lunes, 7 de marzo de 2016
AMELIA
AMELIA
Tito Ortiz.-
Todo hacía sospechar que aquel embarazo no iba a ser normal. Las molestias, la amenaza de aborto en el cuarto mes, en fin que la cosa no pintaba bien. Los médicos dijeron que era una niña, y que de llegar a término, el asunto tendría complicaciones. Nos encontramos por casualidad a Amelia en un pasillo del trabajo. Puso la mano sobre el ombligo de la embarazada y le dijo: No os preocupéis por nada, es un niño y viene sano como una pera. Hoy el niño tiene 26 años, y es padre de dos hijos sanos como otra pera. Así es Amelia, una mujer que nunca llegó a superar la muerte de su hijo, Rafael Fernández Píñar y Afán de Rivera, en aquel trágico accidente de caravana. Un amigo con el que compartí ideas políticas, amistad y pasión por las motos de gran cilindrada. Actividades culturales y música también nos entretenían. Volviendo con Amelia, yo no sabría definir bien si Amelia Afán de Rivera es un ángel, o una vidente. Sólo sé que un día, al terminar una charla de amigos, me entregó una bolsita verde atada, que aún conserva el nudo, y me dijo que nunca me olvidara de ella y la llevara encima, porque me protegería, y al día de hoy, puedo decir que desde entonces, en un par de ocasiones como mínimo, yo no sabría explicar por qué sigo vivo. Una tarde conversábamos con unos compañeros, yo no intervenía en la conversación, pero Amelia llamó mí atención y me dijo: pronto te ascenderán en tu puesto de trabajo, y prepárate porque vas ha hacer muchos viajes. A los pocos días, llegó ese nombramiento, y en los siguientes siete años, hice más kilómetros de los que pueda realizar en toda mi vida. Amelia es así. Un día que el ministro del interior se desplazó hasta Granada, de incógnito para celebrar el fin de año en el Gobierno Civil, entre amigos, avanzada ya la madrugada me confesó, que en no pocas ocasiones, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, recurrían a Amelia, que no solía fallar a la hora de encontrar un zulo, o un cadáver escondido, incluso había resuelto más de un misterio policial con vivos de por medio. Amelia creía en Dios, era una cristiana convencida, adoraba a Fray Leopoldo, y con sólo mirarte, sabía quién te acompañaba y por qué, a pesar de que tu ibas solo. La educación, la amabilidad, el encanto personal, la sencillez y el cariño al prójimo, eran normas usuales de conducta en su saber estar, sin levantar la voz, sin destacar por indumentaria o protagonismo, si te la cruzabas por la calle, nunca sospecharías que estabas ante una vidente o un ángel, nacida para hacer el bien a los demás, sin necesidad de bolas de cristal, cartas, luces apagadas, cortinas de terciopelo o incienso. Amelia Afán de Rivera es, esa mujer nacida para hacer el bien, con una conexión directa con el otro mundo, del que hablaba con tanta naturalidad, que tu creías, que lo hacía de éste. Amelia, aunque sé que no te has ido, pero por si yo me voy antes, quiero darte las gracias públicamente, por ser mi ángel de la guarda. Siento tu presencia y con eso me basta. Éste mundo y ese otro, necesitan muchos ángeles como tú.
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Muy bello homenaje
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