CADA VEZ REÍMOS MENOS
Tito Ortiz.-
Esta sociedad que nos ha
tocado vivir, nos está borrando la risa de la cara y, si me apuran, hasta la
sonrisa. Es verdad que después de leer el periódico por la mañana, oír la radio
o, ver un telediario habría que ser de corcho para esbozar, aunque solo fuera
una muesca, de esas que se quedan a caballo entre la comedia o la tragedia,
porque la actualidad del día, junto a la carestía de la vida, lo ajustado de
las pensiones, el deterioro de la sanidad, la gente que muere antes de que les
llegue la ayuda domiciliaria, la corrupción, el independentismo, el genocidio o
la olvidada Ucrania, a uno se le rebota el estómago y le dan arcadas y, de esa
guisa, es muy difícil tener ganas de nada.
Tal vez por eso, si observamos
a la gente por la calle, en el metro o el autobús, el personal lleva un rictus
nada optimista, incluso me atrevería a decir que, algunos, portan un ceño
fruncido, una mirada que desparraman con desconfianza y, si te acercas a
preguntarle la hora, hasta es posible que te gruña o te espete un… ¡Déjeme a mí
tranquilo, que yo no le he hecho nada!
Echo de menos aquellos tiempos
en los que entrabas a un bar y, no se oían más que risas y carcajadas porque,
el tomarse unas cervezas con los amigos, se convertía en una especie de
competición para ver quién contaba el chiste más hilarante y descabellado.
Ahora pones el oído y, solo escuchas los meses que llevan de retraso para que
les hagan las pruebas en el hospital, el niño de treinta años con carrera que
sigue viviendo en casa y sin trabajo, que no se puede dar un paso por “Graná”
de tanto turista o, lo que ha subido la cesta de la compra y que así, no se
puede llegar a fin de mes.
ACTOS CULTURALES
Con el horizonte puesto en
2031, Granada se ha convertido en la ciudad donde más actos culturales se
celebran a diario de todos los contornos. Si observamos la agenda de citas, es
imposible asistir a todos, bueno yo diría que ni siquiera a dos de ellos. Los
hay para todos los gustos: Artísticos, literarios, musicales, divulgativos de
la ciencia. La oferta es tan grande, que no recuerdo mayor ebullición cultural
en Granada, desde que existo, y ya tengo unos años. Esto debe congratularnos
porque, engrandece la vocación granadina desde hace siglos, debido a nuestra
historia, patrimonio, bagaje científico, belleza del paisaje, gastronomía y
servicios, hasta ahí todos de acuerdo.
Pero he aquí que, vengo
observando con preocupación, la actitud de intervinientes y asistentes a estos
actos, en los que echo de menos la soltura, la relajación y la empatía, que no
va en detrimento de la importancia del acto cultural del que se trate. Existe
la creencia errónea de que una cita cultural abierta al público, cuanto más
seria y rígida se produzca, es más importante y eleva su nivel, asunto éste con
el que estoy en desacuerdo pues, una sonrisa al auditorio o, una chanza bien
enlazada, no desmerece ni desacredita la importancia de lo presentado.
He asistido a alguna
presentación de un libro sin mayor ambición de trascendencia, en la que más me
parecía estar en una misa corpore insepulto, pensando los responsables que, de
esta manera, se elevaba de nivel el acto en cuestión y, tengo que decir que no.
Que, sobra envaramiento, palabras grandilocuentes y “eses” forzadas que, cuanta
más importancia tiene lo presentado, más sencillo debe ser lo expresado Un acto
cultural es una oportunidad para la alegría, para el encuentro entre afines,
empatizar con el auditorio y congratularse de la respuesta asistencial
obtenida.
SONRÍA POR FAVOR
Cualquier acto cultural al más
alto nivel, debe ser objeto de celebración relajada y jocosa, una oportunidad
para comulgar con lo común que nos convoca, para sentirnos unidos con aquellos
del estrado y sus obras, para congratularnos con la ciencia y las bellas artes,
sin pensar que si no adoptamos una postura seria y envarada, estamos
desmereciendo lo que nos convoca, muy al contrario, estamos entre iguales de
los que aprendemos y nos enriquecemos por su trabajo y esa admiración, bien
vale una sonrisa o un abrazo.
De hecho, los mejores chistes
que he escuchado en mí vida, han sido en los distintos velatorios – que por
razones de edad- asisto con demasiada frecuencia y no creo que haya un lugar
menos propicio, pero creo que esto pasa desde que el mundo es mundo, la sonrisa
como arma defensiva ante el dolor y la tragedia.
No hay nada más serio que
jugarse la vida haciendo arte, y eso es lo que hacen los toreros. Recuerdo en
aquel viejo televisor de madera marca, “Vanguard” de un solo canal en blanco y
negro, ver las corridas de toros televisadas con la voz del maestro Matías
Prats, en aquellos años sesenta, donde intervenía con frecuencia uno de los
mejores toreros que he conocido, pero también el más serio durante la lidia, se
trata del maestro salmantino, Santiago Martín “El Viti”, posiblemente el torero
más grande de época que ha dado Salamanca. Aquella tarde, como casi siempre,
triunfó y estando dando la vuelta al ruedo, una señora desde el tendido, le
arrojó su abanico en el que había intercalado una tarjeta con algo escrito. El
matador cogió la misiva, la leyó, y mirando al tendido donde estaba la dama, le
dedicó una hermosa sonrisa, al tiempo que besaba el abanico y se lo devolvía.
La tarjeta decía: ¡Sonría por favor!
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