domingo, 24 de abril de 2022

LA “BAJANDÍ” GRANATENSIS


 LA “BAJANDÍ” GRANATENSIS


Tito Ortiz.-


Correteaba yo por casa escuchando a mi padre hablar de Don Ramón Montoya, y yo pensé que se trataba de un médico, porque en aquellos años solo se le ponía el don por delante a los galenos, pero me explicó que se trataba de un gran guitarrista, que allá por 1922, tuvo una actuación estelar en el Primer Concurso de Cante Jondo, y de aquella manera, me fue gustando el instrumento, al que mis amigos gitanos llamaban, “Bajandí” o “Sonanta”. El caso fue que di tanto la lata, que a los ocho años, harto de oírme mi progenitor, me compró una valenciana, que era a lo máximo que podía acceder, teniendo en cuenta nuestra precariedad dineraria. Las primeras clases me las dio “Papa Manuel” (Manuel López), excelente guitarrista y violinista de la orquesta del Teatro Cervantes, en su albaycinera casa de La Cruz de Quirós, para las que también me tuvieron que agenciar el famoso, Método Eslava.

He de reconocer que, pasado un tiempo, el mayor éxito que tuve con la guitarra, fue cuando decidí colgarla de una alcayata en mi dormitorio, y mi familia pudo descansar de aquellas tardes de ensayos, que para ser llevaderas, transcurrían entre varias rondas de tila caliente, a las que se apuntaban algunos vecinos colindantes. Pero esto me permitió conocer a gente maravillosa, entre los que recuerdo al maestro Adrián, primer profesor con el tiempo de, Miguel Ochando. José Recuerda, bandurrista del “Trio Albéniz” y el “Cuarteto Iberia”, al que su hijo del mismo nombre acompañaba a la guitarra, y a tantos profesionales de ambos instrumentos, que cada noche en las cuevas del Sacromonte, impartían su extraordinario magisterio en la zambra, poniendo a Granada en la primera fila interpretativa de los instrumentos de cuerda.

ESTRELLAS DE LAS SEIS CUERDAS

De las satisfacciones que uno se lleva en la vida, recuerdo varias como cuando estreché por primera vez la mano de, Miguel “El Santo”. Cada seis de Enero, la Peña de La Platería, llevaba una embajada flamenca al asilo de la hermanitas de los pobres, para distraer con los artistas locales a los mayores residentes. A mí me tocó –junto con otros compañeros de la radio – presentar varias ediciones de estos festivales altruistas, y la tarde que me presentaron a “Miguel El santo” fue una de esas imborrables. Él era desde hacía tiempo un interno de la asociación, pero cuando llegaba el día de reyes y con el, los flamencos de La Platería, sacaba su vieja guitarra del estuche y formaba parte del elenco como un artista más. No podía creerme que le estaba estrechando la mano al que durante tantos años, había sido, junto con “El Tuerto”, el guitarrista asiduo de Frasquito Yerbagüena. Su apodo artístico de “El Santo”, se lo puso Frasquito porque durante las horas que durara la actuación o la fiesta donde estuvieran, Miguel no pronunciaba palabra, se limitaba a poner la mejilla sobre la primera curva de la guitarra, y así le podían dar las claras del día, que no piaba. Tal era el caso, que en más de una ocasión le preguntaron a Frasquito porque lo acompañaba siempre un hombre tan soso que no abría la boca en toda la noche, a lo que el cantaor contestaba de manera inapelable: Siempre lo traigo conmigo porque…sabe escuchar.

La cantera que ha significado la Zambra del Sacromonte para la guitarra flamenca, requiere de una enciclopedia imposible de albergar en esta página, pero no me resisto al menos a, reseñar solo algunos a los que he tenido la fortuna de conocer, para que no parezca que estoy pasando lista. Miguel Cortés y Juan Maya Marote, fueron de los primeros que descubrí, junto a la saga de los “Habichuela”. En mis noches del “Rey Chico”, disfruté mucho escuchando a “El Chispitas”, con la voz enorme de la Carmela y volviendo al camino, los dos niños de “Miguelone”, tanto Paco como Miguel Ángel Cortés, a los que he presentado en festivales cuando aún llevaban pantalón corto. Coetáneo de ellos, José Carlos Zárate ampliando su hacer a lo clásico, y así podría seguir páginas y páginas.

PRIMER CATEDRÁTICO

Figura imprescindible en la evolución de la guitarra flamenca, es Manuel Cano, que llegó a ser el primer catedrático de guitarra flamenca de todos los tiempos, metiendo por la puerta grande al instrumento en su versión flamenca en un conservatorio. La lástima fue que no pudo ser en el de Granada, por aquello de las categorías educativas, y se nos fue hasta Córdoba, pero la pica en Flandes la puso el granadino, que vio la continuidad del instrumento en su hijo. Cano, fue un pilar importante en aquellos años en que junto al Festival Internacional de Música y Danza, y los Cursos Manuel de Falla, se pusieron en marcha dos acontecimientos extraordinarios, de repercusión mundial desde Granada: Los Concursos de Interpretación y Composición de Guitarra, que tuvieron como jurados al propio Cano, Andrés Segovia, Regino Sainz de La Maza y Narciso Yepes, que desgraciadamente no tuvieron continuidad en el tiempo, pero que dejaron una semilla muy rica que, con los años, ha conseguido germinar y florecer en La Herradura.

En los años en que estos acontecimientos se vivían en el Auditorio Manuel de Falla, triunfaba por el mundo como concertista y acompañamiento, mi inolvidable Vicente “El Granaino”, un niño ciego de Plaza Nueva, que acompañó a los más grandes, y que antes de morir, dejó un disco para la historia en el que, él solo interpreta una docena de temas, tocando hasta diez instrumentos distintos. En fin, son cosillas que solo pasan en Granada. Que le vamos a hacer.


domingo, 17 de abril de 2022

LOS FACUNDILLOS

 LOS FACUNDILLOS


Tito Ortiz.-


Conocí a doña Angustias Arcas cuando yo trabajaba en “Tejidos El Ahorro”, y cada dos o tres días, Manuel Balboa Fernández, me mandaba a su casa, para llevarle las telas que tenía que confeccionar para la tienda. Doña Angustias tenía el porte y la educación de una señora noble, y en su puerta de la Cuesta de Gomérez, frente a la casa del Alcalde de Granada, Manuel Sola, junto al timbre, había una plaquita de hojalata que rezaba: Angustias Arcas, Modista.

De trato cariñoso y vivaracho, con el pelo recogido en un moño, y siempre con tacones, la modista me recibía con amabilidad, y me entregaba las prendas confeccionadas para llevar a la tienda de la calle Cárcel Baja. Yo seguía viéndola, cada domingo en misa de once en Santa Ana, ya que en mi condición de monaguillo, le ponía la patena bajo la barbilla a la hora de comulgar, cosa que con mucha frecuencia, hacía junto a su hija, que iba con el uniforme de enfermera militar, portando sobre su cara, los ojos más bonitos que he visto en mi vida a los pies de La Alhambra. Asunto éste que no le pasó desapercibido a Joaquín León, que terminó llevándola ante el altar, convirtiéndola en madre de sus hijos.

GONZÁLEZ ARCAS

Pasaron aquellos años sesenta del siglo pasado, y tuve contacto con varios de los hijos de doña Angustias. Primero fue Arturo González Arcas, que militó en el partido socialista andaluz, y llevó a cabo una labor importante en nuestro ayuntamiento, siempre relacionado con el mundo de la cultura. También fui amigo del más pequeño de los Arcas, pero con quién más contacto tuve, fue con Paco, hombre bueno y sabio de la semana santa de Granada, que durante su militancia cofrade en la Hermandad de “La Cañilla”, me explicó toda la historia que yo debía saber para entender la hermandad del Realejo, entre otras cosas, de donde venía la palabra de “Facundillos”. Me decía Francisco González Arcas, que todo venía de una canción popular granadina cuyas raíces se perdían en la antigüedad. Todo comienza con la fundación en 1925 de la hermandad de Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de La Soledad, en el corazón del Realejo, y continúa cuatro años más tarde con la puesta en marcha de otra, adscrita a esta, que debería convertirse en una escuela de cofrades a muy temprana edad. Se erige así, la Hermandad del Dulce Nombre de Jesús, que procesiona un niño Jesús pasionista, del mismo autor que La Virgen de La Alhambra, o sea, Torcuato Ruiz del Peral, y tiene sus singularidades, hasta entonces inéditas en la semana santa de Granada.

FACUNDILLOS

Por primera vez, hay una hermandad que de manera visionaria, ve el futuro cofrade en los niños, a los que hasta ahora, se les tenía prohibido participar en los desfiles penitenciales hasta la mayoría de edad, aunque algunas cofradías lo permitían si ya habías hecho la primera comunión. Estos niños solían portar entonces un farol con luz de cera, de ahí –como me explicó Paco González Arcas – la gente les comenzara a llamar “Facundillos”, porque la canción popular decía: ¿Quién por la calle va?  A modo de pregunta de los serenos de antaño ante la inseguridad de la noche. Y la respuesta era: ¡Facundo con un farol! Así que de esta forma, quedaron bautizados los jovencísimos cofrades, como “Facundillos”. Tiempos después, los faroles serían cambiados por campanitas de barro, tras la recuperación de esta tradición que permaneció oculta durante decenios.

MORENTE Y PADIAL

La Hermandad de la Humildad y Soledad de Nuestra Señora, sobrevive a toda clase de avatares a través de los años, pero tiene un resurgimiento importante cuando, Jacinto Morente, accede a la jefatura como hermano mayor, y nombra como vocal de Juventud a Manuel Padial, (Manolón). Juntos recuperan la tradicional procesión de los Facundillos, llevándola hasta el Domingo de Resurrección, y cambiando los farolillos por campanitas de barro. Es entonces cuando la Soledad de Santo Domingo comanda el último domingo de la semana santa, al que posteriormente se incorporarían los resucitados. La importancia de la procesión infantil es tal, que el arzobispo los invita años después a que presidan la misa de doce en la Catedral.

EL LEÓN

Parte de esa savia que impulsa “la cañilla y los facundillos”, reside en la calle del Pan, desde finales de los cincuenta, en el bar restaurante que rigen los hermanos León Guerra, herederos dignos de su padre, que cantaba las tapas como nadie, y cuyos hijos son el orgullo de la semana santa granadina, con iniciativas tan extraordinarias como la edición de un cartel todos los años, que pregona nuestra semana santa al más alto nivel artístico, cartel que fue presentado por mi hermano, Ángel Luís Sabador Medina, hasta su fallecimiento, y que en la noche que precede a la Pasión, cuenta con la presencia de la banda de “El Despojado”, que derrocha su buen hacer musical en plena calle, como anuncio de lo que nos espera en los próximos siete días. “El León” es además, la tertulia permanente durante todo el año de nuestra semana santa, habiéndose convertido en el lugar de cita obligado, no solo para los cofrades de la tierra, sino, para todos aquellos que llamados por su fama, acuden procedentes de otras provincias, de las que se reciben los carteles anunciadores de la Pasión. Algún día, la Granada cofrade tendrá que rendir el homenaje que se merecen los hermanos, León Guerra. Que sea pronto.



domingo, 10 de abril de 2022

LA BURRIQUILLA

 LA BURRIQUILLA


Tito Ortiz.-


En domingo de ramos, el que no estrena, ni tiene pies ni tiene manos. Y así, con esta sentencia tan disgregante nos educaron a los niños de mí época. El primer día de la semana santa había que vestirse con la ropa de los domingos, y además, estrenar algo, aunque solo fueran unos calcetines, porque eso significaba que seguías formando parte de la sociedad. Lo contrario sería preocupante. Era un día comandado por la misa de doce, en la que se aprovechaba para bendecir las palmas, incluso hacer una pequeña procesión por el interior del templo. Las palmas se bendecían, no solo porque, después formarían parte de la procesión de la burriquilla, sino porque de esa manera, ya estaban listas para colgarlas. En el balcón de mi casa albayzinera siempre hubo una palmera colgada en diagonal, atada a los barrotes con un lazo blanco, que con el paso de los meses se iba oscureciendo, hasta mostrarse casi negro, el domingo de ramos, cuando tocaba tirar la del año anterior y colgar la nueva recién bendecida. Mi abuela Juana, atea y republicana mantuvo hasta el final de sus días que, una palmera bendecida en la misa de doce del domingo en el que comenzaba la semana santa, no debía faltar en ninguna casa decente y de gente de fiar, colgada del balcón principal con su lazo blanco.

SAN ANDRÉS

Del Albayzín bajábamos a la calle de Elvira, hasta la iglesia de San Andrés, donde era costumbre bendecir las palmas que por la tarde los chiquillos sacaban en procesión, y algunos llegábamos con el encargo de alguna vecina para rogar al párroco que nos diera aunque fuera una rama de palmera para lucirla en el balcón de casa. La palmera, su tamaño, su ramaje y labor artesanal, servían a la vista de todos para baremar el poder adquisitivo de quienes vivían de puertas para adentro de aquel balcón. Palmera colgada, pequeña y sin rizos o filigranas, familia del montón. Ni fu ni fa. Palmera que pendía de un balcón reluciente, atada con lazo blanco de seda, con rizos y filigranas en su enramado, familia de posibles, burgueses, cristianos viejos, y tal vez, incluso nobles. La palmera en el balcón era un baremo exacto de la economía familiar pregonada a los cuatro vientos, para general conocimiento del barrio y sus contornos. Por eso era tan importante ir hasta la iglesia de san Andrés, y hacerse con una tras la celebración de la Eucaristía. Yo contaba con enchufe porque tuve la suerte de hacer la primera comunión en esa joya mudéjar, cuando cursaba mis estudios en la escuela nacional del cenete, bajo la regla de don Afrodísio Hernández, maestro y guía turístico de la Alhambra, padre de mi admirado José Luís Hernández Gómez, excelente árbitro de fútbol y mejor médico, con el que tanto he viajado.

A LA USANZA HEBREA

Era entonces de natural la costumbre de que, los chiquillos que de mayores queríamos salir en las procesiones, lo hiciéramos por primera vez en la borriquilla, revestidos a la usanza hebrea, portando nuestra flamante palmera bendecida muy de mañana. Faltaban muchos años para que se incorporara al cortejo Nuestra Señora de La Paz, así que la hermandad se echaba a la calle, casi como cuando fue concebida por aquel párroco valiente en 1917. Un solo paso con Jesús, de Eduardo Espinosa Cuadros, realizado en su taller cercano a la catedral del Realejo, que sin embargo se diferenciaba de otras iconografías similares, en que éste se hacía acompañar de un pollino, de Francisco Muñoz Sánchez, discípulo del gran maestro, Navas Parejo, incorporado en 1948. Lo de añadir las palmas a lo representado en el trono, vino después. Y algo que se perdió en el camino de los tiempos fue aquella representación viviente de las tres Marías, (Magdalena, Salomé y Cleofás), que desfilaban tras el paso y que siempre corría a cargo de tres niñas del barrio, elegidas por su fervorosa piedad, y sobre todo, por su seriedad a lo largo de todo el recorrido. Tres Marías con la mirada al suelo, que tenían la enorme responsabilidad de personificar en la procesión, a tres mujeres importantísimas en la vida de Jesús, que estudiaron su figura y la divulgaron al nivel de los propios apóstoles, pero que una parte importante e intransigente de la iglesia instituida, ha querido ningunear de por vida, haciéndole al unísono, un flaco favor al mundo de las especulaciones. Aquellas figuras vivientes no debieron desaparecer nunca del cortejo encargado de abrir la semana santa en Granada.

VIRGEN DE LA PAZ

Hasta 1974 no se incorporó la segunda titular de la hermandad, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Paz, festividad que se había celebrado a nivel mundial dos años antes. Y es a partir de ese momento cuando toma especial relevancia en este caso, la colaboración de mi inolvidable Joaquín Melgar, que en colaboración con su mujer, y posteriormente con su hijo, se dedican en cuerpo y alma a aderezar esta nueva imagen, la primera incursión granadina del hispalense, Dubé de Luque. Recuerdo con que primor, bordaba la familia Melgar aquella primera toca en hilo dorado para su virgen de La Paz, y como me invitaron a su casa, aquel día que me encontré una imagen de vestir en el recibidor, transformado en capilla de culto permanente. Mis conversaciones cofrades con Joaquín Melgar en la calle Alhóndiga, mientras yo degustaba un petisú de chocolate, y el reponía -manteniendo la conversación- excelentes bandejas de la mejor pastelería granatensis. La semana santa y los dulces siempre se han llevado bien conmigo… y con mis amigos.

domingo, 3 de abril de 2022

VENTAS Y VENTORRILLOS

 VENTAS Y VENTORRILLOS


Tito Ortiz.-


Hubo un tiempo en esta ciudad de mis entretelas, en el que salir con la mujer y los niños a comer a una venta los domingos, era el premio más preciado de toda la semana de trabajo. Recuerdo a mi padre dirigirse a mi madre el sábado y decirle: ¡María, mañana no guisas, que nos vamos a una venta! Eso para una ama de casa que durante toda la semana preparaba, desayunos, comidas, meriendas y cenas, era un regalo considerable. Así que a eso de las doce, con el coche recién lavado, y con la ropa de los domingos, la comitiva se dirigía a la venta o ventorrillo elegido para la ocasión, a degustar las delicias de una carta corta, pero muy especializada. En verano aparecíamos en “Los Pinillos” de la carretera de la sierra, porque mientras nos bañábamos en el río, nos preparaban un arroz con carne insuperable, y para ir abriendo boca, algún plato de morcilla, otro de asadura y el melón de postre enfriándose en en la orilla, atado con una cuerda para que no se lo llevara la corriente. 

En invierno, siempre que hiciera sol, subíamos a “Las Perdices”, por encima de Las Conejeras, frente a la pista donde la Jefatura Provincial de Tráfico nos examinaba del carnet de conducir, y allí, en unas cuatro mesas de madera con sus correspondientes sillas de tijera, familias que ya éramos asiduos domingueros, entablábamos amistad para siempre, mientras aguardábamos a que nos trajeran aquella sartén de rabo largo, en la que humeaba su insuperable arroz campero, o aquellas “papas” fritas a lo pobre con pimientos y dos huevos por cabeza, sin que faltara durante la espera, un buen tazón de aceitunas “aliñas” de sabor insuperable con sus ajos y su tomillo correspondiente.

ESPECIALIDADES

Las ventas y ventorrillos de Granada, también se clasificaban por sus platos destacados, a base de buen género y mejor preparación, La Venta Zurita, o La Cueva, reinaban con luz propia en todo lo referente al cerdo y sus derivados. Ese queso de cerdo, o esa salchicha blanca, que solo se encontraban en nuestra tierra, eran reclamos más que suficientes para atraer a una distinguida clientela. En “La Mosca” el choto con ajos alcanzaba cotas, solo aptas para paladares finos. En “La Pulga” el bacalao emborrizado bocatto di cardinale, y frito en “La Paguana” al inicio de la avenida Cervantes, en Casa Gregorio junto a los Escolapios, y en “Marinetto” saliendo para Málaga. Mención aparte merecía el pollo frito con ajos, plato en el que rivalizaban muchas de nuestras ventas y ventorrillo, entre otros, el propio y casi centenario, “Ventorrillo” cercano al Palacio de Congresos, y entonces, en la esquina del Callejón del Ángel, tirando para Torremocha, frente a la tapia que cercaba la huerta de las escuelas pías.

Hoy en día, pese a que muchas de nuestras ventas o ventorrillos han desaparecido, algunos han conseguido adaptarse y progresar, convirtiéndose en restaurantes muy acreditados, por su cocina y buen servicio. En estos tiempos de tanta bulla, recuerdo bajando a la playa, paradas obligatorias en la “Venta Natalio” para degustar un buen bocadillo de lomo, en la fuente de los caños de Dúrcal, para refrescarnos, o en la venta de “Las Angustias”, frente al desvío de Lanjarón. El progreso y las autovías, han borrado del mapa algunas de nuestras ventas más preciadas, aunque otras han tenido la visión del traslado y la continuidad en el tiempo, camufladas de restaurantes a pie de carretera.

FLAMENCO Y HAMPA

Antes de que vinieran las discotecas a trastocarlo todo, el mundo de la noche, tuvo en las ventas de Granada un caldo de cultivo con todos sus pros y todas sus contras. En la venta “El Álamo” de Haza Grande, se podía escuchar el mejor flamenco de la época, en la voz, el baile y el toque de artistas que después tuvieron un lugar destacado en el escalafón, tal y como ocurrió también en la venta de “El Loro”, tirando para “La Golilla” y san Miguel El Alto. “Los Claveles” en la carretera de Jaén contaba algunas noches con cuartito de los cabales, donde señoritos de postín asalariaban a los artistas para amenizar la velada en la que se celebraba un trato de tierras o ganado.

También existieron otras ventas y ventorrillos donde la juerga, las meretrices y la delincuencia convivían a veces de forma poco pacífica y rara era la noche en la que el exceso de alcohol y las deudas pendientes de juego, no gastaban una mala pasada. No hay que olvidar que, estando prohibido el juego en aquellos años, estos establecimientos contaban con habitáculos donde pasar desapercibidos a los ojos de la autoridad. Otras ventas han entrado en la historia por razones bien distintas y desgraciadas. La venta de “La Lata” en el Barranco del Abogado fue protagonista de los  sucesos que llevaron a la muerte a los Hermanos Quero, uno de los episodios más tristes y oscuros de nuestra posguerra. Así que podemos asegurar sin equivocarnos, que las ventas han sido testigos de nuestra historia, y han participado durante muchos años, de la evolución de nuestra sociedad. Comenzaron como lugares al paso para ofrecer viandas caseras a los viajeros, prosiguieron albergando actividades diversas para un pueblo en constante evolución y ebullición, y han ido desapareciendo fagocitadas por el desarrollo y la modernidad, aunque algunas se siguen resistiendo con orgullo y valor de lo que fueron en otros tiempos.