martes, 30 de octubre de 2018

MELCHOR

MELCHOR Tito Ortiz.- Antes, cuando era director de éste periódico, tenía una agenda más apretada que las tuercas de un submarino, de manera que era difícil tener cinco minutos con él, para charlar aunque fuera del tiempo, y cuando coincidíamos por la calle, cada treinta segundos alguien nos interrumpía para saludarle, en plena vía pública, y sin el menor pudor, intentaban exponer cualquier tipo de idea, sugerencia o injerencia, sin considerar que nos habían cortado – sin educación - en una conversación de dos amigos, dos colegas, que siempre nos hemos admirado y profesado lealtad y amistad. Afortunadamente, esa Granada que antes se agolpaba en su derredor, con la jubilación del veterano periodista, le permite pasear en el más puro anonimato, asunto éste que, ambos aprovechamos para charlar en la calle sin que nadie nos interrumpa. Al parecer nos hemos convertido en transparentes. Los que antes nos abordaban sin el menor recato, pasan ahora por nuestro lado rozándonos el hombro, sin advertir que somos los mismos, solo que sin cargo y, disfrutando de poder darnos un abrazo y charlar de lo divino y lo humano, sin que nadie aproveche para hacer saltar por los aires el clímax de una conversación, para protagonizar la inoportunidad de la suya propia. Pero ni Juan ni Juanillo. Nada estorba a la charla que quién pasa al lado, salude cortés y siga su camino. En cualquier caso, asumido que nadie nos ve, a la intemperie, aunque estamos en mitad de Recogidas, a la altura del Palacio de Los Patos, cada mañana, a eso de la hora del ángelus, cuando él sube la calle paseando, tranquilo, con las manos atrás, mirando a todo y todos, yo bajo ya de haberle tomado el pulso a la ciudad, camino a la estación del metro, y es ahí donde se produce el encuentro. Como si estuviéramos leyendo el periódico de nuestros amores, este que el lector sostiene sobre sus manos, la mesa o el mostrador, tras preguntarnos por la salud, nuestros médicos y próximas citas en los hospitales para revisiones oportunas, vamos abriendo la conversación por la primera página del Ideal, y sección a sección, desgranamos nuestra opinión ante los acontecimientos de toda índole, hasta llegar a la contraportada, con el artículo del maestro Alcántara, al que ambos profesamos sincera admiración. Somos amigos desde los años setenta, hemos visto mucho, y escrito también. Conocemos al personal, a la ciudad y sus gentes, y utilizamos unas claves para el análisis, que no están al alcance de todos. Melchor Saiz-Pardo, con quién hablo, después de seguir mi trayectoria durante mucho tiempo en Patria y, La Hoja del Lunes, el año del golpe de estado “tejeriano”, me invitó a escribir en la sección de opinión de Ideal, y desde entonces, nuestra amistad y admiración mutuas fueron creciendo. Menos en deportes, he escrito en todas las secciones de este periódico de nuestras entretelas, y al que queremos como a alguien de la familia. Bueno, en mi caso, confieso que, por Ideal, siento más que por algún miembro de mi familia. Que nadie se rasgue las vestiduras, pero lo que es…Es. Sirva esta reflexión, para agradecer a todos los que antes nos interrumpían sin piedad, en mitad de nuestra íntima conversación sobre la acera, que ahora agachen la cabeza al vernos y sigan su camino, permitiendo que dos viejos periodistas granadinos, que además son amigos de toda la vida, charlen sin sobresaltos de su vida y obra en mitad de Recogidas. Eso es calidad de vida, y lo demás son tonterías. Tras el abrazo postrero, Melchor sigue despacio subiendo la calle, mientras yo la bajo, con el deseo de tropezármelo a la mañana siguiente.

martes, 23 de octubre de 2018

GRANADA SE CAE

GRANADA SE CAE Tito Ortiz.- Aunque el pasado jueves, mi compañera Sarai en éstas mismas páginas ya lo contó con todo lujo de detalles, a poco observador que uno sea y pasee habitualmente por Granada, se da cuenta de que es una ciudad que se está cayendo desde hace tiempo, y que cada vez con mayor frecuencia, se detectan edificios abandonados o en ruina, seguramente porque ponerlos en condiciones – como diría un granaíno – cuesta mas el collar que el perro. Tenemos que admitir que rehabilitar un edificio vale más que hacerlo nuevo, y encima, si está catalogado y le tienes que conservar la fachada, ya es para tirarse de los pelos. A veces estas casas se convierten en un caramelo envenenado, porque son el resultado de una herencia. De aquel tío abuelo tuyo que nunca conociste y que para que no lo olvides, deja escrito en el testamento que te deja a la hora de su muerte la casa en la calle… Si hombre, esa calle tan estrechita en el Albayzín, el Realejo, o el centro urbano donde no pasas con tu novia de la mano, porque no entráis a la vez, o sea, que la obra hay que hacerla transportando los materiales en burro, ahora que ni Francisco Tejero “Saleri”, los tiene a mano, y que se han convertido en una especie a proteger, por lo que los burros, ya no pueden cargar peso, ni se les puede arrear con la vara, para que aprieten el paso con los serones llenos de arena, vamos que los burros tienen un convenio colectivo y unos derechos adquiridos, que como se te ocurra levantarles la voz, acuden al defensor del burro, y se te cae el pelo. Por eso las casas viejas, por muy nobles que sean, se caen con riesgo para la ciudadanía. Los dueños se preguntan, que mal le han hecho ellos a la vida para que, les haya tocado en herencia una casa en Granada, ciudad en la que todo se vuelve inconvenientes cuando tratas de repellar una fachada, o echarle un zócalo al patio. Que en los últimos tres años se hayan sumado 18 edificios más en ruina en Granada, se me antojan pocos. Yo paseo por la ciudad y sus barrios históricos, y puedo asegurar sin pestañear, que esa cifra no alcanza ni el 20% de las casas que de verdad están en riesgo de caerse en Granada. Otra cosa es que no haya inspectores suficientes para llevar a cabo una labor más exhaustiva del asunto. Recordemos que se caen con frecuencia casas, que no estaban declaradas en ruina, lo que deja en evidencia, que nunca un técnico apareció por allí para advertir del peligro inminente de derrumbe. El dato de que el 56% de los edificios granadinos tienen más de cincuenta años, no debe llevarnos a engaño. La Alhambra va a cumplir pronto mil años, y está hecha un primor. No podemos tomar como vida de un edificio la mitad de un siglo, cuando en la propia Gran Vía de Colón, los hay con más de cien años, y siguen en pie con cierta gallardía, incluso. El apartado que hay que adjuntar al estudio es, el del ese propietario de casa en Granada, que, sin verle rendimiento a la inversión de una rehabilitación de su propiedad, espera que sola se caiga al suelo, aún a riesgo de que los cascotes hieran a alguien, y con un poco de suerte, hasta los servicios públicos se encargan de mandar una pala y un camión para recoger los escombros, sin que a el le cueste un duro. Una mañana, leerá la noticia en el Ideal de la cafetería, mientras lo mancha con los dedos de aceite de media integral de la parte de abajo, que es más barata.

martes, 16 de octubre de 2018

MATAR AL MENSAJERO

MATAR AL MENSAJERO Tito Ortiz.- Esto de contar noticias, sobre todo, investigarlas y marchar en busca de la verdad para ponerla al servicio de la ciudadanía, se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Contar la verdad se paga con la muerte. Así de claro y de escalofriante, ante la pasividad de gobiernos y de una parte de la sociedad que mira para otro lado, cuando el muerto es un profesional de la información, que, de acuerdo con su código deontológico, lo único que pretende es que cierto sector de los aparatos políticos y sociales, no campen por sus respetos, masacrando la verdad y la vida. Antes parecía que eso de matar a un periodista, era asunto de los cárteles de la droga, principalmente en Hispanoamérica, pero a base de no afrontar el hecho asesino con toda la justicia y todas sus consecuencias, el asunto ya nos llega muy cerca. En los últimos meses, se han asesinado en Europa, la vieja Europa, la que da lecciones de libertad y democracia al mundo, al menos siete periodistas. El año pasado fueron asesinados en el mundo 65 periodistas, cifra equivalente a la violencia machista en España, y eso por lo visto no tiene importancia. Hombres y mujeres que han sido eliminados porque su trabajo dejaba entrever, la maldad de gobiernos y mafias, que se enriquecen a costa de los ciudadanos. Una sociedad que permite que tan execrable cifra pase desapercibida, es una sociedad que no se merece que, parte de sus hijos luchen por la verdad y su general conocimiento. En los últimos tres lustros, mil treinta y cinco periodistas, han perdido la vida en el ejercicio de su trabajo. Más de un sesenta por ciento de esos asesinatos están por esclarecer, lo cual ya dice bastante de lo que le importamos a la justicia, y a quienes nos mandan matar para callarnos la boca. Nadie mueve un dedo por parar esta carrera sin freno hacia la muerte, por el solo hecho de ejercer nuestra profesión. Viktoria Marinova, 30 años. Acababa de emitir un reportaje sobre un caso de corrupción en torno a los fondos de la Unión Europea. Su cuerpo apareció en un parque de su ciudad, Ruse, violada, estrangulada y apaleada. Investigaba la corrupción con fondos europeos a cerca de asignaciones para infraestructuras. Y aquí no ha pasado nada. Esto no ha sucedido al otro lado del mundo, ha ocurrido en nuestra casa, y nadie mueve un dedo. Lo mismo ha pasado con Ján Kuciak, 27 años. Informaba sobre: corrupción, evasión fiscal. Fue asesinado a tiros en su casa de Velka Maca, cerca de Bratislava, junto a su novia. Daphne Caruana Galizia, 53 años. Informaba sobre la corrupción y el lavado de dinero en Malta y publicó numerosos artículos basados en los llamados Panama Papers. Fue asesinada con un coche bomba activado a distancia en su domicilio de Bidnija, Malta. Justo donde veranea muchos que se lo pueden permitir. Una buena parte de los asesinatos de periodistas quedan impunes, también en Europa. Dimitri Popkov, 42 años. Acostumbraba a publicar noticias sobre corrupción y abuso de poder en las páginas de su propio diario, Ton-M. Fue disparado cinco veces por un desconocido. Su cuerpo fue hallado en su jardín de Minusinsk. Las autoridades abrieron una investigación que no ha dado ningún fruto hoy en día. Nicolai Andrushchenko, 73 años. Murió seis semanas después de haber recibido una brutal paliza de manos de un grupo de desconocidos. El crimen nunca fue esclarecido. Era uno de los fundadores del diario Novy Petersburg y estaba especializado en informaciones locales, crimen y derechos humanos. Podría seguir… pero ¿servirá para algo?

martes, 9 de octubre de 2018

TOGAS QUE HUELEN A ALCANFOR

TOGAS QUE HUELEN A ALCANFOR Tito Ortiz.- He visto y oído en televisión a un juez llamar “hijaputa” a una víctima de violencia de género. También he oído a la Ministra de Justicia - antes reputada fiscal – llamar “maricón” a su compañero el Ministro de Interior - antes reputado juez – al que, en público, colma de besos, abrazos y sonrisas de oreja a oreja. Una mujer declarada de alto riesgo por los profesionales, perdió la vida a manos de su pareja la semana pasada, porque el juez, pese a tener todos los informes policiales y forenses sobre su mesa, él, solito, sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, consideró que ese riesgo no existía y no le brindó la protección debida, de tal manera que esa mujer ya no existe. Espero que su señoría, duerma a pierna suelta por las noches, con la satisfacción del deber cumplido. Igualmente, por decisión de un juez, la mujer que hace diez días fue asesinada por su pareja, compartía aún piso con el que después sería su asesino. En que basó su señoría la aberrante decisión, nunca lo sabremos, pero el sigue vivo, y otra mujer enterrada por que un juez no considero riesgo vivir bajo el mismo techo del maltratador. Y es que parece que, para algunas individualidades de la judicatura, los tiempos no avanzan, y nada hay que aprender de la experiencia. Ana Orantes, la granadina que se atrevió a ser la primera en, hablar de malos tratos en Canal Sur, que a la postre le costaría la vida, fue asesinada por su expareja el 17 de diciembre de 1997 en la casa que compartía con él en Cúllar Vega, por decisión judicial, pese a estar separada. Ese lumbreras que sentenció tal desatino, también pasará a la historia, con alguna vida de más en su conciencia. Resulta aterrador, comprobar como las mujeres víctimas de violencia de género, no solo tienen que huir de sus maltratadores, sino también, de algunas individualidades de la carrera judicial que bien las insultan, o las desamparan hasta el extremo de que esas decisiones cuestan vidas. Y no puede dejar el señor juez de firmar una orden de alejamiento, a todas luces necesaria, menos para él, claro, porque la víctima se haya mudado a la misma calle del que pronto sería su asesino. Con más motivo hay dictar esa orden de alejamiento. Y si luego resulta que el asesino se la salta y termina matándola, al menos su señoría dormirá tranquilo porque hizo lo que debía. ¿Duerme tranquilo ahora, sabiendo que, al no firmar esa orden, ella yace bajo tierra, y él tiene algo de responsabilidad en ello? Yo no podría pegar ojo con ese ataúd sobre mi conciencia. La mujer maltratada por violencia machista necesita que el sistema la proteja en bloque, para que nunca llegue a pensar, que, huyendo de su maltratador, todavía le queda que salvar el obstáculo del juez asignado. Y lo peor es que ya no se trata de jueces próximos a la jubilación, que pudieran estar menos sensibilizados con la violencia machista. Con ellos ocurre lo mismo que con los asesinos, que son personas jóvenes, a los que esta sociedad ha procurado educar en valores e igualdad, pero que, por lo visto, el mensaje no es permeable a todas las mentes, y a las pruebas me remito. Cuando ahora, en un instituto, un chico le reprocha a la chica con quién sale el largo de su falda, y nadie dice nada, es muy posible que, en pocos años, tengamos en el a un joven togado, poco concienciado con el terrorismo machista. Por muy nueva que sea la toga, me temo que huele a alcanfor.

martes, 2 de octubre de 2018

CURRICULUM VITAE

CURRICULUM VITAE Tito Ortiz.- Juro ante dios y ante los hombres, que soy poseedor de tres licenciaturas, un doctorado y dos másters, cursados a fuego lento con sacrificio y penurias económicas de mis allegados en, la Universidad Rey Juan Carlos. Querido/a lector/a, ¿piensa usted que me darán trabajo en Tanzania? Los antecedentes de esta Universidad son tan preocupantes, que uno no se explica como la fiscalía no actúa de oficio, como no es precintada por la Unidad de Delitos Monetarios, y como no son puestos a disposición de los jueces, los que, durante décadas, han convertido un centro de enseñanza superior, en una máquina de hacer dinero y regalar títulos oficiales, para deshonra de Europa y sus contornos. Si entro a la consulta de un médico, abogado, o dentista, y observo en la pared que el título es de esa Universidad, ya pueden echarme un galgo, porque me pongo en mi casa en menos que tarda en persignarse un cura loco. El daño y el desprestigio causado a la institución, sólo podremos valorarlo con el paso de los cursos, pero grave, lo que se dice grave, es y mucho. Tiene más prestigio ahora, cursar estudios por correspondencia en la Academia CCC, que estar matriculado en “la Juancarlos”. Que, por cierto, si le faltaba algo al rey emérito, era esta guinda a su pastel, aunque solo sea por lucir el nombre y la firma en las titulaciones. S.M. pone un circo y le crecen los enanos, y mira que lleva escondido meses, pero a perro flaco todo son pulgas. Septiembre ha muerto, y Juan Carlos permanece oculto, como no queriendo saber nada de lo que se habla en los mentideros, mientras las decisiones judiciales sobre el caso Corina le son favorables. La historia se repite. En el caso de la Infanta en Palma de Mallorca ya vimos como la fiscalía se convertía en la mejor defensa. España es así, hay que asumirlo si no quieres morir de un berrinche. Es octubre y aquí no pasa nada, los niños han vuelto al cole, la tele anuncia coleccionables para todos los gustos, que van desde libros con la historia de griegos y romanos, a bichos aprisionados en metacrilato transparente. Los políticos se echan en cara sus curriculum vitae, en una competición para ver quién faltó más a clase, y, sin embargo, luce un gran título colgado en la pared. Lo único que tienen en común todos, es que por lo que he podido averiguar, efectivamente todos sin excepción pagaron las tasas, faltaría más, sino ¿dónde está el negocio? Lo trágico es que mientras el país está pendiente de la titulitis de nuestros políticos, en Cataluña sigue sin funcionar la legislatura, con un parlamento que solo piensa en donde va a colocar el próximo lazo amarillo, y que hace ya mucho tiempo se olvidó de gobernar despreciando a los ciudadanos. Ha muerto septiembre, lo mismo que murió hace años la capacidad de los distintos gobiernos europeos, para afrontar el fenómeno de la inmigración, y de su inoperancia e ineptitud, surge el recrudecimiento de la extrema derecha europea, que, sin prisa, pero sin pausa, va consiguiendo elección tras elección, representantes políticos legitimados por las urnas, para ir urdiendo la caza del inmigrante, al más puro estilo hitleriano. Las esvásticas y las botas acharoladas vuelven a pisar nuestras calles, cada vez con más fuerza, en un “nuevo amanecer”, del que nos arrepentiremos todos más pronto que tarde, gracias a esta clase política a la que hemos votado para que resuelva estos problemas, pero que, sin embargo, están ocupados en ver las notas de los expedientes de sus contrarios, olvidando que, para ser político, lo único que hace falta, es que te voten.