LA PASIÓN DE OCÓN ROJAS
Tito Ortiz.-
En días pasados viendo el
programa de Canal Sur TV, Andalucía
Directo, se emitió un reportaje desde Jaén, en el que se daba noticia de
la representación con figuras de barro de, La Pasión y Muerte de Jesucristo al
estilo de un belén, pero en lugar del tradicional con las figuras del
nacimiento, con las escenas de la pasión y crucifixión de Jesús. Por ahí todo
iba bien, hasta que el protagonista de la muestra afirmó con rotundidad a
cámara, que era la primera vez en el mundo que se llevaba a cabo tal iniciativa.
En ese momento, me saltaron en
mi empobrecido cerebro todas las alarmas y, dada mi condición de cronista
oficial de Granada, me veo en la obligación de, como dice Miguel de Cervantes
en El Quijote, desfacer entuertos y poner algunos puntos sobre las íes. Se
trata de hacer justicia no solo con la historia, sino con los hombres que nos
precedieron y, habiendo sido pioneros en estos menesteres, no queden en el
olvido, dada la importancia de su trayectoria y aportación al arte y nuestras
tradiciones.
MANUEL OCÓN
Viene al caso como pintiparado
relatar aquí, la vida y obra de un granadino de la calle Varela, que ya no está
con nosotros pero que es conveniente no dejar en el olvido, por aquello famoso
de que, al César, lo que es del César.
Manuel Ocón Rojas era
funcionario del ayuntamiento en sus oficinas de la plaza del Carmen, pero
siempre militó de extraordinario paisano, enamorado de esta su tierra, de su
historia y sus costumbres y tradiciones. A su condición de cofrade alhambreño,
unía su pasión por el arte flamenco, como socio de la Peña La Platería y, por
nuestras manifestaciones populares, de ahí que desde sus inicios, estuviera
ligado a la fundación de nuevas hermandades de semana santa como la de, Jesús
del Amor y La Entrega o posteriormente, la del Nazareno de Las Carmelitas
Descalzas, al tiempo de que formaba parte también, de aquellas primeras
cuadrillas de costaleros ligadas a estas hermandades o a la mítica de La Santa
Cruz.
Recuerdo con que emoción me
hablaba de una nueva hermandad que tenía en mente en la que pretendía
procesionar solo un crucificado, con las variantes especialísimas de que la
advocación estaría relacionada con la muerte y, que el pretendía saliera desde
el interior de nuestro cementerio de San José, bajando a Granada por el
Barranco del Abogado, con el recorrido en horas nocturnas, cuyos penitentes en
lugar de un cirio portarían una antorcha y, en lugar de ir de pie, el recorrido
se haría de rodillas, incorporándose solo en las paradas del cortejo. El asunto
quedó abortado por su prematura muerte, pero hay que reconocer que el proyecto
de nueva hermandad era más que ilusionante.
CRUCES Y ALTARES
Se puso manos a la obra y, con
el fin de sacar algunos dinerillos para la hermandad montaba lo mismo una cruz
de mayo, que un altar del Corpus, o un belén para navidad. Y, además, recibía
trabajos de los amigos que conocíamos de su arte, como cuando me inventé el
Pregón Taurino de Granada, y le dije que engalanara el patio de la Corrala de
Santiago para la ocasión, que protagonizó el diestro granadino, Miguel
Montenegro, la hoy residencia de la universidad, quedó vestida para la
historia. Pronto llegó a oídos de sus jefes en el ayuntamiento estas otras
virtudes de su funcionario, y procedieron a encargarle la organización de la
Cruz Municipal en la plaza del Carmen o el belén navideño dentro del patio consistorial,
entre otras actividades, como la cabalgata de reyes o la procesión de La
Tarasca, contando siempre con la colaboración de Jesús Luque, compañero también
del ayuntamiento y la de José Carranza “El Willy”, insigne cofrade y capataz
del Realejo.
LA PASIÓN EN BARRO GRANADINO
Con esa mente privilegiada que
tenía Manuel Ocón, un buen día de la década de los ochenta del siglo pasado, se
le ocurrió que lo mismo que para navidad montaba un belén, para la Cuaresma iba
a montar una Pasión y Muerte de Jesús al estilo belenista. Y dicho y hecho.
Buscó a Manuel Collado, discípulo del mismísimo Mariscal en la elaboración de
figuras de barro granadino y fue encargándole una a una todas las necesarias
para la representación, desde la entrada de Jesús en Jerusalén, hasta la
Resurrección. Cada tarde subíamos a ver como iban los barros al taller de
Manuel, que lo tenía al final de la calle Real de Cartuja, lindando con la
carretera de Murcia, y allí, en su particular horno, fabricado por él en un
tonel de combustible, observábamos con atención como las figuras pasionistas
iban tomando forma con todas las indicaciones precisas que Ocón le hacía, con
detalles tan particulares como el que incluía al paso de Jesús por la calle de
La Amargura, la figura de un saetero en plena acción de cante, con el rostro
del mismísimo Camarón de La isla, o la crucifixión de Jesús en el monte
Calvario, con la figura espeluznante del Cristo Crucificado del pintor Benito
Prieto Coussent, al que Manuel Ocón le tenía una especial devoción.
De esta manera asistimos a la
inauguración de La Pasión de Ocón Rojas, en la sede de La Asociación de Vecinos
del Realejo en la calle Molinos 64, bajo el mandato de su presidenta Carmen
Nestares a finales del siglo XX. Ya en el nuevo milenio, esa misma
representación la llevó a cabo en la sala de exposiciones del Colegio de
Farmacéuticos en la calle san Jerónimo. Así que me veo en la obligación por mi
condición de cronista de poner las cosas en su sitio, dejando constancia de la
realidad irrefutable. Ocón fue el primero.
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