martes, 16 de octubre de 2018
MATAR AL MENSAJERO
MATAR AL MENSAJERO
Tito Ortiz.-
Esto de contar noticias, sobre todo, investigarlas y marchar en busca de la verdad para ponerla al servicio de la ciudadanía, se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Contar la verdad se paga con la muerte. Así de claro y de escalofriante, ante la pasividad de gobiernos y de una parte de la sociedad que mira para otro lado, cuando el muerto es un profesional de la información, que, de acuerdo con su código deontológico, lo único que pretende es que cierto sector de los aparatos políticos y sociales, no campen por sus respetos, masacrando la verdad y la vida. Antes parecía que eso de matar a un periodista, era asunto de los cárteles de la droga, principalmente en Hispanoamérica, pero a base de no afrontar el hecho asesino con toda la justicia y todas sus consecuencias, el asunto ya nos llega muy cerca. En los últimos meses, se han asesinado en Europa, la vieja Europa, la que da lecciones de libertad y democracia al mundo, al menos siete periodistas. El año pasado fueron asesinados en el mundo 65 periodistas, cifra equivalente a la violencia machista en España, y eso por lo visto no tiene importancia. Hombres y mujeres que han sido eliminados porque su trabajo dejaba entrever, la maldad de gobiernos y mafias, que se enriquecen a costa de los ciudadanos. Una sociedad que permite que tan execrable cifra pase desapercibida, es una sociedad que no se merece que, parte de sus hijos luchen por la verdad y su general conocimiento. En los últimos tres lustros, mil treinta y cinco periodistas, han perdido la vida en el ejercicio de su trabajo. Más de un sesenta por ciento de esos asesinatos están por esclarecer, lo cual ya dice bastante de lo que le importamos a la justicia, y a quienes nos mandan matar para callarnos la boca. Nadie mueve un dedo por parar esta carrera sin freno hacia la muerte, por el solo hecho de ejercer nuestra profesión.
Viktoria Marinova, 30 años. Acababa de emitir un reportaje sobre un caso de corrupción en torno a los fondos de la Unión Europea. Su cuerpo apareció en un parque de su ciudad, Ruse, violada, estrangulada y apaleada. Investigaba la corrupción con fondos europeos a cerca de asignaciones para infraestructuras. Y aquí no ha pasado nada. Esto no ha sucedido al otro lado del mundo, ha ocurrido en nuestra casa, y nadie mueve un dedo. Lo mismo ha pasado con Ján Kuciak, 27 años. Informaba sobre: corrupción, evasión fiscal. Fue asesinado a tiros en su casa de Velka Maca, cerca de Bratislava, junto a su novia. Daphne Caruana Galizia, 53 años. Informaba sobre la corrupción y el lavado de dinero en Malta y publicó numerosos artículos basados en los llamados Panama Papers. Fue asesinada con un coche bomba activado a distancia en su domicilio de Bidnija, Malta. Justo donde veranea muchos que se lo pueden permitir. Una buena parte de los asesinatos de periodistas quedan impunes, también en Europa. Dimitri Popkov, 42 años. Acostumbraba a publicar noticias sobre corrupción y abuso de poder en las páginas de su propio diario, Ton-M. Fue disparado cinco veces por un desconocido. Su cuerpo fue hallado en su jardín de Minusinsk. Las autoridades abrieron una investigación que no ha dado ningún fruto hoy en día. Nicolai Andrushchenko, 73 años. Murió seis semanas después de haber recibido una brutal paliza de manos de un grupo de desconocidos. El crimen nunca fue esclarecido. Era uno de los fundadores del diario Novy Petersburg y estaba especializado en informaciones locales, crimen y derechos humanos. Podría seguir… pero ¿servirá para algo?
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