domingo, 16 de noviembre de 2025

 


SE PROHIBE EL CANTE

 

Tito Ortiz.-

 

Mis ojos de niño no acertaban a comprender por qué, en muchos bares del Albayzín y Granada había un cartel que rezaba así: “Se prohíbe el cante”. Sobre todo, cuando en mí casa, el cante era venerado y valorado como todo un arte, incluso mí padre se atrevía en sus momentos de alegría y trabajo a practicarlo, haciendo mención a los artistas que más le llegaban al alma. Recuerdo su admiración por “El Sevillano”, al que consideraba como el mejor “fandanguillero” de la época, o con que ilusión me hablaba de, “Juanillo el Gitano”, al que le reconocía unos conocimientos de los cantes principales más que loables, y una manera de ejecutarlos de forma sobresaliente en su barrio del Sacromonte.

Ni que decir tiene que, en mi casa, la radio estaba siempre sintonizada en una emisora que emitiera flamenco, y cuando ya hubo “posibles”, pudimos disfrutar de un tocadiscos, en el que una y otra vez, mi padre nos hacía escuchar a sus ídolos como, Vallejo, Juanito Valderrama o Antonio Mairena, entre otros muchos. Así que, con estos precedentes, cuando tuve capacidad para entenderlo, mi progenitor me explicó que aquel cartel que yo observaba en algunas tabernas prohibiendo la interpretación del arte gitano-andaluz, se debía a que no en pocas ocasiones, cuando se juntaban un par de aficionados a interpretarlo en la barra de un bar, el desafío iba subiendo de tono a ver cual de los dos lo hacía mejor y, esto unido a los efluvios del alcohol ingerido, no en pocas veces, dio ocasión para la riña y el enfrentamiento, llegando incluso a las manos, o lo que es peor, a sacar las cheiras y herirse de gravedad. De ahí que, algunos taberneros hubieran optado por prohibir el cante en sus establecimientos. Algo que con el tiempo se fue apaciguando y algún chusco, añadió al cartelito la palabra, “malo”.

DÍA MUNDIAL

Afortunadamente, hoy el flamenco celebra su día mundial, gracias a que la UNESCO en 2010 lo consideró como un arte universal que, debemos conservar como parte de nuestro patrimonio inmaterial, algo que es solo nuestro, que nos pertenece desde el siglo XV y que hemos ido mejorando y agrandando desde la mitad del siglo XIX hasta nuestros días, no solo con la colaboración de sus intérpretes, sino con toda una legión de aficionados que, desde todos los puntos de Andalucía, Murcia, Cataluña, Extremadura y Madrid, principalmente, han engrandecido este arte con multitud de iniciativas, dignificando en primer lugar a sus artistas, dándoles la importancia que tienen, y abriendo nuevos escenarios para su interpretación, fuera de las tabernas y “colmaos”.

Para ello la labor llevada a cabo a través de los tiempos por peñas, festivales y concursos ha sido imprescindible. Lo mismo que el cambio de escenarios pues, nada hacía sospechar hace cincuenta años que el flamenco pudiera estar presente en los grandes escenarios de teatros muy acreditados, solo por nombrar algunos me refiero al Olympia de París, el Liceo de Barcelona o el Teatro Real de Madrid, santa sanctórum de otras artes durante siglos, y que hoy en día están abiertos de par en par para el flamenco, junto con otros memorables escenarios de Nueva York, Japón o China, donde el arte nuestro es esperado y considerado al más alto nivel de expresión artística, ocupando así el lugar que por derecho propio le pertenece.

APORTACIÓN GRANADINA

Nosotros no hemos ido nunca a remolque de nadie en cuanto a valoración del flamenco. No solo con aportaciones únicas inexistentes en otros lugares como puede ser, nuestra Zambra del Sacromonte, con toda la riqueza de sus cantes y bailes únicos, que desde la noche de los tiempos ha acogido para su aprendizaje y posterior divulgación a artistas tan consagrados en su momento como, Carmen Amaya o Vicente Escudero, por solo nombrar a dos leyendas de lo nuestro, sino que, esa escuela centenaria de nuestro camino del monte, sigue impartiendo doctrina flamenca a nuevas y emergentes figuras del flamenco, que aprecian en lo genuino y único de este arte granadino, toda la enjundia de lo jondo por la pureza de sus raíces gitanas que, no se encuentra en otro lugar.

Aunque parte de la otra Andalucía lo tiene aún atragantado y sin digerir, fue aquí en junio de 1922, donde se celebró el primer concurso de cante jondo de la historia que, entre concursantes y jurado reunió a la flor y nata del flamenco de ese momento histórico, que estuvieron arropados por un grupo selecto de la intelectualidad internacional, con la apuesta decidida de grandes artistas mundiales como Falla o Lorca, por solo nombrar a dos de ellos, cuyo resultado dio la proyección, entre otros, de un niño que después conocería el mundo como uno de los pilares del cante de todos los tiempos llamado, Manolo Caracol. Y eso fue en Granada.

Y de Granada han salido – y siguen saliendo- artistas flamencos de la máxima dimensión como Enrique Morente, Mario Maya, Mariquilla, Los Habichuela, Eva “La Yerbagüena”, Patricia Guerrero, o Manuel Liñán y, tantos y tantos otros que harían la lista interminable, cuya labor artística jalona la historia del flamenco, la enriquece y la sitúa al máximo nivel.

Y no digamos nada de nuestra aportación a la creación de peñas flamencas. Ahí, en la placeta de Toqueros de nuestro Albayzín, tenemos a la decana de las peñas flamencas de todo el mundo. “La Platería” es, al día de hoy, un centro de enseñanza flamenco de primer orden, por su labor docente en todas sus disciplinas, su divulgación del arte jondo, su conservación y enriquecimiento, para cualquiera que desee acercarse al duende y misterio de un arte racial y único: El Flamenco. Ese que hoy llora la pérdida de don Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, grande entre los grandes de todas las épocas.

 

 

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