domingo, 6 de octubre de 2024

 


VIDA Y OJEDA

 

Tito Ortiz.-

 

Dice mi compañero, Jorge Pastor que, todo comenzó en el verano de 1980, cuando Juan Vida se encontraba junto a sus amigos, Javier Egea y Luis García Montero, pasando la tarde en la mítica piscina Granada, en la Carretera de la Sierra. Entre baño y baño, entre risas y risas, se interrumpió la música ambiente y se escuchó por megafonía: «Juanito Vida, que lo llaman por teléfono». Era José María Ojeda, promotor musical y director de la I Muestra de Blues y Jazz de Granada. «Quiero que me hagas el póster», le dijo. Y Juanito, que ya por entonces era un artista reconocido en los confines de la provincia –y un poco más allá–, dijo que sí. Cobró 25.000 de las antiguas pesetas y el recibo de aquel encargo es uno de los ochenta y cuatro documentos que conforman 'Carteles de Juan Vida, 1982-2024', que se podrá ver en el museo Casa de los Tiros, dependiente de la Junta, hasta el próximo 9 de diciembre.

De esta manera, Chema Ojeda, Jua Vida y el jazz, quedaban unidos para siempre, en una iniciativa que ya se venía fraguando años antes.

ASÍ COMENZÓ TODO

Agonizaba el mes de noviembre de 1978, cuando un entusiasta José María Ojeda, con la ayuda del Ministerio de Cultura, abordaron la aventura de dar forma al primer Festival de Jazz en Granada. El Pabellón Cubierto del Estadio de La Juventud, fue el lugar elegido para que los granadinos abarrotaran un local, dedicado por entonces a la práctica del deporte, entre otros, interesantes veladas de boxeo. Jordi Sacalés, actuó acompañado de Carlos Benavent, al bajo, Matew Simón, a la trompeta, y Salvador Juan, a la batería. Dieron toda una demostración de un jazz valiente y genuino, que preparó al público entusiasmado para el siguiente plato. Jaime Marques, junto con Quique Cano, al bajo, Tito Duarte, flauta, saxo y percusión, con Manuel Heredia a la batería, nos introdujeron en el mundo del jazz tropical, que todavía resuena cerca de las vías del tren. Pero todavía quedaba lo mejor de la noche. El navarrico, Pedro Iturralde, señor del saxo y de la música, puso el recinto a revienta calderas. No olvidemos que Iturralde, aunque conocido por sus diarias sesiones – entonces en el “Whisky Jazz” de Madrid, ya era Catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, pero es que, además, su noviazgo con la música española y flamenca llevada al jazz venía de muy lejos. Los tanteos de Iturralde con la música flamenca, y andaluza en general, datan de su juventud en Logroño, cuando realizaba interpretaciones de Falla, Turina, Albéniz o Granados, y más tarde en su etapa en Grecia, donde comienza a improvisar sobre estilos andaluces con gran éxito, por la relación entre la música flamenca y la griega. Estas composiciones se empiezan a escuchar en el Whiskey Jazz y en el programa “Club de Jazz” de Radio Nacional.

 

PEDRO ITURRALDE

 

En 1966, Joachim E. Berendt, enterado de los experimentos de Iturralde, le reclama para una actuación en el festival de Jazz de Berlín, con la sugerencia de incorporar una guitarra flamenca a su entonces quinteto. En este festival actúa junto a los grupos de Miles Davis, Thelonious Monk y Baden Powell, entre otros. A partir de esta fusión de estilos surge la posibilidad de realizar grabaciones, para las que se incorpora primero Paco de Antequera, al que luego sustituye Paco de Lucía, que firma con el pseudónimo de Paco de Algeciras​. De estas sesiones, grabadas en Alemania en 1967 y 1968, se editan varios discos que publican primero Hispavox y luego Blue Note, bajo el título de "Jazz Flamenco". En España no se editarían hasta 1974.Y ese genio estaba ante nuestros ojos, en Granada, en el Estadio de La Juventud, haciéndonos pasar la noche más hermosa jamás soñada. Medina, Serrano y Sánchez, bajo, piano y batería respectivamente lo arroparon con maestría en aquella inolvidable interpretación de “Martinete y Bulerías”, que quemó los dedos de todos los presentes, mechero y cerillas en mano encendidas. De los bises de aquella noche he perdido la cuenta, pero su música la llevo en las entretelas de mi alma. Pero tal vez, la actuación más brillante que recuerdo de Iturralde, fue la que protagonizó dentro del festival internacional de Música y Danza, en una sesión matinal en el Auditorio Manuel de Falla.

 

Pedro Iturralde, el baterista alemán, Peer Wyboris, y el bajista y teclado estadounidense, Lou Bennett, que tocado con un abrigo de piel vuelta hasta los tobillos, una pamela del tamaño de la tarta de cumpleaños de Matusalén y gafas de sol, juraba en arameo cuando minutos antes de las doce del mediodía, entraba a los camerinos del Auditorio Manuel de Falla, y en un perfecto castellano cazallero, espetó a quienes le escuchábamos: El jazz, es como el flamenco, necesita de la noche y la madrugada. ¿A quién se le ha ocurrido la brillante idea de poner éste concierto a las doce del mediodía? Cuando Iturralde, interpretando en ritmo de jazz, Las Morillas de Jaén de Federico García Lorca, abrió los ojos, y vio el auditorio encendido como un ascua, con todos los mecheros en la mano de los asistentes, lloró como Boabdil.

La exposición que recomiendo de Juan Vida en la Casa de Los Tiros, tiene – aparte de la genialidad creadora del pintor – una invitación a la nostalgia de lo bueno y mucho que ha sucedido en nuestra tierra con el jazz y, como diría Juan de Loxa: “Y lo que quea por cantar”.

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