VOCACIÓN
TARDÍA
Tito
Ortiz.-
De un tiempo a esta parte,
todo se hace después, incluso la maduración humana de las criaturas. En mis
tiempos, uno volvía de la mili con veintidós años y ya era todo un hombre, con
la mente amueblada para tener un trabajo, terminar una carrera, casarse y tener
hijos. Ahora hablas con un chaval de esa edad, y tienes la sensación de que es
un retrasado, dada su altísima tasa de inmadurez en todos los sentidos de la
vida. Cuando nosotros con su edad formábamos una familia con un empleo estable,
ellos, en cambio, no piensan ni en tener pareja. La mayoría juega a las
videoconsolas, sale en pandilla y en su horizonte no se vislumbra la
posibilidad de emanciparse, hasta no tener de treinta años en adelante,
haciéndolo de una manera no rupturista, para no romper de golpe el cordón
umbilical de unos papas superprotectores, que hemos hecho de estas
generaciones, unos inútiles sociales, incapaces de servirse por si mismos para
andar por la vida, a una edad en la que nosotros éramos autónomos y manteníamos
una familia. Pero no se ha retrasado solo la madurez psicológica de nuestros
hijos, también lo ha hecho la edad de las gestantes, hasta el punto de que
algún caso hay, de las que coquetean con la edad de las abuelas para tener hijos,
en contra de la naturaleza y de los servicios sociales. De familias
monoparentales han saltado a los medios algunos casos esperpénticos, de señoras
con la edad de mi abuela, que insisten una y otra vez en ser madres,
importándoles un pito el riesgo de no ver crecer a sus vástagos, y lo que será
de ellos, solo por el capricho de ver satisfecha su insana idea de ser madres a
toda costa. Cuando se juega con la vida de otros, creo que hay que poner pie en
pared, y decir, hasta aquí hemos llegado.
Cosa distinta es tener una
vocación tardía y hacerla realidad, pero sin dañar a terceros ni ponerlos en
riesgo. Toto lo contrario, procurando hacer el bien a los demás, entregarse a
ellos y dar ejemplo de buena gente, como le pasó a mi admirado y querido amigo,
Antonio Cabrera, funcionario modélico en el ayuntamiento de la plaza del
Carmen, que cuando se jubiló, optó por tomar los hábitos y ordenarse sacerdote.
Aquello nos privó de nuestras charlas matinales hablando de música clásica,
pero en cambio, Antonio me consta que, está haciendo el bien, y muy bien, en
sus responsabilidades como ministro de la iglesia, de ahí que cada día lo
admire más, y reconozca su grandeza de alma. Viendo el ejemplo de personas como
él, uno recupera la confianza en el hombre y en la humanidad. Pienso lo mismo
de la doctora, María Victoria Gómez-Caminero, que casi a la edad de jubilarse,
ha retomado su vocación de servicio a los demás, nada menos que en el servicio
de urgencias del nuevo hospital, Alejandro Otero del Campus de la Salud de
Granada. Pero ya saben que la alegría en la casa del pobre dura poco, y
desgraciadamente tenemos constancia en éste mismo periódico de que algunas
actitudes tardías no son tan buenas. Dice la Policía Nacional y La Guardia
Civil, que, en el último año, con respecto al anterior, la detención de
infractores de la ley en edad de jubilarse en Granada ha subido nada menos que
un 18%, y lo que a mi juicio es peor, muchos de estos delincuentes carecían de
antecedentes penales hasta su detención, o sea, que hablamos de auténtica
vocación tardía. Es como si un sector de la población pensara que como ya se
acerca la hora del adiós, pues le importa un bledo la cosa y, se echa al monte.
Esto es “pachillar”.