías locales ya no necesitan de la caridad de sus convecinos para subsistir, pero si necesitamos todos que algunos de ellos sean más cumplidores con el fisco. Hace unos días se han publicado las listas de los morosos insolidarios con la hacienda pública, y resulta escalofriante comprobar que haya tanto deudor, que al parecer, duerme tranquilo por la noche. Solo recaudando lo que estos deben a la Agencia Tributaria, los presupuestos generales del Estado, serían coser y cantar, pero a juzgar por la situación lo único que pega es interpretar un miserere, por tanto jeta y famoso que no cumple con sus obligaciones fiscales, condenándonos a los demás a vivir con el corazón en un puño, estirando las paupérrimas pensiones para dar de comer a los nietos. Atrás quedaron los tiempos en que los hijos ayudaban con sus sueldos a la economía familiar paterna hasta que se emancipaban. Ahora esos hijos siguen en casa, porque por si solos no se pueden valer para vivir, en un país que presume de tener a individualidades millonarias que no cumplen con sus obligaciones, para con todos. Sorprende ver y hasta cabrea, como personajes que están en el pico de la ola mediática todos los días, campan a sus anchas sin pagar a Hacienda, riéndose de todos nosotros en nuestra cara, mientras los demás pagamos el recibo de la luz gracias a un crédito personal.
Menos mal que mi amigo Antonio Baquero, ilustre boticario y cabañuelista, ha pronosticado para este año lluvias, granizo y nieve, con lo que al menos albergamos la esperanza cobijada en el viejo refranero, de que este sea un año de bienes. Y si además, le damos un empujoncito a la pandemia y la mandamos a paseo, tendremos las fuerzas suficientes para pensar, como dice Serrat, que a partir de aquí, solo cabe ir progresando. Pero las desgracias nunca vienen solas, el nano del Poble Sec, sale de gira para retirarse. Esto es un no parar.
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