martes, 25 de octubre de 2016
NO DISPARAR AL PERIODISTA
¡NO DISPARAR AL PERIODISTA!
Tito Ortiz.-
Veo con frecuencia, por estos pasillos del otro mundo, llegar antes de lo previsto a compañeros y compañeras periodistas, que desarrollaban su trabajo con tal honestidad, que la verdad los lleva a ser eliminados, como sujetos peligrosos, ya que informan a la sociedad a la que sirven, con veracidad y hechos ciertos. Un asunto que no pueden soportar los que, ostentando el poder en cualquier parcela, se ven retratados en nuestros escritos. Por eso hoy día, la vida de un periodista no vale nada, y se nos elimina con total impunidad, sin darnos siquiera la satisfacción de detener al sicario que apretó el gatillo. La antigua Rusia y México, saben perfectamente de lo que hablo. A éste otro lado del globo terráqueo, aunque no silben las balas sobre nuestra nuca, existen otras formas de muerte profesional, si no te doblegas a los gustos e ideologías, de los que tienen la sartén por el mango. Podría poner muchos ejemplos de periodistas conocidos míos, que han sido cesados en sus cargos por no lamerle el culo, al responsable provincial del partido en el poder. Tengo las pruebas para mostrárselas a quién me las pida. De igual manera, cuando vivía, tuve conocimiento de otros que fueron cesados fulminantemente, y mandados a la cola del paro, por haber sido hombres de confianza del director general anterior, o por tener mayor titulación, conocimientos y experiencia, que el nuevo jefe nombrado a dedo, que al reconocer su inferioridad, no podía soportar que un subordinado, fuera más brillante que él mismo en su trabajo.
En una democracia como la nuestra, hay muchas formas de matar a un periodista, sin tener que pasar por comisaría. Basta con hacerle ganar a final de mes, menos que a la asistente de hogar, que solo va tres días en semana a casa. Poseo relación de éstos casos, para quién quiera consultarlos. Encontrar un periodista mileurista en éstos días, ya es todo un éxito, se lo puedo asegurar. Por eso estoy cada día más contento de estar muerto, y no tener que padecer las circunstancias actuales de una profesión, que cuando históricamente tiene más órganos para su defensa, como asociaciones de la prensa, colegios profesionales o sindicatos, vive sus peores momentos en cuanto al reconocimiento de su labor, el salario por su trabajo y el alto índice de paro entre sus filas. Me constan las dificultades por las que pasan algunas compañeras y compañeros, para poder pagar la cuota a la seguridad social como autónomos, ejerciendo diariamente su profesión con dignidad y solvencia plenas.
La otra tarde en el aeropuerto esperando para embarcar, escuché la conversación de dos ilustres políticos, es lo que tienen estos asientos unidos por la espalda. No estaban enojados por el juicio que se lleva a cabo por corrupción en su partido, ni por los camaradas encausados, toda su ira se descargaba contra los periodistas, porque éramos los culpables de que lo ocurrido se supiera. Ya saben, el viejo adagio de matar al mensajero, está hoy más vigente que nunca. A mí me recuerdan las películas del viejo oeste, cuando al pianista que amenizaba el saloon, próxima la refriega de tiros, alguien siempre le colgaba un cartel en la espalda: ¡Por favor! No disparar al pianista. Nuestro sacramento irrenunciable es contar la verdad, y eso no debería ser la causa de nuestra muerte, aunque para una parte de éste mundo enfermo y loco, sea suficiente. Como ya dije una vez muerto. Más vale morir, que perder la vida.
miércoles, 19 de octubre de 2016
LAS CALDERAS DE PEDRO BOTERO
LAS CALDERAS DE PEDRO GOTERO
Tito Ortiz.-
En éste mundo de los muertos donde moro, la interpretación del tiempo es muy distinta a cuando estaba vivo. Claro, ya no tengo prisa para nada. A mí ya no hay quién me encuentre en una bulla, aunque repartan billetes de quinientos euros. Por eso la otra tarde se me ocurrió darme una vuelta por las calderas de Pedro Gotero, a ver que se cocía por allí. En vida me paraba a ver las obras en la calle, ahora muerto, me paseo por el infierno. Cada estado de la materia, tiene su forma de pasar el rato. Lo del calor en las archifamosas calderas no es una leyenda urbana. Una sauna finlandesa, es una jugada de parchís, para lo que allí hierve. Y luego hay que aguantar, junto a los alaridos de los pecadores, la tonalidad infame y desafinada de los demonios, que cantan incesantemente, unas veces por Luís Aguilé, y otras por Georgie Dan. Lo dicho: Un infierno.
Esos demonios peludos, de cuernos retorneados, patas de cabra y rabos alatigados, infligiendo severos castigos a los pecadores, son de por sí, una visión espantosa que ningún humano debería soportar, a no ser que se haya ganado tal honor durante su estancia en la tierra de los vivos. Por allí estaban, Adolf, Paquito el de El Ferrol, e ilustres de la historia negra de la humanidad, junto a otros que yo nunca hubiera imaginado que estuvieran en el infierno, y hablo de gente importante, desde príncipes de la iglesia, a santos, pasando por reyes, políticos, jurisconsultos, policías, periodistas, médicos y aparcacoches. El muestrario de los que arden en las calderas de Pedro Gotero, es tan sorprendente, que es para quedarse embobado, observando a la peña, como se desgañita expiando sus culpas eternamente, que ese es el final de todo aquel mal bicho que pasa por la vida, haciendo la puñeta al prójimo o quitándosela. La visión de un asesino en serie, metido en una perola de agua hirviendo hasta el cuello, gritando como un poseso de dolor, que a la vez soporta un altavoz a cada lado de la cara, a todo volumen, con la discografía completa de Las Grecas, no es que resuelva sus fechorías, pero compensa un poco. Pero hay algo que si me llamó la atención: Los puestos reservados. Pude ver los habitáculos que están esperando que lleguen sus futuros moradores, para sufrir el castigo eterno. Como el vestuario de un gimnasio, las perolas y potros de torturas, tienen cada una sus plaquitas con los nombres de quienes están llamados a ocupar su lugar eternamente. Bajo el nombre, se lee el motivo por el que ellos, que todavía están vivos y no lo saben, penaran toda la eternidad, en tan despiadado lugar. Muchos de ellos son políticos en activo, con el rostro de cemento armado, que campan a sus anchas al comprobar, que cuanta más corrupción se descubre en su partido, más agradecidas les son las urnas, en éste país de despropósitos, en el que la honradez se paga con la indiferencia, y el canalleo con una sonrisa. Si el juez Baltasar Garzón está fuera de la carrera judicial, es que nadie puede dormir tranquilo. La maldad campa a sus anchas, sin que nadie con poder quiera evitarlo. Ni siquiera el infierno es la panacea para redimir a los malditos, lo bueno es que... Es para toda la muerte.
martes, 11 de octubre de 2016
TORTILLA DE COLLEJAS
TORTILLA DE COLLEJAS
Tito Ortiz.-
Dice Curro Andrés, - y si él lo dice yo lo bendigo – que las mejores collejas se cogen por las inmediaciones de la Silla del Moro. Es verdad que hablando de tortillas en Granada, siempre se nos va la mente a una aportación histórica, que nos baja a la ciudad procedente de las cocinas de la Abadía del Sacromonte, donde aprovechando la casquería de la matanza, y propinándole buena dosis de calorías, se produce un invento bien divulgado, que alimentó a los internos durante decenas de años, y traspasó el camino de las cuevas, para hacerse un hueco, en las cartas de los restaurantes más reputados, no solo de la provincia sino a título internacional. La tortilla Sacromonte, con sus sesos y criadillas, conquistó mesas importantes, pero en el camino, se han quedado exquisiteces, como la tortilla de collejas. Desde que el mundo es mundo, y Granada cae por éstos terrenos, las collejas han sido recogidas por los conocedores de sus bondades, para incluirlas dentro de las delicatesen culinarias de nuestra cocina. Ésta verdura fina, de alta cuna gastronómica, que nace a la vera de caminos y sembrados, pasando desapercibida a los ojos del profano, constituye un plato de los más preciados, por su finura y buen gusto. Una tortilla de collejas, esponjosa, en su punto de sal, con la cocción justa de la verdura, y cuajada al punto, no necesita de mayor aditamento, ni maridaje, ni puñetas al sol, sólo un paladar fino que sepa apreciar un tesoro gastronómico de la más alta alcurnia, que afortunadamente no se ha masificado, ni manufacturado, al estilo comida rápida porque primero: Hay que ser todo un experto para conocer la colleja, su paraje, entorno de crecimiento, época en la que se puede recolectar y corte preciso con la navaja, para no dañar una planta tan delicada, que debe llegar a la mesa en perfecto estado de conservación, plena de aroma y con todos sus nutrientes. Segundo: las collejas admiten pocas bromas. Lo mismo que su lugar de nacimiento es espontáneo y abrupto, su crianza y posterior preparación, requieren de procesos muy naturales, que en nada perturben su maduración y frescura. Aunque algunas mentes pensantes, se empeñan en añadirla a guisos y ensaladas, que nadie se complique la vida. Mi consejo es que se deguste en tortilla, generosa de huevos, cochura a fuego lento, vuelta con tapadera de madera, y más vale dorada, que tostada.
La tortilla de collejas, es uno de los emblemas de la cocina tradicional granadina, cuya divulgación se ha circunscrito siempre al entorno familiar, cuyas pautas han ido pasando de padres a hijos por tradición oral, y gracias a mantenerla así, no las vemos precocinadas, embutidas en plástico, en las estanterías de frío de las grandes superficies de alimentación. Propongo desde aquí, la fundación de la cofradía de la tortilla de collejas para la buena mesa granadina, y erigir un monumento a la gran actriz, Amparo Baró, mujer que en vida, dio las mejores, más grandes y sonoras collejas, sobre la nuca de, Javier Cámara durante doscientos capítulos de la serie, Siete Vidas. Amparo, pese a su endiablado carácter, es la paciente oyente de mis cuitas en éste mundo de los muertos en el que ambos nos movemos... en compañía de otros.
martes, 4 de octubre de 2016
CARAS NUEVAS
CARAS NUEVAS
Tito Ortiz.-
Muerto como estoy, yo pensaba que ya las cosas mundanas no me preocuparían, pero lo cierto es que a pesar de morar desde hace meses en el otro mundo, los asuntos de los vivos me siguen afectando. Y no sé para qué, si desde aquí no puedo hacer nada, ni siquiera hacerme oír. El otro día bajé al mundo de los vivos para aparecerme a Pedro Sánchez y cantarle las cuarenta, y llevaba tanta energía como un muelle de guita, con lo cual, apenas notó una especie de neblina que le pasó por delante, y aunque yo le daba auténticas voces, el solo escuchaba en su mente, una y otra vez, la voz de Felipe González reclamándole alguna promesa incumplida. Además, no se le iba del pensamiento, el manifiesto por un gobierno de progreso, que han firmado miles de criaturas con la esperanza de que la utopía es posible, y que él ha dinamitado a base de no entablar diálogo, ni tan siquiera con los suyos. Ya hubieran querido muchos candidatos, contar con un apoyo público tan importante, pero llevar hasta el límite de lo incomprensible, aquello famoso de que... “el que no está conmigo, está contra mí” aunque sea de los nuestros, lo único que ha conseguido, es dinamitar la ilusión que muchos habían puesto en él. Como ha dicho González: De derrota en derrota, hasta la victoria.
Pedro Sánchez deja un partido, que necesitará una docena de años para alcanzar los votos suficientes para gobernar un país, tan sabio, que ha demostrado convivir mejor sin gobierno, que con el. Un país que no se merece una clase política que lo maltrate como lo está haciendo. Un país sumido en la desesperanza, que ha medida que se suceden los acontecimientos, cada vez está más desencantado y con menos ganas de acudir a las urnas, porque a fin de cuentas, de nada sirve votar, cuando sus señorías no están por la labor. Un país que reclama a voces una reforma de sus reglamentos, para impedir que los “elegidos”, cobren sus nóminas millonarias, mientras no elijan gobierno. Un país deseoso de unas listas abiertas, donde los votados tengan que rendir cuentas a quienes los eligen, y no a sus partidos, procurándose el mejor blindaje para el cargo y su nómina. Un país que pide la supresión del senado y las diputaciones, porque hay que eliminar gasto público. Es inadmisible, que España tenga más políticos que Alemania.
Sabido es, que el pesoe no ha sabido digerir la irrupción de Podemos, porque vivían muy a gusto con tan solo tildar de derechas al pepé, y afianzarse enlabazados en sus poltronas, hasta conseguir que sus propias juventudes socialistas, decrépitas y desanimadas por no encontrar opciones de promoción, aceptaran pasar a la madurez, cuando ya estuvieran a punto de jubilarse. Una juventudes socialista, algunos de cuyos miembros, han terminado en Podemos, donde se les ha dado calor, y esperanza. Los jóvenes militantes socialistas, adornan mucho las fotos de campaña, pegan muy bien los carteles, reparten estupendamente la propaganda, pero de ahí a tener opciones, va un abismo. La media de edad de los elegidos socialistas es, además de preocupante, exponente del largo tiempo que sus señorías están dispuestos a chupar del vote sin dar paso a la savia nueva. El socialismo patrio necesita caras nuevas, con o sin coleta, pero nuevas. Y sobre todo, tener en cuenta que, mientras los congresos provinciales, regionales y nacionales se sigan cerrando en falso, los líderes van a durar menos, que yo en la España nacional, en la que nunca me reconocí, y mira que me dieron oportunidades, más que a platanito. Yo creo que por eso estoy muerto... de risa.
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