martes, 21 de noviembre de 2017
PARQUE TECNOLÓGICO
PARQUE TECNOLÓGICO
Tito Ortiz. -
Mejor hubiera sido llamar a esta estación del metropolitano, Parque Necrológico. Por qué si no, el tren te deja cercano al hospital, Alejandro Otero, que una vez decidido el nombre, ahora los que se lo pusieron, reniegan y se empeñan en llamarlo el hospital del “peteese”, o una aberración mayor: El Nuevo Clínico. La Junta nunca ha tenido en Granada mentes acertadas para poner nombres a nada, ni siquiera a sus candidatos, no iban a acertar ahora con el de una estación del metro, sería para tirarse a las vías. Me gusta, Parque Necrológico – si como es el caso – el apeadero te deja a tiro de piedra de las facultades de salud, medicina, fisio y otras zarandajas, que tienen que ver con tus enfermedades varias. Pero el colmo de los colmos, lo que ya acierta en la diana con claridad, es ponerle a la parada, Parque Necrológico, dado que donde de verdad te deja y más cerca, es en la puerta del Instituto de Medicina Legal, o sea, en el lugar donde te harán la autopsia, o lo que viene a ser lo mismo: Te abrirán el cráneo para pesarte los sesos, te rajarán el pecho en forma de i griega, para extraerte el güajerro y el mondongo, y luego llamarán a Pimentel para que te arregle el rostrillo, y presentarte medio decente a la familia. El nombre debe ser cambiado por mi propuesta, al igual que las máquinas que te venden los billetes de éste exitoso medio de transporte, que ya ha conseguido la confianza de nativos y visitantes. Y digo que hay que cambiar las máquinas expendedoras, porque seguramente se compraron para la fecha prevista de inauguración del metro, pero como el asunto se ha retrasado unos diez años, cuando han querido ponerlas a funcionar ya se han quedado antiguas y obsoletas. No hay más que fijarse en sus prestaciones. A duras penas te dejan sacar un billete para un viaje, si se lo pides de ida y vuelta, ya le estás complicando la vida, pero si quieres que se bloquee durante días, lo único que tienes que hacer es meter tu tarjeta para recargarla con un billete de cincuenta euros, ahí ya tienes todos los trenes perdidos, porque la máquina en cuestión, no admite los billetes de cincuenta euros, a no ser que sean del año de maría castaña, cuando fue fabricada. Si los billetes son de los nuevos que te acaba de dar el cajero, el artefacto con botones entra en un estado de pánico, llegando a convulsionar, ante el espanto de todos los viandantes, que se creen que lo que has tratado de hacer es robar la recaudación y que por eso te rodean, los asistentes samaritanos del metro con niqui beige y gorrilla blanca, los vigilantes jurados de reflectante indumentaria y los revisores de traje azul marino, tipo funeraria, muy apropiado para la estación metropolitana donde nos encontramos. La del Parque Necrológico. Otra de las gracias que tiene la maquinita en cuestión, es que no te permite poner la cifra con la que quieres recargar la tarjeta, sino que debes hacerlo con múltiplos de cinco euros. Así que, si quieres ponerle veinte euros, debes pulsar cuatro veces el botoncito dichoso, de tal manera, que, si porque ya has perdido varios trenes, estás nervioso y has pulsado cinco veces en lugar de cuatro, o vuelves a empezar la operación desde el principio abortando todo lo hecho, o te rascas el bolsillo cinco euros más de lo que habías previsto. El metro es nuevo, las máquinas expendedoras son del año de la polka, y la media de edad de los viajeros… un horror. Menos mal que es apearnos, y ya estamos en la sala de autopsias y con el doctor Botella midiéndonos los huesos.
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