domingo, 27 de octubre de 2024

 


USAR Y TIRAR

 

Tito Ortiz.-

 

Vivimos unos tiempos en los que eso de, usar y tirar, es lo que se lleva ahora. La ropa y los zapatos ya no se heredan de los hermanos mayores a los pequeños. No se les ponen coderas a los jerséis, ni rodilleras a los pantalones, no se les cambian los puños y los cuellos a las camisas – algunas los traían de repuesto al comprarlas – ni se tintan los abrigos de otro color, cambiándoles los botones, para que parezcan distintos. Cuando engordamos o adelgazamos, no llevamos los trajes o vestidos a la modista para que les saque de las costuras o les meta, según convenga. La solución es tirarlos a la basura o, si estamos concienciados, depositarlos en el contenedor correspondiente.

Antes cuando comprabas una cerveza o gaseosa, si no llevabas el casco vacío de la anterior, o no te la vendían o te lo cobraban aparte. Ahora los que reciclamos lo llevamos al contenedor verde. Porque eso sí, cada vez hay más contendores es las isletas para reciclar. Desde el azul para papel y cartón, hasta el del aceite usado, pasando por la nueva incorporación del marrón para la materia orgánica, sin olvidar el amarillo para latas y tetrabrik. Aunque desde mi punto de vista, los contendores no se vacían con la regularidad debida y, a veces, estas isletas para reciclar presentan un aspecto deplorable, más parecido a una escombrera en la que campan a sus anchas, toda clase de insectos y otros animalillos con rabo, más propios de alcantarillas.

Mención aparte merecen los plásticos, esos que ya nos comemos al digerir nuestros pescados, que están convirtiendo nuestros mares en fosas “indegradables” para varias generaciones y que por mucho que avanza la ciencia, todavía no hemos dado con la tecla para deshacernos de ellos. Así las cosas, el panorama del siglo XXI es desolador, si tenemos en cuenta que la basura nos come, contaminando nuestro hábitat, gracias a ese afán que nos ha dado a todos por consumir, y conste que no he hablado todavía de pilas alcalinas, baterías de móviles, microondas desechados y otras lindezas de las que nos deshacemos en pro de la modernidad y los nuevos tiempos.

 

LA VISTA ATRÁS

 

No seré yo quién diga que cualquier tiempo pasado fue mejor, Dios me libre, pero he de reconocer que, en los años de mi niñez, la cultura del aprovechamiento de las cosas estaba más extendida, unas veces por necesidad y otras por una jerarquización adecuada a las circunstancias, basada en el sentido común y el temor al despilfarro sin sentido. Pongo por caso que cuando sobraba cocido, mi abuela al día siguiente lo mareaba en la sartén con un poquito de cebolla y pimentón, y nos hacía un plato exquisito llamado, “Ropa Vieja”, que nos chupábamos los dedos. De igual manera, con la “Pringá” sobrante, doña Juana nos preparaba unas croquetas que, quitaban las “tapaeras der sentío”. Y si eso ocurría con la comida, no digamos con los utensilios de la casa. Tenía ella un lebrillo enorme de Fajalauza, en el que sus padres la habían bañado toda la vida, y ella continuó haciendo lo mismo con sus nietos, a base de ollas de agua caliente y jabón “Lagarto”.

Un Buendía no sabemos cómo, el lebrillo dio en tierra y se rajó. Mi abuela no lo tiró, esperó unos días a que el Lañador pasara por la calle pregonando su oficio, y aquel hombre los restauró con dos lañas, de tal manera, que el lebrillo sirvió para bañar a otra generación. La abuela Juana que, había vivido las penurias de una guerra y, los años del hambre con las cartillas de racionamiento, no tiraba a la basura nada más que lo prescindible.

Cuando una silla de enea se estropeaba, la dejaba en el portal para que cuando pasara el artesano de la anea, se parara un rato y   - como ella decía – que le echara un culo bien trenzado y con el nuevo asiento… silla nueva en casa. Lo mismo ocurría con las sartenes y las ollas de la cocina, cuando por el uso se desgastaban y aparecía una grieta o un agujero. Cuando escuchaba el pregón del “Hojalatero”, salía a la calle para que aquel hombre menesteroso, le soldara una pieza a la sartén y, otra vez a estrenarla gracias al buen oficio del lampista. Por cierto que, cuando la sartén era nueva, para que no se pegara, mi abuela la ponía al fuego con paja y vinagre hasta que aquello cocía un rato, y jamás se le pegó un guiso.

 

HAY QUE MODERARSE

 

Dije al principio que, cualquier tiempo pasado no fue mejor, por eso no voy a pedir ahora que vuelvan a nuestras calles hojalateros, silleros y lañeros, ni los que “arrecortaban y atirantaban las colchonetas”, vendían mantillo para las macetas, o te reponían la borra nueva en el colchón, ni los traperos que te cambiaban la ropa vieja por un plato de loza, pero si creo firmemente que deberíamos plantearnos todos, hacer un uso más apropiado de lo que tenemos en casa, desechando un poco esta cultura de usar y tirar que nos ha comiso el seso, pues este consumismo desmedido que ahora nos rodea, nos está creando un problema a nivel mundial: No tenemos sitio en el planeta donde tirar tanta basura del primer mundo y, estamos convirtiendo en un estercolero a muchos países subdesarrolados que, admiten nuestra basura, pero no saben que hacer con ella. Y por favor, que alguien invente algo para limpiar nuestros fondos marinos, convertidos en fosas silentes de nuestros deshechos que la basura… Nos come.

domingo, 20 de octubre de 2024

 


LOS GOYA Y VAL DEL OMAR

 

Tito Ortiz.-

 

La futura entrega de Los Goya en Granada, es una cita histórica con el séptimo arte y nuestra ciudad, que pasa por ser una de las más cinematográficas de la historia, no solo por la cantidad de películas rodadas en nuestra tierra, sino por las decenas de documentales de todo tipo que la han tenido como eje de sus guiones, lo que hace de nuestro paisaje y nuestra historia, motivos más que suficientes como para montar una película atractiva de buen contenido en cualquier faceta en la que se nos busque.

Granada nunca defrauda. Desde los vestigios del cine mudo has la más reciente rodada en nuestras cumbres, convertidas en los Andes de la ficción, nuestra presencia es constante a lo largo de la historia del cinematógrafo.

Dice Xerman Rodríguez que, que a lo largo de la historia han sido muchos los cineastas que han visitado la ciudad para rodar sus películas. Desde que en 1905 Alice Guy Blaché (primera directora de cine de ficción de la historia) grabase las vistas de la Alhambra desde el Mirador de San Nicolás para su película Espagne, Granada ha servido de escenario natural para infinidad de películas, sobre todo históricas. Clásicos como Doctor Zhivago, La muerte tenía un precio, Muerte en Granada o, Caníbal han mostrado en la gran pantalla la magia de una ciudad de cine.

“Sopa de ganso” es un film dirigido por Leo Mccarey y protagonizada por Groucho Marx, Harpo Marx, Chico Marx, Zeppo Marx, Margaret Dumont y la mexicana Raquel Torres, en 1933. Aunque parezca insólito, esta fabulosa película, probablemente una de las más divertidas y disparatadas de los hermanos Marx, fue rodada en Granada, concretamente en Loja, donde se encuentra el Mirador de Sylvania, situado en el barrio del Mesón Arroyo, elegido por los Hermanos Marx para representar la ficticia ciudad de Sylvania.

“Doctor Zhivago”, una película basada en la novela homónima que publicó el ruso Borís Pasternak en 1957, dirigida por David Lean y protagonizada por Omar Sharif, Julie Christie y Geraldine Chaplin, en 1965. En la película podemos distinguir localizaciones de Soria, Salamanca, Madrid (donde se levantó una recreación de la ciudad de Moscú) y Granada, concretamente en los llanos del Marquesado del Zenete, cerca de La Calahorra, donde fue rodada la escena del entierro de la madre de Yuri Zhivago y que nos muestra una espectacular postal de Sierra Nevada convertida en los montes Urales.

“Indiana Jones y la última cruzada” en 1989. El director Steven Spielberg comenzó el rodaje del film en mayo de 1988 en el sur de España, concretamente en el Desierto de Tabernas de Almería, donde se filmó la persecución del tanque. También se rodaron varias escenas en la playa de Mosul. Pero en el mes de junio, Spielberg se trasladó a la provincia de Granada, donde la estación de tren de Guadix pasó a ser la ciudad turca de Iskenderun. Podemos ver a Marcus Brody (Denholm Elliott), el fiel compañero de Jones, como se pasea por la estación en una de las escenas más divertidas del film. También se rodaron varias escenas en la Sierra de la Alfaguara, situada en el término municipal de Alfacar.

GRANADA, CIUDAD DE CINE

Dejándonos otras muchas fuera, recordamos, “Muerte en Granada” en 1997 dirigida por el cineasta puertorriqueño Marcos Zurinaga y protagonizado por Andy García, Edward James Olmos, Esai Morales y Miguel Ferrer. El film nos traslada a 1934, año en el que Federico García Lorca estrena su obra Yerma. Entre el público se encuentra Ricardo, un niño que admira profundamente al poeta. 18 años después, Ricardo, obsesionado con la muerte de Lorca, regresa a Granada para escribir la biografía de este y averiguar quién lo asesinó.

Continuamos de la mano de Lorca para adentrarnos en una conmovedora historia basada en una novela de Fernando Marías. “La luz Prodigiosa” está dirigida por Miguel Hermoso y protagonizada por unos fantásticos Alfredo Landa y Nino Manfredi. En esta ocasión, el film nos introduce de lleno en la Granada del inicio de la Guerra civil española, concretamente agosto de 1936, cuando un joven pastor recoge a un hombre malherido que ha sido dado por muerto tras un fusilamiento y le busca refugio en un asilo. Muchos años después, los dos hombres vuelven a verse por casualidad en la calle. En ese momento el antiguo pastor comienza a creer que ese hombre, que malvive de limosnas, puede ser el gran poeta granadino Federico García Lorca. La película vuelve a contar como escenario con las callejuelas del centro de Granada, donde podemos reconocer la Cuesta del Caidero en el barrio del Realejo o ver como los protagonistas pasean por la Carrera del Darro, una de las calles más antiguas y bonitas de la ciudad.

VAL DEL OMAR

La lista de películas rodadas en Granada es interminable, pero me resisto a no destacar, una de nuestras mayores aportaciones al séptimo arte. Hablo de José Val del Omar, granadino de 1904, un «creyente del cinema» que formuló mediante las siglas PLAT —que equivalen al concepto totalizador de Picto–Lumínica–Audio–Táctil—. En 1928 anticipó ya varias de sus técnicas más características, incluyendo el «desbordamiento apanorámico de la imagen», la salida fuera de los límites de la pantalla, y el concepto de «visión táctil». Dichas técnicas, y la del «sonido diafónico» y otras exploraciones en el campo sonoro, fueron aplicadas en su Tríptico elemental de España, que incluye: «Aguaespejo granadino» (1953-55), «Fuego en Castilla» (1958-60) y «Acariño galaico» (1961/1981-82/1995), concluido póstumamente. Sin embargo, su obra e investigaciones —sin fin, como él solía cerrar sus películas— no empezaron a ser valoradas y en cierto modo redescubiertas hasta poco antes de su muerte, ocurrida en Madrid en 1982. Es un pionero del cine, y es uno de los nuestros.

 

 

domingo, 13 de octubre de 2024

 


DAGUERROTIPO

 

Tito Ortiz.-

 

Si el fotógrafo de la plaza de Bibarrambla, con su caballo de cartón y cámara de madera con manguilla, viera ahora los modernos teléfonos móviles con hasta tres y cuatro cámaras, que te permiten hacer fotos de alta precisión, se quedaría asombrado. Pero que decir de aquel que, inventó la fotografía, con un cajón hermético, plata y mercurio, jugándose la salud para hacer la primera foto.

Todo parece indicar que el asunto comenzó así: El daguerrotipo fue el primer procedimiento fotográfico anunciado y difundido oficialmente en el año 1839. Fue desarrollado y perfeccionado por Louis Daguerre, a partir de las experiencias previas inéditas de Niépce (antes de 1826), y dado a conocer en París, en la Academia de Ciencias de Francia.​ Tanto el aparato utilizado para obtener imágenes por daguerrotipia como cada fotografía obtenida se conocen con el nombre de daguerrotipo,​ o daguerreotipo. Este se distingue de otros procedimientos porque, la imagen se forma sobre una superficie de plata pulida como un espejo.​ Para economizar, normalmente las placas eran de cobre plateado, pues solo era necesario disponer de una cara plateada. La imagen revelada estaba formada por partículas microscópicas de aleación de mercurio y plata, ya que el revelado con vapores de mercurio produce amalgamas en la cara plateada de la placa. Previamente esa misma placa era expuesta a vapores de yodo para que fuera fotosensible. Total, que aparte de difícil, el asunto es que te jugabas la salud si te dedicabas a hacer fotos.

TORRES MOLINA

Todo parece indicar que, con la llegada del siglo XX, el invento fue perfeccionado, haciéndolo menos peligroso y con mejores resultados en lo concerniente a la imagen. Granada no fue ajena a esta nueva actividad, sino que, por el contrario, contó con un pionero a nivel internacional, cuyo trabajo hoy día es reconocido y admirado.

Cuenta Javier Piñar Samos que, Manuel Torres Molina, nació en Granada el 29 de septiembre de 1883 y obtuvo su formación inicial en el taller de su tío José Torres García, fotógrafo retratista activo durante el último tercio del siglo XIX, que mantuvo estudio en la calle Mesones 79. Es probable que completara en este establecimiento parte de su aprendizaje técnico y en él hubiera podido continuar una actividad profesional ya consolidada en el concreto campo del retrato, pero sus inquietudes artísticas le llevaron por otros derroteros más ambiciosos, vinculándose tempranamente a un nutrido grupo de jóvenes artistas e intelectuales que protagonizaron el renacimiento cultural granadino de los primeros años del siglo XX, una de cuyas manifestaciones menos conocidas fue la práctica amateur de la fotografía, que comienza a codearse con otras artes, como lo demuestra que, durante el Corpus de 1905 tuvo lugar la primera Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas que dio entrada a la fotografía de manera formal, equiparándola con el resto de las disciplinas artísticas e incluyéndola como una sección específica. Sería la primera de una serie de muestras organizadas por la Academia Provincial de BB.AA. de Granada durante los años iniciales del siglo y constituye el único foro de difusión fotográfica local hasta la reapertura del Centro Artístico.

Entre los premiados, destacaron algunos nombres que iban a tener relevancia futura en el reducido círculo de los amateurs y profesionales locales; tal es el caso del joven Manuel Torres Molina, que obtuvo la primera medalla de la exposición. Este reconocimiento pudo contribuir a que se independizara profesionalmente e instalase estudio propio en la Acera del Casino 27. En 1908, cuando el Centro Artístico y Literario de Granada volvió a abrir sus puertas, Manuel Torres Molina fue uno de sus primeros socios. En su seno se continuaría e institucionalizaría una importante labor de fomento de la afición fotográfica que discurrió paralela a la consagración de Torres Molina como fotógrafo profesional. Esta profesionalización no produjo, sin embargo, un distanciamiento respecto al grupo de aficionados, antes, al contrario, el fotógrafo colaboró en adelante con diversas iniciativas del Centro, proporcionando imágenes para catálogos (Exposición de Arte Histórico de 1912) y participando en casi todos los certámenes fotográficos organizados hasta la década de 1920.

SU OBRA LLEGA A LA PRENSA

En noviembre de 1913 abrió un nuevo establecimiento –Photo Estudio– en la Acera del Casino 7, simultaneando la actividad del retrato con la cobertura gráfica de acontecimientos para la prensa local y nacional; el diario El Defensor de Granada –donde Torres Molina publicó en noviembre de ese mismo año una de las primeras fotografías insertas en sus páginas– se refería al nuevo estudio y a su propietario en los siguientes términos: “es verdaderamente una instalación modelo en su género: elegante, dotada con los mejores aparatos fotográficos, dirigida por un amateur del arte, que al mismo tiempo es un consumado profesor, pues al conocimiento de la técnica une la circunstancia de la constante práctica que, desde hace algunos años, viene teniendo con sus photo-informaciones a las revistas de Madrid”.

Aunque el retrato constituyera el fundamento económico de su actividad profesional, los mayores logros y reconocimientos los obtendría, sin embargo, en el ejercicio como reportero gráfico e ilustrador fotográfico de numerosas revistas y diarios: Granada, Ilíberis, Unión Ilustrada (Málaga), La Esfera, Mundo Gráfico, Blanco y Negro y ABC (desde 1913), entre otros. Del mismo modo, publicó en revistas especializadas de fotografía, como Criterium, Arte Fotográfico y el Anuario Español de 1924. Cuando la imagen fotográfica comenzó a poblar las publicaciones periódicas locales, las empresas editoriales contaron con él como profesional más capacitado para afrontar esta tarea. Desde 1926 colaboró establemente con el Noticiero Granadino –primer diario local que hizo uso sistemático de la fotografía– y, a raíz de la fundación del diario Ideal en 1932, se convertiría también en su principal colaborador gráfico, con ayudantes como (Francisco Fornieles, Juan Granados), así como su propio hijo Juan Torres Díaz. También le debemos el Cine Madrigal.

 

 

 

 

domingo, 6 de octubre de 2024

 


VIDA Y OJEDA

 

Tito Ortiz.-

 

Dice mi compañero, Jorge Pastor que, todo comenzó en el verano de 1980, cuando Juan Vida se encontraba junto a sus amigos, Javier Egea y Luis García Montero, pasando la tarde en la mítica piscina Granada, en la Carretera de la Sierra. Entre baño y baño, entre risas y risas, se interrumpió la música ambiente y se escuchó por megafonía: «Juanito Vida, que lo llaman por teléfono». Era José María Ojeda, promotor musical y director de la I Muestra de Blues y Jazz de Granada. «Quiero que me hagas el póster», le dijo. Y Juanito, que ya por entonces era un artista reconocido en los confines de la provincia –y un poco más allá–, dijo que sí. Cobró 25.000 de las antiguas pesetas y el recibo de aquel encargo es uno de los ochenta y cuatro documentos que conforman 'Carteles de Juan Vida, 1982-2024', que se podrá ver en el museo Casa de los Tiros, dependiente de la Junta, hasta el próximo 9 de diciembre.

De esta manera, Chema Ojeda, Jua Vida y el jazz, quedaban unidos para siempre, en una iniciativa que ya se venía fraguando años antes.

ASÍ COMENZÓ TODO

Agonizaba el mes de noviembre de 1978, cuando un entusiasta José María Ojeda, con la ayuda del Ministerio de Cultura, abordaron la aventura de dar forma al primer Festival de Jazz en Granada. El Pabellón Cubierto del Estadio de La Juventud, fue el lugar elegido para que los granadinos abarrotaran un local, dedicado por entonces a la práctica del deporte, entre otros, interesantes veladas de boxeo. Jordi Sacalés, actuó acompañado de Carlos Benavent, al bajo, Matew Simón, a la trompeta, y Salvador Juan, a la batería. Dieron toda una demostración de un jazz valiente y genuino, que preparó al público entusiasmado para el siguiente plato. Jaime Marques, junto con Quique Cano, al bajo, Tito Duarte, flauta, saxo y percusión, con Manuel Heredia a la batería, nos introdujeron en el mundo del jazz tropical, que todavía resuena cerca de las vías del tren. Pero todavía quedaba lo mejor de la noche. El navarrico, Pedro Iturralde, señor del saxo y de la música, puso el recinto a revienta calderas. No olvidemos que Iturralde, aunque conocido por sus diarias sesiones – entonces en el “Whisky Jazz” de Madrid, ya era Catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, pero es que, además, su noviazgo con la música española y flamenca llevada al jazz venía de muy lejos. Los tanteos de Iturralde con la música flamenca, y andaluza en general, datan de su juventud en Logroño, cuando realizaba interpretaciones de Falla, Turina, Albéniz o Granados, y más tarde en su etapa en Grecia, donde comienza a improvisar sobre estilos andaluces con gran éxito, por la relación entre la música flamenca y la griega. Estas composiciones se empiezan a escuchar en el Whiskey Jazz y en el programa “Club de Jazz” de Radio Nacional.

 

PEDRO ITURRALDE

 

En 1966, Joachim E. Berendt, enterado de los experimentos de Iturralde, le reclama para una actuación en el festival de Jazz de Berlín, con la sugerencia de incorporar una guitarra flamenca a su entonces quinteto. En este festival actúa junto a los grupos de Miles Davis, Thelonious Monk y Baden Powell, entre otros. A partir de esta fusión de estilos surge la posibilidad de realizar grabaciones, para las que se incorpora primero Paco de Antequera, al que luego sustituye Paco de Lucía, que firma con el pseudónimo de Paco de Algeciras​. De estas sesiones, grabadas en Alemania en 1967 y 1968, se editan varios discos que publican primero Hispavox y luego Blue Note, bajo el título de "Jazz Flamenco". En España no se editarían hasta 1974.Y ese genio estaba ante nuestros ojos, en Granada, en el Estadio de La Juventud, haciéndonos pasar la noche más hermosa jamás soñada. Medina, Serrano y Sánchez, bajo, piano y batería respectivamente lo arroparon con maestría en aquella inolvidable interpretación de “Martinete y Bulerías”, que quemó los dedos de todos los presentes, mechero y cerillas en mano encendidas. De los bises de aquella noche he perdido la cuenta, pero su música la llevo en las entretelas de mi alma. Pero tal vez, la actuación más brillante que recuerdo de Iturralde, fue la que protagonizó dentro del festival internacional de Música y Danza, en una sesión matinal en el Auditorio Manuel de Falla.

 

Pedro Iturralde, el baterista alemán, Peer Wyboris, y el bajista y teclado estadounidense, Lou Bennett, que tocado con un abrigo de piel vuelta hasta los tobillos, una pamela del tamaño de la tarta de cumpleaños de Matusalén y gafas de sol, juraba en arameo cuando minutos antes de las doce del mediodía, entraba a los camerinos del Auditorio Manuel de Falla, y en un perfecto castellano cazallero, espetó a quienes le escuchábamos: El jazz, es como el flamenco, necesita de la noche y la madrugada. ¿A quién se le ha ocurrido la brillante idea de poner éste concierto a las doce del mediodía? Cuando Iturralde, interpretando en ritmo de jazz, Las Morillas de Jaén de Federico García Lorca, abrió los ojos, y vio el auditorio encendido como un ascua, con todos los mecheros en la mano de los asistentes, lloró como Boabdil.

La exposición que recomiendo de Juan Vida en la Casa de Los Tiros, tiene – aparte de la genialidad creadora del pintor – una invitación a la nostalgia de lo bueno y mucho que ha sucedido en nuestra tierra con el jazz y, como diría Juan de Loxa: “Y lo que quea por cantar”.