MIGUEL: UN LUJO DE
GRANADA
Tito Ortiz.-
Conocí a Miguel
Rodríguez-Acosta y Carlström, en el taller de barnizado que mi padre tenía, en
la calle Cuartelillo del campo del Príncipe, junto al hospital militar. Hasta
allí bajaba en compañía de su decoradora, a la que mi padre temía como una vara
verde, por su severidad y exigencia en los trabajos que le encargaba, sobre
todo, a la hora de elegir la tonalidad exacta del barniz a emplear, ya fuera en
una centenaria mandolina, un vargueño de taracea o, una nueva librería para el
Carmen de La Fundación. Lo de lanzar el barniz a pistola era pecado, ni tan
siquiera a brocha, los muebles había que barnizarlos a mano, con muñequilla de
algodón y con goma laca, nada de emplear tapa poros, ni otros barnices modernos.
Solo una vez, permitió cambiar la delicadeza de los barnices históricos hechos
por mi padre, hacia uno más resistente. Fue cuando tuvimos que barnizar la
baranda torneada exterior de su carmen albaycinero. Ahí sí pudo convencerla mi
progenitor de que, lo interesante para mantenerla bien barnizada a la intemperie,
era utilizar el mismo barniz que empleábamos en las cubiertas de madera de los
yates. Hubo acuerdo y un resultado excelente.
A todas esas conversaciones,
Miguel asistía con la educación exquisita que siempre le caracterizó, el tono
de voz adecuado y, la cercanía afable de quién pudiendo, nunca se dio la
importancia que le correspondía por formación y posición, ante un humilde barnizador
que, dicho sea de paso, era un artista en lo suyo, de lo contrario, nunca
hubiera trabajado para don Miguel, como él le llamaba.
A partir de ahí, y ya
ejerciendo el periodismo, tuve la oportunidad de entrevistarlo en varias
ocasiones. La última fue para Canal Sur TV en la sede de La Fundación y en
presencia de Enrique Gámez. Hablamos del importante mecenazgo que allí se
realizaba, becando a jóvenes artistas durante meses, cuyos trabajos eran
exhibidos en una exposición final de curso. De la acreditada medalla de la
Fundación, una presea codiciada por muchos y, entregada a personajes insignes
de la cultura y las bellas artes. Del legado de Gómez Moreno y las visitas
guiadas.
BANCO DE GRANADA
A mediados de los años setenta,
cuando Miguel Ángel Revilla Uceda me llamaba a la redacción de Patria, yo ya
sabía que algo bueno se cocía en las actividades culturales que se llevaban a
cabo, en el auditorio y sala de exposiciones del Banco de Granada en la Gran
Vía, con la inspiración de Miguel. Allí asistí a grandes conciertos y no menos
importantes exposiciones. Por mencionar alguna, recuerdo con especial cariño la
protagonizada por el grupo “El Paso”, que Miguel consiguió reunirlos en
Granada, tras años de separación. El Paso fue un colectivo de artistas fundado
en febrero de 1957 en Madrid, siendo el grupo de mayor relevancia en la
configuración y definición de la vanguardia española de posguerra. La
procedencia de sus componentes era diversa, siendo Manolo Millares nacido en
Las Palmas de Gran Canaria, Antonio Saura en Huesca, Rafael Canogar en Toledo,
Pablo Serrano en Crivillén (Teruel), Manuel Rivera en Granada, Antonio Suárez
en Gijón (Asturias), Juana Francés en Alicante, Manuel Viola en Zaragoza y el
crítico José Ayllón en Tarragona. Solamente eran de Madrid Luis Feito y Manolo
Conde. Se produce así una confluencia en la que se ve un paralelismo con la
procedencia dispar y su encuentro en Madrid de los componentes de la llamada
Generación del 98. Juana Francés fue la única mujer artista de El Paso.
Asistimos a aquella
presentación, Pepe Ladrón de Guevara por Ideal, y yo por Patria y la Hoja del
Lunes, y todavía no contengo la emoción de estrechar la mano de aquellos iconos
de las artes, a excepción de manolo Millares que ya había muerto, pero que estuvo
representado por su viuda. Verlos a todos reunidos en Granada, y poder escuchar
la voz rota de Viola, hablando de aquellos años cincuenta en Madrid, es un
placer inolvidable y, todo gracias a Miguel Rodríguez- Acosta, que nunca
escatimó esfuerzos para traer a Granada, lo más granado de las artes y la
cultura.
TALLER DE GRABADO
Otro hito importante en el
mecenazgo de Miguel con Granada, fue la creación del taller de grabado de la
Fundación, por el que pasaron los mejores profesores internacionales, y que nos
permitió ver la sorprendente creatividad de artistas locales como, Manini Gómez
de Cisneros o Dolores Montijano, además de la japonesa Teiko Mori, artista de
proyección mundial, entre otros muchos. Miguel siempre utilizó sus contactos en
el mundo de las bellas artes, para hacerlos verter sobre Granada, en ocasiones,
descuidando su faceta como pintor, grabador e ilustrador. Aquí pudimos ver
antes que, en otros sitios, exposiciones de Daniel Vázquez Díaz, Picasso, Marc
Chagall, Manuel Ángeles Ortiz, entre otros muchos–. Desde los años ochenta se
amplió la temática de estas exposiciones también al arte histórico, siempre
bajo la premisa de la calidad estética y científica, con los excelentes
resultados obtenidos, por ejemplo, en las muestras dedicadas a Ramón Pérez de
Ayala y las artes plásticas, Gitanos: pinturas y esculturas españolas, o
Paisajes de Granada de Joaquín Sorolla, entre otras. En no pocas ocasiones
estas exposiciones han sido exhibidas, además de en Granada, en Madrid o en
otras ciudades españolas, y a veces han itinerado fuera de España, como en el
caso de las dedicadas a El arte de la ilustración –Londres, Amsterdam, Santiago
de Chile, Mar del Plata– o a Manuel de Falla –Múnich, París, Lisboa, Copenhague.
Necesitaría más páginas de
este mi periódico para seguir hablando de Miguel, pero mejor dejar que hable su
obra en Granada, que con el tiempo deberá reconocer a quién tanto ha hecho por
ponerla en el mapa del arte y la cultura. A fin de cuentas, Miguel es…
irreemplazable. Granada acaba de contraer una deuda histórica con él.
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