martes, 23 de octubre de 2018

GRANADA SE CAE

GRANADA SE CAE Tito Ortiz.- Aunque el pasado jueves, mi compañera Sarai en éstas mismas páginas ya lo contó con todo lujo de detalles, a poco observador que uno sea y pasee habitualmente por Granada, se da cuenta de que es una ciudad que se está cayendo desde hace tiempo, y que cada vez con mayor frecuencia, se detectan edificios abandonados o en ruina, seguramente porque ponerlos en condiciones – como diría un granaíno – cuesta mas el collar que el perro. Tenemos que admitir que rehabilitar un edificio vale más que hacerlo nuevo, y encima, si está catalogado y le tienes que conservar la fachada, ya es para tirarse de los pelos. A veces estas casas se convierten en un caramelo envenenado, porque son el resultado de una herencia. De aquel tío abuelo tuyo que nunca conociste y que para que no lo olvides, deja escrito en el testamento que te deja a la hora de su muerte la casa en la calle… Si hombre, esa calle tan estrechita en el Albayzín, el Realejo, o el centro urbano donde no pasas con tu novia de la mano, porque no entráis a la vez, o sea, que la obra hay que hacerla transportando los materiales en burro, ahora que ni Francisco Tejero “Saleri”, los tiene a mano, y que se han convertido en una especie a proteger, por lo que los burros, ya no pueden cargar peso, ni se les puede arrear con la vara, para que aprieten el paso con los serones llenos de arena, vamos que los burros tienen un convenio colectivo y unos derechos adquiridos, que como se te ocurra levantarles la voz, acuden al defensor del burro, y se te cae el pelo. Por eso las casas viejas, por muy nobles que sean, se caen con riesgo para la ciudadanía. Los dueños se preguntan, que mal le han hecho ellos a la vida para que, les haya tocado en herencia una casa en Granada, ciudad en la que todo se vuelve inconvenientes cuando tratas de repellar una fachada, o echarle un zócalo al patio. Que en los últimos tres años se hayan sumado 18 edificios más en ruina en Granada, se me antojan pocos. Yo paseo por la ciudad y sus barrios históricos, y puedo asegurar sin pestañear, que esa cifra no alcanza ni el 20% de las casas que de verdad están en riesgo de caerse en Granada. Otra cosa es que no haya inspectores suficientes para llevar a cabo una labor más exhaustiva del asunto. Recordemos que se caen con frecuencia casas, que no estaban declaradas en ruina, lo que deja en evidencia, que nunca un técnico apareció por allí para advertir del peligro inminente de derrumbe. El dato de que el 56% de los edificios granadinos tienen más de cincuenta años, no debe llevarnos a engaño. La Alhambra va a cumplir pronto mil años, y está hecha un primor. No podemos tomar como vida de un edificio la mitad de un siglo, cuando en la propia Gran Vía de Colón, los hay con más de cien años, y siguen en pie con cierta gallardía, incluso. El apartado que hay que adjuntar al estudio es, el del ese propietario de casa en Granada, que, sin verle rendimiento a la inversión de una rehabilitación de su propiedad, espera que sola se caiga al suelo, aún a riesgo de que los cascotes hieran a alguien, y con un poco de suerte, hasta los servicios públicos se encargan de mandar una pala y un camión para recoger los escombros, sin que a el le cueste un duro. Una mañana, leerá la noticia en el Ideal de la cafetería, mientras lo mancha con los dedos de aceite de media integral de la parte de abajo, que es más barata.

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