viernes, 18 de marzo de 2016
CABALLEROS COSTALEROS
CABALLEROS COSTALEROS DE LA SANTA VERA CRUZ DE GRANADA
Tito Ortiz.-
Si algo caracteriza la Semana Santa de Granada de los últimos cuarenta años, es la revolución que supuso la aparición del movimiento costalero. Hasta 1978, nuestra semana de Pasión portaba sus tronos a hombros de costaleros asalariados, de profesionales recolectados al efecto, incluso algunos pasos se trasladan con ruedas, con mecanismos a modo de carrozas, manejados por hábiles cofrades. Todo parece indicar que el despertar costalero de Granada, se produce cuando en la Semana Santa de 1977, una cuadrilla de Utrera, viene a la capital para sacar a La Virgen de La Victoria. Un hecho contemplado por veteranos cofrades, que pronto se preguntan ¿por qué ellos no pueden hacer lo mismo en la ciudad de La Alhambra?.
Esto espolea iniciativas y para la Semana Santa de 1978, surte su efecto. Ya tenemos lo que se dio en llamar, para diferenciarlos de los profesionales, al hermano cofrade costalero. El Miércoles Santo, Jorge Mario, saca el Cristo de Las Penas con costaleros no profesionales, El Amor y La Entrega es portado por una cuadrilla de hermanos que no llegan ni a una veintena, y entre los que se encuentran gentes, que hasta ahora, no hubieran sospechado que se verían portando un santo por las calles, no solo no cobrando, sino pagando parte de los gastos de poner la procesión en marcha. En los meses siguientes, se forma una mítica cuadrilla a las órdenes de Pepe Carvajal, en la que se encuentran nuestros interlocutores, los hermanos, Francisco y Manuel Toro, testigos de excepción de aquel renacer costalero granadino, que ha significado un antes y un después en nuestra semana santa, y del que pronto se cumplirán cuarenta años.
Estábamos en el bar. de Juan Bautista en el Campo del Príncipe, junto a Antonio Méndez, Juan Carlos Pérez Gamarra, y Javier Calvente. Entonces llegó Pepe Carvajal y nos escuchó hablar. De ahí partió la cuadrilla, acordando Méndez, que le pediría la parihuela, a don José Gómez Sánchez Reina, para comenzar los ensayos. Pero éste no accedió, así que conseguimos la de Los Favores, y fuimos los primeros costaleros en salir a la calle a ensayar en Granada. Ensayábamos hasta con el palio puesto y un día bajamos hasta Santo Domingo, y dijo Pepe Carvajal, vamos a probar a ver si entra por la puerta de la Iglesia, y una vecina que estaba viendo aquello empezó a dar voces: Sacrilegio, sacrilegio, sacrilegio. Porque entonces nadie había visto ensayar a los costaleros y menos en la calle.
Ya están en marcha los costaleros de la Santa Vera Cruz, que sacan pasos de las hermandades que se lo demandan, aunque pronto se producirá la exención, de aquellos que ponen en marcha cuadrillas para sus hermandades, como es el caso de Carvajal con Los Favores, y Méndez con La Victoria, eso los llevará a denominarse exclusivamente como, Santa Cruz. Son años en los que se produce un resurgir de la semana santa de Granada, y en los que se viven anécdotas como la de 1980, en la que una tormenta sobre la ciudad, obligó a La Concepción y La Aurora, a refugiarse en la Audiencia, hoy sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
El agua, los truenos y los relámpagos cogieron al Perdón pasados los Grifos de san José y El Amor y La Entrega en plena Carrera del Darro, así que previo un ¡rompan filas!, todos pedimos refugio en La Real Chancillería, cerrada a cal y canto y custodiada por Guardia Civiles en su interior, que inmediatamente abrieron las puertas, e hicieron posible que se llevara a cabo el milagro, de que no sólo los cuatro pasos que se mojaban en la calle con todos sus cofrades y camareras pasarán a refugiarse, sino que pudieron cohabitar, con los otros cuatro que se montaban allí tradicionalmente: Los dos del Gran Poder y los dos de la hermandad oficial de la semana santa. Cuando escampó, con sus respectivos chaqués empapados y fumando un cigarrillo, los hermanos mayores, Antonio Berbel de La Aurora, y Enrique Megias, de La Concepción, dialogaban mirando al cielo sobre la conveniencia de seguir la carrera oficial o retirarse a sus iglesias. En un momento de la conversación, Antonio Berbel, refiriéndose a sus imágenes titulares le dijo a Megias: Yo no sigo el recorrido, me vuelvo a San Miguel, porque lo que yo llevo sobre los pasos son auténticas joyas de la imaginería. Enrique Megias, ofendido por aquel ataque gratuito a sus imágenes titulares no dudó en espetar: Pues yo sigo el recorrido hasta la tribuna, a fin de cuentas, lo que yo llevo en los tronos son muñecos de Almacenes el 95.
En 1980, ya como La Santa Cruz, Manuel Toro, con su Hermano Francisco, Francis Guillén, los hermanos Ortiz, Jesús y Falo, y tantos otros imposibles de enumerar, portan diversos pasos como la cuadrilla de La Santa Cruz. El martillo lo ostentan, Antonio Sánchez Osuna, “Antoñín”, José Carranza, “Wuily” y Juan Toro para sacar su Virgen de La Aurora.
En 1982, cuando Juan de Dios Morillas viene de la mili, quiere ser capataz, y entonces, Wuily, Antoñín y yo – Francisco Toro – nos vamos a fundar la cuadrilla de La Cañilla. El año anterior sacamos una hermandad cada día. El Lunes, La Virgen de Los Dolores, y en la puerta de San Pedro, don Antonio González Ortiz, su hermano mayor, lloraba emocionado de ver como mí suegro, - Antoñín – sacó la Virgen tres veces y la metió cuatro en la iglesia. Durante el recorrido nos dieron cinco bocadillos, con batidos de vainilla. En ocasiones nos ayudaban costaleros de La Concha, y así sacamos un año La Estrella y La Alhambra.
Mientras Manuel Toro fue presidente de los costaleros de La Santa Cruz, se montó una casa Hermandad en La Cuesta de Marañas, con una gran actividad social, allí se proyectaba hasta cine con la máquina de Francisco Toro. Uno de los atractivos más interesante de La Santa Cruz, era que se trataba de una cuadrilla independiente, aunque sus componentes pertenecieran a otras, pero todos a una.
Al ser los primeros, pagamos muchas novatadas. Recuerdo – Francisco Toro – cuando sacamos el Silencio por primera vez, que le quitaron los palos de por fuera y lo pusieron para trabajar a hombros por dentro. Fue Pepe Carvajal el Jueves Santo por la mañana a revisar el trono, y se horrorizó al comprobar que no había forrado los palos. Así que sobre la marcha se improvisó, forrando los largueros con túnicas viejas que tenían por allí, así que terminamos con los hombros en sangre viva. Nos iba mandando Pepe Barrales.
La Santa Cruz, con la colaboración de La Concha, sacan el primer año la Hermandad de La Estrella, que de regreso sube por los Grifos de san José. La Cuadrila, para los pasos en la Puerta de la Iglesia de San Miguel, entra y sacan a la puerta la Virgen de La Aurora, con lo que se produce un encuentro histórico unos metros más arriba, antes de llegar a Santa Isabel La Real, un cable que nadie ha previsto roza los varales del paso de palio, produciendo una descarga eléctrica en los costaleros, que nunca olvidarán, sobre todo el patero derecha “alante”, Alejandro, que lleva brakets metálicos. Salieron vivos de milagro.
Uno de los peores días, recuerda Manuel Toro, fue cuando le quitamos las ruedas al paso del Huerto de Los Olivos, y lo sacamos a hombros por primera vez en la historia. Empezamos el recorrido 34 costaleros, y fuimos a darle la vuelta al Campo del Príncipe. Aquello pesaba más que una condena. Cuando llegamos a Santo Domingo, la gente se iba saliendo con el pretexto de ir a orinar, y ya no volvía. Y aquello pesaba más y más. Ya sólo íbamos 24 debajo, pero es que la llegar a la calle Jesús y María, ya éramos solo 18 y así nos fuimos a la carrera oficial. Cuando subimos la rampa de la Catedral, el paso se nos iba para atrás, de los pocos que éramos y de las pocas fuerzas que nos quedaban. Allí se nos metió debajo, Adolfo, el de la Pastelería El Sol, que estaba viéndonos con su familia, para echarnos una mano. Él se dio cuenta que nos moríamos. Intentábamos avanzar, pero las fuerzas nos faltaban y otra vez se nos iba el paso para atrás, y la gente, creyendo que lo estábamos haciendo a posta, nos aplaudía una y otra vez. Toda la plaza aplaudiendo como volvíamos al principio de la rampa, cuando la verdad es que nos estábamos muriendo y el paso se nos iba sin querer. Yo iba de patero derecho-comenta Manolo Toro- y hasta la cuarta trabajadora iba todo vacío. En la calle Pavaneras, de regreso, tuvieron que sacar arrastrándolo a mí hermano Paco Toro, porque los aductores se le habían montado y ya se había bloqueado. No podía dar un paso. Al llegar a los Seis Peniques, nos invitaron a un cubalibre, y la gente empezó a meterse por su cuenta, hasta que pudimos encerrarlo con honor, pero hay quien todavía se acuerda de los chispazos que soltaban los zancos al rozar con el suelo.
En el primer lustro de los ochenta, famoso fue también el campeonato de fútbol sala que organizó La Santa Cruz, en el que participaron todas las cuadrillas, y en cuyos encuentros no faltaron los piques, puesto que durante el juego afloraban los comentarios de quienes andaban mejor, y quien peor, así que no en pocas ocasiones, alguno terminaba con un rasponazo cuyo dolor se diluía cuando al final se compartía la cerveza fresquita, como recompensa al buen juego.
Con los nuevos costaleros granadinos, las hermandades recuperan a la gente en las calles. Ellos son los que instauran las primeras comidas de hermandad. Fundan El Coro de La Santa Cruz, realizan un festival benéfico para los hermanos obreros de maría, en gratitud por dejarles el campo para los campeonatos de fútbol. Los costaleros de la santa cruz, continuadores de la santa Vera Cruz, junto con el resto de ilusionados costaleros granadinos, hicieron posible el auténtico cambio de la semana santa de Granada. Existe un antes y un después, gracias a ellos.
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