miércoles, 19 de octubre de 2016

LAS CALDERAS DE PEDRO BOTERO

LAS CALDERAS DE PEDRO GOTERO Tito Ortiz.- En éste mundo de los muertos donde moro, la interpretación del tiempo es muy distinta a cuando estaba vivo. Claro, ya no tengo prisa para nada. A mí ya no hay quién me encuentre en una bulla, aunque repartan billetes de quinientos euros. Por eso la otra tarde se me ocurrió darme una vuelta por las calderas de Pedro Gotero, a ver que se cocía por allí. En vida me paraba a ver las obras en la calle, ahora muerto, me paseo por el infierno. Cada estado de la materia, tiene su forma de pasar el rato. Lo del calor en las archifamosas calderas no es una leyenda urbana. Una sauna finlandesa, es una jugada de parchís, para lo que allí hierve. Y luego hay que aguantar, junto a los alaridos de los pecadores, la tonalidad infame y desafinada de los demonios, que cantan incesantemente, unas veces por Luís Aguilé, y otras por Georgie Dan. Lo dicho: Un infierno. Esos demonios peludos, de cuernos retorneados, patas de cabra y rabos alatigados, infligiendo severos castigos a los pecadores, son de por sí, una visión espantosa que ningún humano debería soportar, a no ser que se haya ganado tal honor durante su estancia en la tierra de los vivos. Por allí estaban, Adolf, Paquito el de El Ferrol, e ilustres de la historia negra de la humanidad, junto a otros que yo nunca hubiera imaginado que estuvieran en el infierno, y hablo de gente importante, desde príncipes de la iglesia, a santos, pasando por reyes, políticos, jurisconsultos, policías, periodistas, médicos y aparcacoches. El muestrario de los que arden en las calderas de Pedro Gotero, es tan sorprendente, que es para quedarse embobado, observando a la peña, como se desgañita expiando sus culpas eternamente, que ese es el final de todo aquel mal bicho que pasa por la vida, haciendo la puñeta al prójimo o quitándosela. La visión de un asesino en serie, metido en una perola de agua hirviendo hasta el cuello, gritando como un poseso de dolor, que a la vez soporta un altavoz a cada lado de la cara, a todo volumen, con la discografía completa de Las Grecas, no es que resuelva sus fechorías, pero compensa un poco. Pero hay algo que si me llamó la atención: Los puestos reservados. Pude ver los habitáculos que están esperando que lleguen sus futuros moradores, para sufrir el castigo eterno. Como el vestuario de un gimnasio, las perolas y potros de torturas, tienen cada una sus plaquitas con los nombres de quienes están llamados a ocupar su lugar eternamente. Bajo el nombre, se lee el motivo por el que ellos, que todavía están vivos y no lo saben, penaran toda la eternidad, en tan despiadado lugar. Muchos de ellos son políticos en activo, con el rostro de cemento armado, que campan a sus anchas al comprobar, que cuanta más corrupción se descubre en su partido, más agradecidas les son las urnas, en éste país de despropósitos, en el que la honradez se paga con la indiferencia, y el canalleo con una sonrisa. Si el juez Baltasar Garzón está fuera de la carrera judicial, es que nadie puede dormir tranquilo. La maldad campa a sus anchas, sin que nadie con poder quiera evitarlo. Ni siquiera el infierno es la panacea para redimir a los malditos, lo bueno es que... Es para toda la muerte.

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