EN OCASIONES… OIGO VOCES
Tito
Ortiz.-
Estas noches de verano
tórrido, de calor insoportable, incompatible con el sueño, cuando te quieres
dormir vencido por la canícula, “autoamortajado” con las sábanas enrolladas al
cuerpo, ya son las tantas, y la torre de la Vela está a punto de dar el toque
de ánimas. Es entonces cuando, hundido y derrotado caes en el sopor de la
madrugada, expuesto a que tu mente sea presa de cualquier desatino, preámbulo
de la locura. A mí me pasa, yo oigo voces. Sin ir más lejos, anoche, a eso de
las cuatro, cuando la Vela da el toque de riego para la vega, escuché en mi
mente delirante, la voz potente y segura de, Juan Antonio Cuevas Pérez, “El
Piki”, ganando el concurso de cante jondo de la Peña La Platería, en la placeta
de los Aljibes de La Alhambra, aquella noche de junio en la que Calixto
Sánchez, invitado para el cierre, salió a cantar con los primeros rayos de sol,
dando en las almenadas torres del recinto nazarí.
HONOR Y GLORIA A LOS VETERANOS
Vuelta para allá y vuelta para
acá, y el sueño sigue sin venir, pero cuando por fin me rindo, oigo voces,
estoy en la calle Rosario porque decidió el cantaor granatensis, Antonio
Trinidad, rendir justo homenaje de reconocimiento y respeto al fundador de la
peña flamenca La Platería, decana de cuantas existen, y nos citó una noche en
la Tertulia Flamenca Manuel Salamanca, que regentaba. En la presidencia de la
mesa estaba todo el saber flamenco de la historia de nuestra tierra, lo que
podríamos llamar el sanedrín de lo jondo, personificado en el mismísimo Manuel
Salamanca, fundador de la primera peña flamenca del mundo, en su taller de
platero de la calle San Matías, en el que se daban cita en los años cuarenta
del siglo pasado todos los buenos aficionados de la tierra, antes de que éste
emigrara a Brasil. Estaba flanqueado el homenajeado nada más y nada menos que
por Manuel Celestino Cobos 'Cobitos', compañero y amigo del genial Frasquito
Yerbabuena, y por el legendario Pepe 'El de Jun', que no dudó en interpretar su
inolvidable 'soleá apolá', poniendo el vello de punta a los presentes.
'Cobitos' hizo los fandangos de Graná de su amigo Francisco Gálvez y la noche
echó a andar por los caminos del cante, alternándose de forma natural charla y
palo flamenco. Mientras los octogenarios avanzados carraspeaban las gargantas,
y el de “Pinillos” templaba la guitarra, supuso todo un disfrute escuchar en la
voz del propio protagonista, Manuel Salamanca, cómo se había fundado la peña en
su taller, de una manera muy natural, sin nada forzado, con el solo deseo de
pasar un rato agradable entre amigos que escuchaban viejos discos de pizarra en
una gramola a la que había que darle cuerda con una manivela, mientras se
pasaban una botella de vino peleón con un corcho y una caña, y de unos tazones
de loza cogían unas aceitunas aliñás para acompañar el trago. En ese ambiente
distendido y amigable se analizaban los cantes y se estudiaba lo jondo. Era muy
reconocida en el pequeño local la asidua presencia de extraordinarios
aficionados, que bien tocaban la guitarra o cantaban sometiéndose a la
valoración de tan instruido y afamado auditorio, del que ya se hablaba, mucho y
bien, por la ciudad de la Alhambra. La noche del homenaje discurría con la
participación no solo de buenos cantaores presentes, sino de personajes de la
cultura del momento, como el poeta Miguel Ruiz del Castillo, quien declamó unos
versos propios para la ocasión, que luego entregó impresos en unos tarjetones a
los presentes. También intervino el escritor y autor teatral José María Garrido
Lopera y otras individualidades de la cultura.
A ESCENA
El calor me despierta, voy al
balcón para beber agua del botijo con el pitorro tapado por, un diminuto tapete
de ganchillo hecho por mi abuela, y lo peor no es que el botijo no está, la
tragedia es que el balcón tampoco. Han pasado los años en un duermevela y me
han transportado sin querer a otra casa, con frigorífico servidor de agua…que
cosas. Vuelvo a la cama, y antes de que toquen a maitines las tomasas, oigo
voces, mejor dicho, una voz, pero una muy personal, como afónica, como si las
cuerdas vocales se resistieran a juntarse para sonar limpiamente, es una voz
desgastada por los años de sabia dirección. Es la voz del inigualable, Pepe
Tamayo, señor de la escena y las bambalinas. Lo oigo como dirige un auto
sacramental para el Corpus, en la plaza de Las Pasiegas. Lo oigo como
distribuye a los actores en el Tenorio, representado en el Teatro Cervantes.
Oigo sus instrucciones en el teatro de la Zarzuela, cuando en un alarde de
saber, montó la Antología del género chico con la que recorrió el mundo,
incluida la antigua Rusia en años difíciles. Oigo como el alcalde de Granada,
Antonio Jara, le impone la medalla de oro de su ciudad, en el mismísimo teatro
del Generalife, en una de las últimas visitas que le traerían a la tierra que
le vio nacer. Aquel niño de la calle, Santa Paula que iba para cura, pero terminó
en la escena, con la complicidad de su amigo quinceañero, Ramón Moreno, en
principio, y con el apoyo incondicional de Antonio Gallego Burín después,
alcanzó las más altas cotas del teatro de todos los tiempos, visitando
cualquier país que ustedes encuentren en el mapa. La voz afillá de Pepe Tamayo,
ha sido la que me ha despertado esta noche. Mi sueño, bien vale su recuerdo.
Honor y gloria a los nuestros. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario