SE PROHIBE EL CANTE
Tito Ortiz.-
Mis ojos de niño no acertaban
a comprender por qué, en muchos bares del Albayzín y Granada había un cartel
que rezaba así: “Se prohíbe el cante”. Sobre todo, cuando en mí casa, el cante
era venerado y valorado como todo un arte, incluso mí padre se atrevía en sus
momentos de alegría y trabajo a practicarlo, haciendo mención a los artistas
que más le llegaban al alma. Recuerdo su admiración por “El Sevillano”, al que
consideraba como el mejor “fandanguillero” de la época, o con que ilusión me
hablaba de, “Juanillo el Gitano”, al que le reconocía unos conocimientos de los
cantes principales más que loables, y una manera de ejecutarlos de forma
sobresaliente en su barrio del Sacromonte.
Ni que decir tiene que, en mi
casa, la radio estaba siempre sintonizada en una emisora que emitiera flamenco,
y cuando ya hubo “posibles”, pudimos disfrutar de un tocadiscos, en el que una
y otra vez, mi padre nos hacía escuchar a sus ídolos como, Vallejo, Juanito
Valderrama o Antonio Mairena, entre otros muchos. Así que, con estos
precedentes, cuando tuve capacidad para entenderlo, mi progenitor me explicó
que aquel cartel que yo observaba en algunas tabernas prohibiendo la
interpretación del arte gitano-andaluz, se debía a que no en pocas ocasiones,
cuando se juntaban un par de aficionados a interpretarlo en la barra de un bar,
el desafío iba subiendo de tono a ver cual de los dos lo hacía mejor y, esto
unido a los efluvios del alcohol ingerido, no en pocas veces, dio ocasión para
la riña y el enfrentamiento, llegando incluso a las manos, o lo que es peor, a
sacar las cheiras y herirse de gravedad. De ahí que, algunos taberneros
hubieran optado por prohibir el cante en sus establecimientos. Algo que con el tiempo
se fue apaciguando y algún chusco, añadió al cartelito la palabra, “malo”.
DÍA MUNDIAL
Afortunadamente, hoy el
flamenco celebra su día mundial, gracias a que la UNESCO en 2010 lo consideró
como un arte universal que, debemos conservar como parte de nuestro patrimonio
inmaterial, algo que es solo nuestro, que nos pertenece desde el siglo XV y que
hemos ido mejorando y agrandando desde la mitad del siglo XIX hasta nuestros
días, no solo con la colaboración de sus intérpretes, sino con toda una legión
de aficionados que, desde todos los puntos de Andalucía, Murcia, Cataluña,
Extremadura y Madrid, principalmente, han engrandecido este arte con multitud
de iniciativas, dignificando en primer lugar a sus artistas, dándoles la
importancia que tienen, y abriendo nuevos escenarios para su interpretación,
fuera de las tabernas y “colmaos”.
Para ello la labor llevada a
cabo a través de los tiempos por peñas, festivales y concursos ha sido
imprescindible. Lo mismo que el cambio de escenarios pues, nada hacía sospechar
hace cincuenta años que el flamenco pudiera estar presente en los grandes escenarios
de teatros muy acreditados, solo por nombrar algunos me refiero al Olympia de
París, el Liceo de Barcelona o el Teatro Real de Madrid, santa sanctórum de
otras artes durante siglos, y que hoy en día están abiertos de par en par para
el flamenco, junto con otros memorables escenarios de Nueva York, Japón o
China, donde el arte nuestro es esperado y considerado al más alto nivel de
expresión artística, ocupando así el lugar que por derecho propio le pertenece.
APORTACIÓN GRANADINA
Nosotros no hemos ido nunca a
remolque de nadie en cuanto a valoración del flamenco. No solo con aportaciones
únicas inexistentes en otros lugares como puede ser, nuestra Zambra del Sacromonte,
con toda la riqueza de sus cantes y bailes únicos, que desde la noche de los
tiempos ha acogido para su aprendizaje y posterior divulgación a artistas tan
consagrados en su momento como, Carmen Amaya o Vicente Escudero, por solo
nombrar a dos leyendas de lo nuestro, sino que, esa escuela centenaria de
nuestro camino del monte, sigue impartiendo doctrina flamenca a nuevas y
emergentes figuras del flamenco, que aprecian en lo genuino y único de este
arte granadino, toda la enjundia de lo jondo por la pureza de sus raíces
gitanas que, no se encuentra en otro lugar.
Aunque parte de la otra
Andalucía lo tiene aún atragantado y sin digerir, fue aquí en junio de 1922,
donde se celebró el primer concurso de cante jondo de la historia que, entre
concursantes y jurado reunió a la flor y nata del flamenco de ese momento histórico,
que estuvieron arropados por un grupo selecto de la intelectualidad
internacional, con la apuesta decidida de grandes artistas mundiales como Falla
o Lorca, por solo nombrar a dos de ellos, cuyo resultado dio la proyección,
entre otros, de un niño que después conocería el mundo como uno de los pilares
del cante de todos los tiempos llamado, Manolo Caracol. Y eso fue en Granada.
Y de Granada han salido – y
siguen saliendo- artistas flamencos de la máxima dimensión como Enrique
Morente, Mario Maya, Mariquilla, Los Habichuela, Eva “La Yerbagüena”, Patricia
Guerrero, o Manuel Liñán y, tantos y tantos otros que harían la lista
interminable, cuya labor artística jalona la historia del flamenco, la
enriquece y la sitúa al máximo nivel.
Y no digamos nada de nuestra
aportación a la creación de peñas flamencas. Ahí, en la placeta de Toqueros de
nuestro Albayzín, tenemos a la decana de las peñas flamencas de todo el mundo.
“La Platería” es, al día de hoy, un centro de enseñanza flamenco de primer
orden, por su labor docente en todas sus disciplinas, su divulgación del arte
jondo, su conservación y enriquecimiento, para cualquiera que desee acercarse
al duende y misterio de un arte racial y único: El Flamenco. Ese que hoy llora
la pérdida de don Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, grande entre los grandes
de todas las épocas.

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